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 Por Domingo Aguilera. Septiembre 2021

 En el artículo anterior sobre el matrimonio, vimos cómo la voluntad de Dios Padre es que su Hijo nazca en una familia, por eso María y José establecen una relación de alianza esponsal, y se casan. María y José forman desde ese momento una nueva familia que recibirá posteriormente a Jesús, el Salvador.

La familia en los últimos años del siglo XX ha sido el blanco de los ataques del enemigo. Es cierto que en pleno siglo XXI la familia está en crisis. El concepto de familia se ha desdibujado de forma que cualquier agregado de personas se pueda llamar familia. Hace pocos meses me encontré con un amigo que me dio una gran noticia: ¡Hemos aumentado la familia! me dijo. Yo le di la enhorabuena y le pregunté si era niño o niña. “Hemos adoptado un perro” me respondió. Sin comentarios.

Por supuesto que una realidad tan rica en matices como la familia y con una carga tan grande y profunda de relaciones entre personas, podrá ser tratada desde muchos puntos de vista.  Nosotros nos centramos en el origen de la familia, es decir en María y José.

Así como José es portador del nuevo matrimonio, el matrimonio en la fe, en el cual se abole aquella maldición de Yahvé sobre la mujer “hacia tu marido tu instinto te empujará y él te dominará” (Gn: 3, 14-15), la nueva familia asociada a este nuevo matrimonio. ¿Será distinta de la familia irredenta?

Sin duda. La familia irredenta era una familia patriarcal, en el sentido ya indicado en el artículo anterior. Y lo mismo la sociedad. La Redención, por lo tanto, marca un antes y un después difícil de imaginar, aunque a posteriori, es más fácil de explicar. La posesión es, en definitiva, el eje sobre el que giran las relaciones familiares de esa familia irredenta.

Veamos ahora cómo María y José nos proponen otro modelo de familia, que no se basa en la posesión sino en la entrega.

María en la Encarnación, siendo ya esposa de José, establece una nueva relación esponsal con el Espíritu Santo para ser la madre del Hijo de Dios. Se entiende la perplejidad de José, cuando María le comunica que ha concebido por obra del Espíritu Santo. Porque no entiende que su relación de esposo, auténtico esposo, con María no “colisione” con el decreto divino. José piensa que debe dejar a María con el Espíritu Santo y que él, sólo estorba. Pero no, no debe dejarla, porque las relaciones esponsales en la fe no son excluyentes, sino al contrario complementarias y múltiples, al emanar del mismo Espíritu Santo. (En este punto conviene tener en cuenta, que en el Apocalipsis se nos recuerda que todos estamos llamados a las bodas del Cordero). Es decir, al final de los tiempos, todos los salvados estableceremos una relación esponsal con Cristo en el Espíritu Santo, como afirma S. Juan Pablo II:

«Dispuso Dios —afirma el Concilio— en su sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad (cf. Ef 1, 9), mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina (cf. Ef 2, 18; 2 Pe 1, 4)» (Exh. Ap. Redemptoris Custos, nº 5).

A partir de esas dos relaciones esponsales de María, la humanidad es redimida, siendo estas dos relaciones claves en la Redención. Por supuesto que sólo Cristo nos redimió, pero José y María la hicieron posible tal como Dios la había previsto. Por eso nosotros podemos unirnos a la redención del mundo con el Salvador, cuando establecemos esa doble relación: por un lado, esponsal con Cristo y por otro estableciendo relaciones en la fe con los demás y con las cosas materiales. O, en otras palabras, ejerciendo el sacerdocio común de los fieles.

Sí que sabemos que María es realmente Madre de Dios, pero cabría preguntarse si José es solo un padre jurídico, como un testaferro, o es realmente padre de Jesús.

“Aunque la paternidad de san José respecto a Jesús se encuentra en un orden diverso al de la maternidad de la Virgen, no se reduce a un título jurídico: es auténtica paternidad establecida por Dios, y se extiende espiritualmente a quienes están unidos a Cristo. De ahí que saberse "ipse Christus" comporta también saberse, además de hijo de María, hijo de san José.

La paternidad de san José sobre los hijos de Dios se manifiesta en que es protector y maestro de vida interior: maestro que enseña al cristiano a identificarse con Cristo.” (Ernst Burkhart –Javier López “Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría” Vol 2: Cap 4, 3, c).

José es verdadero padre de Jesús por el amor esponsal que tiene a María, lo veremos con más detalle más adelante en otro artículo, y por su fidelidad a la llamada de Dios. José ama a María como mujer y  como Dios la quiere y por lo tanto no pondrá obstáculos al plan divino, sino que, al contrario, completará junto a Ella esos planes. José sostendrá a María en la fe de la divina anunciación, como dice S. Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Redemptoris Custos nº 5.

También San Josemaría abunda en esta idea:

“San José es realmente Padre y Señor, que protege y acompaña en su camino terreno a quienes le veneran, como protegió y acompañó a Jesús mientras crecía y se hacía hombre. Tratándole se descubre que el Santo Patriarca es, además, Maestro de vida interior: porque nos enseña a conocer a Jesús, a convivir con Él, a sabernos parte de la familia de Dios” (Ibidem).

