Hace 17 años, el 16 de julio, me encontraba muy emocionado en la puerta de la Iglesia Nuestra Señora del Carmen. Eran las 5:00 am. La Virgen recibía una alegre serenata con Mariachis. Las misas empezaron a las seis de la mañana y se celebrarían cada hora, junto a confesiones. Aún no había salido el sol y la iglesia estaba llena.
La emoción de volver a la basílica y abrazar a la Virgen de Guadalupe
San Josemaría afirmaba sobre esta advocación de la Virgen María que “pocas devociones marianas tienen tanto arraigo entre los fieles y tantas bendiciones de los Pontífices”.