Para poder traer al mundo a Jesús en Belén y cumplir las profecías del Antiguo Testamento, María y José debieron afrontar unas duras pruebas.
De Nazaret a Belén: el agotador viaje de María y José
Dima Bruk/Flickr | CC BY-NC 2.0
26 diciembre 2019
En el Evangelio de San Lucas (2, 6-7) leemos: «Y sucedió que, mientras estaban allí [en Belén], le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, pues no había sitio para ellos en la posada». El pasaje suele interpretarse así: José viaja desde Nazaret a Belén para empadronarse, estando su esposa en estado de avanzada gestación; pese a que su estirpe es oriunda de Belén, José no tiene casa familiar donde alojarse, ni tampoco casa de un deudo que pueda hospedarlos, viendo a María a punto de romper aguas; José, entonces, busca habitación en una posada, pero todas están ocupadas (o los desalmados posaderos no les hacen hueco, aunque tengan alguna libre, pues esperan la llegada de huéspedes de mayor ringorrango); y, ante este cúmulo de desgracias (fruto de la imprevisión de José), María tiene que resignarse a dar a luz en un pesebre.
Antes de que lo pensaras, Él te hizo su hijo al decirle “mujer, mira a tu hijo” antes de decirte “ahí tienes a tu Madre”
Dios nos da a la Virgen María, así como la escogió para Él. Él nos la confía, así como Él se entrega a ella. Dios le da a María, en nuestras vidas, el lugar que Él le da en su vida.
¿Quién nos revelará este lugar?
Ni nuestra imaginación ni nuestros sentimientos, sino nuestra fe en la Palabra, “concebida por el Espíritu Santo y nacida de la Virgen María”.
¡Pues bastante ajetreado! Pero con cada caricia y con cada palabra a su vientre, ella hacía oración
En este tiempo de Adviento es muy oportuno considerar cómo fue la venida de Jesús al mundo. Ayuda mucho poder reflexionar y considerar las escenas de los Evangelios para hacernos una idea más real de lo que se vivió en esa época.