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Por Domingo Aguilera. Abril 2024.

Después de la Semana Santa, justo el Domingo de Resurrección y hasta el día de Pentecostés, la Iglesia reza o canta la antífona Regina Caeli en lugar del Ángelus. Este cambio fue decretado por Benedicto XIV en 1742.

Dice así:

 

Regina caeli, laetare, alleluia.

Reina del cielo, alégrate, aleluya.

Quia quem meruisti portare, alleluia.

Porque el Señor, a quien has llevado en tu vientre, aleluya.

 

 

Resurrexit, sicut dixit, alleluia.

  Ha resucitado según su palabra, aleluya.

Ora pro nobis Deum, alleluia.

Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

 

 

Gaude et laetare Virgo María, alleluia.

Goza y alégrate Virgen María, aleluya.

Quia surrexit Dominus vere, alleluia.

Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya. 

 

 

Comenzamos llamándola Reina del cielo, cuando anteriormente ya la hemos contemplado como Reina de la Paz y Reina del Universo. Este nuevo título la añade la plenitud de la Realeza, que adquiere por la unión redentora a su Hijo en el Calvario. Allí María estaba de pie.

María fue alegría toda su vida.  Ella trajo la alegría al mundo cuando Dios Padre la comunicó su vocación a ser Madre y Ella dijo “hágase”.

María continuó siendo alegría durante todo el tiempo que, en la tierra, pudo compartir con su Hijo.

Entonces, en la Cruz ¿Estuvo María alegre? María no perdió nunca la paz. En la Cruz sus dolores fueron máximos, como los de su Hijo. Pero al igual que Jesucristo, Ella sabía que aquel dolor era la salvación del mundo y siempre se sabía Hija de Dios. Y aunque podía no entender lo que estaba pasando siempre tuvo claro que Dios no descarta nunca a sus hijos y menos a la que era Esposa del Espíritu santo.

María sola, sin su Hijo, supo saborear la soledad, pero nunca perdió la paz porque Ella tuvo siempre un Padre y un Esposo que nunca la abandonaron. El dolor y la alegría son las dos caras de la misma moneda: su íntima unión con su Hijo.

Ahora, cuando después de tener en sus brazos el cuerpo inane de su Hijo lo recibe resucitado, su alegría es completa y ya no se separará de Él.

A Ella le gusta que se lo recordemos. Reina del cielo, alégrate. ¡Aleluya!