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María Esposa de Dios Espíritu Santo

Por Domingo Aguilera. Noviembre 2019.

En el Cantar de los Cantares el Amado clama con bellas palabras por la  Esposa. Es el amor esponsal, eterno, que clama por la amada. Tradicionalmente es la figura del Amor de Jesús por su Esposa, la Iglesia. Y del amor fundante, del Espíritu Santo por María.

El amor más pleno es el amor esponsal, que es fecundo, generador de vida. Es el amor al que debemos aspirar tanto los célibes como los casados. Es el Amor en la fe. Si creemos que Cristo nos ha liberado de la muerte y del pecado, si de verdad nos lo creemos, entonces nuestro amor ha de ser esponsal, de entrega completa en la fe, para ser fecundos en la fe.

En el decreto divino de salvación, Dios Padre establece con María una relación de filiación tan íntima, de amor, que su propio Amor puede anidar en el  corazón de aquella joven de Galilea.

Ya en su Concepción Inmaculada se  establece una relación directa con el Espíritu Santo que contempló San Maximiliano Kolbe en las palabras de María a Bernardette Subirous, “Yo soy, que era, la Inmaculada Concepción” :

 El Espíritu Santo es “Concebido de forma Inmaculada” por el Padre y el Hijo, fuera del tiempo y María es concebida de forma Inmaculada, por la Trinidad, en el tiempo. María es la expresión humana del Amor Increado.

María es tan bella, porque es la amada de Dios Padre. Y es tan bella, que Dios se enamora de Ella y se mira en Ella. El Espíritu Santo, establece una relación esponsal con María, una relación de amor, que al ser correspondida por María, Fiat, se hace fecunda en su seno.

Es así que esa relación esponsal entre María y el Espíritu Santo, la más íntima de las relaciones que podemos tener las personas, entrega del cuerpo y del alma, es única y es el principio de la relación esponsal de Jesús con la Iglesia y con las almas en gracia.

Esa relación donal entre María y el Espíritu es plena y sin fin, para siempre, como nos gustaría que fuesen nuestros amores. Pero en la tierra, nuestros amores no son así, son eso: amores, flacos amores. Esa relación donal, solo es posible establecerla,  como María, por la fuerza del Espíritu Santo.

Seréis como dioses, dijo la serpiente a Eva. Dioses sois, nos dice María si establecéis una relación de Fe con el Paráclito.

María como buena esposa, nos muestra y nos introduce en la intimidad divina del Espíritu Santo. María es la locura de Dios Padre, que enamora al Espíritu  Santo. Porque en lo profundo de su corazón, en lo profundo de su ser, es un oasis de gracia, donde Dios, en su Trinidad, descansa.

María nos da una imagen visible de lo invisible. De su Esposo. Y hasta que el ángel le revela el designio divino y Ella lo acepta, nadie en la historia de la humanidad es consciente del Paráclito.

Johann G. Roten, en su libro “La devoción Mariana para el nuevo milenio” escribe: “Gracias a María, hemos sido obsequiados con un retrato, casi físico, del Paráclito y un entendimiento específico y concreto de sus misteriosos caminos”

Y yo añado que ese “entendimiento” y ese “retrato” solo se alcanzan desde el fondo del alma, de lo más íntimo de nuestro ser a lo más íntimo del Ser.

Silencio, oración desprendida de todas las ataduras. Si no liberamos a nuestro pobre corazón de las ataduras que nos ofrece el mundo y de los falsos quereres, nunca llegaremos a establecer esa relación con María y con el Paráclito. No llegaremos al Amor esponsal que nos muestra María. ¡Qué pena para nuestras ansias de Amor!

Y podemos preguntarnos: ¿Yo, qué relaciones establezco en la oración? …¿Es la oración un tiempo de intimidad con el Amado? ¿Arde nuestro pobre corazón impulsado por la brisa del Espíritu?

¡¡¡ Cuanto nos jugamos en la oración!!! 

¡Esposa de Dios Espíritu Santo, ruega por nosotros!.