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San José es el ejemplo, dice el Papa: «No se obstina a seguir su proyecto de vida», sino el de Dios

 

 

Zenit .  22 diciembre 2013

Publicado en ReL

 

El santo padre Francisco se dirigió hoy desde la ventana del estudio pontificio a la multitud reunida en la plaza de San Pedro. Rezó la oración del ángelus y pronunció las siguientes palabras:

"Queridos hermanos y hermanas

En este cuarto domingo de Adviento el evangelio nos narra los hechos precedentes al nacimiento de Jesús, y el evangelista Mateo los presente desde el punto de vista de san José, el prometido esposo de María.

José y María vivían en Nazaret; no habitaban todavía juntos porque el matrimonio no se había realizado. En ese tiempo intermedio, María después de haber recibido el anuncio del ángel quedó en cinta por obra del Espíritu Santo. Cuando José se da cuenta de este hecho queda desconcertado. El evangelio no explica cuáles eran sus pensamientos pero nos dice lo esencial: él quiere hacer la voluntad de Dios y está listo a la renuncia más radical.

En cambio de defenderse para hacer valer sus derechos, José elige una solución que para él representa un sacrificio enorme: ´Porque era un hombre justo y no quería acusarla públicamente, pensó de repudiarla en secreto´.

De manera breve esta frase reasume un verdadero y propio drama interior, si pensamos al amor que José tenía por María. Pero también en tal circunstancia, José quiere hacer la voluntad de Dios y decide, seguramente con gran dolor despedir a María en secreto.

Es necesario meditar sobre estas palabras para entender la prueba que José ha tenido que superar en los días anteriores al nacimiento de Jesús. Una prueba similar al sacrificio de Abram cuando Dios le pidió a su hijo Isaac: renunciar a la cosa más preciosa, a la persona más amada. Pero como en el caso de Abram, el Señor interviene: ha encontrado la fe que buscaba y abre un camino diverso, un camino de amor y felicidad: ´José -le dice- no temas de tomar contigo a María, tu esposa. De hecho el niño que ha sido generado en ella proviene del Espíritu Santo´.

Este evangelio nos muestra toda la grandeza de ánimo de José. Él estaba siguiendo un buen proyecto de vida pero Dios reservaba para él otro plan, una misión más grande.

José era un hombre que siempre sabía escuchar la voz de Dios, profundamente sensible a su secreta voluntad, un hombre atento a los mensajes que le llegaban desde lo más profundo del corazón y desde lo alto.

No se había obstinado a seguir su proyecto de vida, no permitió que el rencor le envenenara el ánimo, pero estuvo listo a ponerse a disposición de la novedad que, de manera desconcertante le era propuesta.

Y así un hombre bueno que no odiaba y no tenía permiso el rencor que le avenenara el alma. Cuantas veces nos ha sucedido a nosotros. (…) Y José es un ejemplo de esto y se ha vuelto más libre y más grande.

Acercándose al designio del Señor, José se encuentra plenamente consigo mismo, más allá de sí mismo. Esta libertad de renunciar a lo que es suyo, a la posesión de su propia existencia y esta plena disponibilidad interior a la voluntad de Dios, nos interrogan y nos muestran el camino.

Nos disponemos entonces a celebrar la Navidad, contemplando a María y a José: María la mujer llena de gracia y que tuvo el coraje de confiarse totalmente a la palabra de Dios. José, el hombre fiel y justo que prefirió creer en el Señor en cambio de escuchar las voces de la duda y del orgullo humano. Con ellos caminamos hacia Belén”.

El culto católico a la Virgen María hunde sus raíces en el Antiguo Testamento, explica un experto en Sagradas Escrituras

Por

Carmelo López-Arias

Publicado en Cari Fliii

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Brant Pitre, profesor de Sagradas Escrituras en el Instituto Agustino de Denver (Colorado, Estados Unidos), ha consagrado buena parte de sus escritos a mostrar la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, en el sentido de que éste da pleno cumplimiento a aquél. Su último libro aplica este método a la figura de la Virgen María: Jesus and the Jewish Roots of Mary: Unveiling the Mother of the Messiah. En él muestra los fundamentos bíblicos de la devoción a María, desde el Génesis al Apocalipsis. “Jesús y las raíces judías de María” es la continuación de un libro en la misma línea del mismo autor: “Jesús y las raíces judías de la Eucaristía”.

Por Domingo Aguilera, marzo 2019

 José era un joven de la familia de David, por lo tanto de familia real. El tercero de los hermanos, era muy piadoso y conocedor profundo de la Escritura, era lo que la Biblia denomina Justo.

Tendría cerca de los 20 años, cuando un día, el Sumo Sacerdote decide casarle con María, que es una adolescente bellísima, también descendiente de David. Hija de Joaquín y Ana. Y comunica a ambas familias su decisión. Para los descendientes de David, el Sumo Sacerdote era el que, encargado de conservar la transmisión de la sangre real, decidía quienes se casaban. No los padres, ni los propios contrayentes. Y por ser ambos de familia real, según la Ley tenían que obedecer este mandato.

Por Domingo Aguilera Febrero 2019

 

Todos los videntes de la Virgen coinciden en afirmar que vieron a una mujer bellísima, tan bella, que deja en ellos una impresión tan profunda, directamente en el alma, que les hace muy difícil describir su rostro.

María es una mujer, no una divinidad. La mujer más bella de la creación. Es hija de Joaquín y Ana. Engendrada por ellos y preservada de la corrupción, del pecado original, por una intervención directa del Espíritu Santo.

María es la creación más grande del Padre. Es la criatura en la que el Espíritu Santo actúa, tomándola como Esposa, para preparar la morada del Hijo.

Bernadette se «encerraba» tras su velo para rezar el Rosario: «Es mi pequeña capilla», decía a quienes querían verla orar

Por Carmelo López-Arias

lunes, 11 de febrero 2019

 ¿Cuáles fueron las motivaciones de Santa Bernadette Soubirous (1844-1879) después de las 18 apariciones de la Virgen que recibió en Lourdes entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858? En la Positio, colección de documentos para su beatificación y canonización, todos los testigos señalaron dos: glorificar con su vida a Nuestra Señora y hacer penitencia y oración por la conversión de los pecadores.

Amar a la Virgen

“Mi única ambición es ver a la Virgen Santísima glorificada y amada”, le oyó decir Maria Bordenave, quien añadió que “sus palabras, sus gestos, sus miradas, sus actitudes respiraban su amor y su devoción a la Reina del cielo”. Otra testigo, Marta de Rais, recuerda que “su devoción hacia ella se manifestaba en la oración. ¡Había que oírle recitar el Avemaría! ¡Qué acento de piedad, sobre todo cuando pronunciaba estas palabras: ‘¡Pobres pecadores!’“. (El Avemaría, en francés, incluye ese “pobres” que no existe ni en latín ni en español.)