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Miembros entusiastas de la Milicia de la Inmaculada, desde Costa Rica y otros países hispanos, lanzan por primera vez en español El Caballero de la Inmaculada, en el mismo espíritu mariano y evangelizador con que San Maximiliano Kolbe creó ese mismo título en enero de 1922. Esta edición hispana en Internet empieza humilde, como lo hizo aquella revista polaca. Repasar sus orígenes ayuda a soñar con que Dios bendiga las semillas con fruto grande.

Kolbe era en 1922 un fraile joven y sin financiación apenas para el proyecto, pero lanzó el primer número de El Caballero de la Inmaculada con una tirada de 5.000 ejemplares. Buscaba servir a Dios y a la Virgen formando a los creyentes pero también atrayendo a los alejados de la fe.

De 5.000 a 120.000 ejemplares, incluso en guerra

Muchos en su entorno eran escépticos, pero en pocos años llegó a los 70.000 ejemplares mensuales, logró una gran tirada japonesa en su época como misionero en Japón y en enero de 1940, bajo la ocupación nazi, logró permiso para sacar una edición polaca de 120.000 ejemplares. Poco después era detenido por los nazis y llevado al campo de Auschwitz, donde moriría como “mártir de la caridad” al entregarse sustituyendo a un padre de familia para morir en la celda del hambre el 14 de agosto de 1941. Al terminar la II Guerra Mundial, en 1945, los frailes volvieron a publicar la revista, pero la dictadura comunista la prohibió desde 1952 hasta 1981.

En el editorial del primer ejemplar -como recuerda ahora la edición en español- el futuro santo explicaba: “El objetivo del «Caballero de la Inmaculada» no consiste solo en profundizar y fortalecer la fe, indicar la verdadera ascesis y familiarizar a los fieles con la mística cristiana, sino buscar la conversión de los no-católicos, según los principios de la «Milicia de la Inmaculada». El tono de la revista será siempre amistoso con todos, independientemente de las diferencias de fe y nacionalidad”.

“En otro momento, San Maximiliano recomendaría a sus frailes colaboradores: “No escribáis nada que no pueda firmar la Inmaculada”, según refiere el escrito converso francés André Frossard en su biografía ‘No olvidéis el amor’, dedicada al padre Kolbe. En aquel primer número se insertaba el programa de la Milicia de la Inmaculada y el texto del acto de consagración a la Inmaculada Concepción.

 

Un siglo después, aprendiendo del santo

Víctor Valverde Vásquez, impulsor de la edición en español actual y presidente de la Milicia de la Inmaculada en Costa Rica, explica que “hoy, 103 años después del nacimiento de la Milicia de la Inmaculada, un poco más de 98 años de que el primer número del Caballero de la Inmaculada circulara en Europa y con el mismo Espíritu que impulsaba al “Loco de la Inmaculada” para llegar a más personas con un mensaje de conversión y de santidad y con el anhelo de que los medios de comunicación sean “ciudades sobre una montaña” (MT 5,14), el primer ejemplar del Caballero de la Inmaculada en lengua española ve la luz, de manera digital”.

 

“Son millones de lectores que podrán tener la revista en sus manos en cuestión de segundos, sin las preocupaciones de impresión y distribución con que vivía el P. Kolbe, pero en medio de un mar de alternativas que pueden hacer naufragar su alcance. Ya no serán las deudas que la ahogarán, sino la incapacidad de compartir este mensaje con todas las personas que cada quien tenga a su alcance “sin tener en cuenta la diversidad de fe y nacionalidad”.

Hablar de la felicidad con Dios

En aquel primer ejemplar de 1922 -como recupera ahora este ejemplar de 2020 en español- un joven pero comunicativo San Maximiliano trataba el tema que más interesa a todos los hombres: ¿cómo ser feliz, si moriré y con la muerte todo se pierde?

 

“Todos anhelan la felicidad y aspiran a ella, pero pocos la encuentran, pues la buscan allí donde no existe. […] Y al final llegará también la muerte. ¿Y entonces? Habrá que dejarlo todo e irse sin nada hacia la eternidad”, advertía el santo.

El corazón del hombre es demasiado grande para poder colmarse con el dinero, la sensualidad, o el humo de la gloria, que es ilusorio, aunque aturda. Éste desea un bien más elevado, sin límites y que dure eternamente. Pero ese bien es solo Dios“, escribía el santo.

Y la Virgen puso el dinero

El joven Kolbe tenía permiso de sus superiores para poner en marcha el boletín, siempre que no costase dinero a la congregación. Así, como explica la revista, “venciendo su timidez, en los primeros días de enero, San Maximiliano llevó a cabo una colecta de fondos, pidiendo limosna por las calles de Cracovia. La ayuda generosa de un párroco de la vieja ciudad polaca permitió financiar, en parte, la edición del primer número, pero le faltaban 500 marcos”.

Kolbe rezó a la Inmaculada, y al poco encontró un sobre en el altar de la Inmaculada en la basílica de San Francisco, de Cracovia, con la anotación: «Para Ti, oh Madre Inmaculada».

Kolbe abrió el sobre… y estaba la cantidad exacta de dinero que necesitaba para poder terminar de pagar a la imprenta. “La Inmaculada siempre respondió, puntualmente, a la confianza ciega que San Maximiliano depositaba en Ella al emprender esta y otras empresas apostólicas”, recuerdan ahora los impulsores de la revista.

La Virgen contra la herejía y la masonería

El número de enero de 1922 constaba de 16 páginas. En la portada del primer número se puede contemplar la imagen de la Inmaculada, rodeada en su parte inferior por el lema del Oficio Parvo de la Bienaventurada Virgen María: «Tú que eres la única que has destruido todas las herejías del mundo». También se lee la cita del Génesis: «Ella aplastará tu cabeza» (Ge 3, 15).

La imagen central de la Inmaculada está enmarcada por dos espadas verticales, colocadas hacia abajo (la de la izquierda lleva la letra “M” en la marca y la de la derecha la “I”). Sus puntas atraviesan dos serpientes que se enredan en los filos de dichas espadas. Las espadas se clavan en sendas pilas de tres libros cada una: en la pila izquierda, el libro inferior izquierdo lleva en el lomo el título de “Herejías”; encima de la pila derecha hay un cartel con la inscripción: “masonería”, incluyendo un dibujo de una espátula y un martillo. En esa época la masonería era virulenta y abiertamente anticatólica, con actividades groseras en las calles de varios países -sobre todo Italia y Francia- directamente dirigidas contra la fe de los católicos.

 

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