Por Domingo Aguilera. Mayo 2023
Aquél día Adán puso nombre a los animales. Toda la naturaleza estaba en armonía con Dios y el hombre en armonía con Dios y también con la naturaleza. Esa armonía era el orden establecido por el Creador.
Y vino el pecado.
Entonces, ¿podríamos decir que María, que no tuvo pecado original, vivió en perfecta armonía con la creación? Si esto fuese así, también María sería modelo en esto.
No nos consta en el evangelio, que María tuviese una especial relación con los animales de Israel. Quizás su Hijo pudo tener una relación especial con ellos en el desierto de Judea, cuando estuvo allí, pero no sabemos si María pudo hacer lo mismo.
Sin embargo, María sí tuvo mucho que ver con la restauración del daño realizado a la creación por el pecado original de Adán y Eva. El daño producido por el pecado original en la creación se produce en la esencia del hombre, no en la intimidad personal, y no parece a primera vista que esto tenga nada que ver con la esencia del universo ni con los animales ni con los vegetales.
El universo es creado por el Creador mediante un acto de ser específico que Leonardo Polo denomina extramental, o acto de ser creado primero. Este acto de ser creado tiene una esencia que es pura potencia y es lo que llamamos universo. Es decir, el universo recibe su actividad de su propio acto de ser, no directamente del Creador, sino siguiendo sus propias causas y fines.
Todo esto lo expongo para resaltar que todas las leyes del universo residen en él mismo y que su esencia las ejecuta según su propia naturaleza. Hasta aquí no parece que María tenga que ver con nada de lo que estamos hablando.
Pero el hombre al habitar el universo lo comparte. Además, el hombre no lo habita como un inquilino a tiempo parcial. El hombre es parte del universo y el universo es parte del hombre. Nosotros recibimos el acto de ser, co-ser o coexistencia, directamente de Dios y recibimos nuestra esencia con la parte corporal, de nuestros padres, que a su vez lo recibieron de los suyos y finalmente de Adán y Eva, que fueron creados del universo. Sólo podemos ser humanos con el cuerpo, esencia y materia, que es nuestra naturaleza. Y esto no es un castigo o merma, sino que es nuestra grandeza y distinción. “Y vio Dios que era muy bueno”
Una consecuencia del pecado original está en la esencia humana, más en concreto en la inteligencia que quiere conocer como Dios, pero sin Dios. Así nuestro conocimiento se auto limita al tener, a lo material, renunciando al ser. Precisamente lo hace utilizando el conocimiento objetivo para “tener” el objeto. Y entonces una vez captado nos quedamos satisfechos, y no atravesamos el límite mental, que sería progresar con la ayuda del conocimiento que nos proporcionan los hábitos.
En pocas palabras, somos nosotros los que no conocemos en su totalidad al universo, y al tener su misma materialidad, nos presentamos ante él como iguales. Lucha entre iguales. Pero el acto de ser del hombre es superior al del universo y lo superior puede destruir a lo inferior, aunque también lo puede recrear o mejorar, porque la causa final del hombre SI puede modificar a la causa final del universo. No al revés.
Esto lo han entendido así algunos santos, como san Francisco de Asís y san Antonio con su especial relación con los animales.
María no se presentó como inferior ante el universo. Ella sabía que el universo no podía agotar su esencia, que su esencialidad y su naturaleza no pertenecían totalmente al universo. Ella, como Eva, fue formada del barro del universo, pero no para el universo. Y por eso se fue al cielo en cuerpo y alma. Ella conoció las claves profundas de lo corporal y no interfirió con los propios fines del universo. Fue la mejor cuidadora del planeta.
Los animales saben quién es su amigo y quién puede ser un peligro para su existencia, lo “huelen”. El universo sin el hombre seguiría su curso marcado por la causa final, pero al compartir con el hombre su corporeidad, este podría añadirle más orden, o añadir más desorden. Por el pecado original el hombre eligió lo segundo, que consiste en imponer al universo las reglas que tiene que seguir. Y la naturaleza se rebela.
El universo lo creó Dios y puso a Adán y Eva en él para que lo cuidasen. María es la nueva creación de Dios, que supo cuidar de su Hijo, y que cuidará de la nueva humanidad y de la creación entera. Ella sí sabe cómo hacerlo. Con sabiduría y amor, como quiere Ella que cuidemos de los demás y del planeta.
Reina del universo, ruega por nosotros.