Pero, ¿qué es una familia? Ciertamente es un término muy amplio que se ha extendido a varios ámbitos e incluso a animales que forman parte de una “familia”. La RAE nos dice:

  1. Grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas.
  2. Conjunto de ascendientes, descendientes, colaterales y afines de un linaje.
  3. Linaje: Ascendencia o descendencia de una familia, especialmente noble.

Voy a centrarme en el modelo de familia que inauguran María y José con el nuevo matrimonio, ya que ese modelo es el que realmente forma parte de la Redención y no otro. El modelo parece a primera vista muy interesante aunque un poco lejano, porque podríamos pensar que con una mujer así, con un marido así y con un Niño así, la vida familiar es muy fácil.

Antes de meternos en más profundidades, conviene que el lector tenga en cuenta qué es lo que “contratan” José y María para su familia:

  1. José comienza por asumir que se va a casar con la mujer más bella del mundo y que no va a tener relaciones carnales con ella.
  2. María sabe que José es un aristócrata venido a menos y que no tiene patrimonio. José le ofrece ser pobre. No tener ninguna seguridad, ni riqueza en esta tierra.
  3. Cuando se realiza la Encarnación, José tiene que “hacerse” padre de una criatura que es Hijo del Espíritu Santo. No adoptar a un hijo, que sería ponerse de acuerdo con su mujer para adoptar a un tercero. Sino aceptar al Hijo de Dios y de María totalmente como hijo suyo y quererle como padre auténtico. Tiene que “romperse”.
  4. Para la gran hora del nacimiento, sólo tienen un establo de animales.
  5. Y sin darles tiempo a disfrutar de su hijo, irse a otro país con lo puesto, partir de cero y con un idioma desconocido.
  6. Tras una vida de mucha penuria y mucho trabajo, José se va al cielo muy joven, agotado, y deja a María viuda. Viuda en aquella sociedad significaba el estrato más bajo.
  7. Su Hijo que vive pobre “no tenía donde reclinar la cabeza”, está dedicado a proclamar el reino de los cielos y vive al día. (ver el artículo ¿Dónde está Jesús?).
  8. Y para terminar, el hijo es ajusticiado públicamente en una cruz. No había muerte más indigna.

Me viene a la cabeza el anuncio que supuestamente puso Sir Ernest Shackleton:

“Se buscan hombres para un viaje peligroso. Paga reducida. Frío intenso. Largos meses en la más completa oscuridad. Peligro constante. Es dudoso que puedan regresar a salvo. En caso de éxito, recibirán honores y reconocimiento”.

 En el caso de la familia de Nazaret ni eso. No hay reconocimiento ni honores. En definitiva, desde el punto de vista humano, un sinsentido. ¿Alguien se casaría en esas condiciones en el siglo XXI?

Este es el modelo de familia que nos proponen María y José. Fe y confianza plena en su Padre Dios poniendo la cruz y todos los medios humanos que pueden a su disposición.

¿Qué relaciones establecen José y María para formar una familia?

Cómo vimos en el artículo “El día que María conoció a José. Su vocación”, San José no va a buscar una esposa tradicional judía, sino que buscaba la compañía que le ayudase a llegar al Paraíso y por lo tanto propone a María acompañarle en su caminar por la tierra, para ir juntos al Cielo. José se da cuenta de la gran vida interior de María y de su gran sentido de la filiación divina, que él no posee y se enamora de María y se fía de Yahvé. Y ese amor se concreta en una Alianza con Dios y en una relación esponsal con María, lo que convierte a ese matrimonio en una donación en la fe, para siempre.

Será cuando María le comunique su embarazo, y cuando el ángel le confirme que él será el encargado por Dios de ponerle nombre al fruto de María, cuando su amor se completará en el Espíritu Santo y será fecundo. Ya es el patriarca que inaugura el matrimonio en la fe. Su fe ha sido probada y por su fe es el esposo de María y el padre de Jesús. Y desde ese momento acepta al Jesús que nacerá en los próximos meses, estableciendo así una relación paternal.

José establece una relación esponsal con María y con Yahvé cuando se casa, y de paternidad con Jesús cuando lo acepta como hijo. José no será el amigo de Jesús sino el padre. Y esa es la gran dificultad que tuvo que salvar José, porque siendo Jesús el Hijo de Dios, él le quiso como padre. (Nosotros le podemos querer como Hijo del Padre, como amigos, e hijos adoptivos en el Espíritu Santo, pero no podemos establecer ninguna relación de paternidad con Jesús, sólo Dios Padre y María, en plenitud y en otro orden también José)

Mientras que Jesús era niño, María y José le podían tratar como a un niño, porque era un niño. Y por tanto la protagonista principal sería María, que le alimentó, le vistió y le dio calor y cariño. José cuidó de ambos. Así la primera palabra que pronunciaría Jesús niño sería mamá en arameo y enseguida María le enseñaría a decir “abba”, papá. Jesús establece así una relación de filiación con María y con José. (Como ya se ha dicho anteriormente, esas relaciones son ambas de paternidad pero en un orden diverso).

María y José van descubriendo poco a poco cómo era Jesús, al ver las relaciones que provoca ese Niño en los pastores, después en los Reyes, luego en los profetas, como Simón o Ana, etc., y por el contrario en los que le quieren matar.

Y al jugar con sus parientes y vecinos establecería una relación de amistad con ellos. Relaciones normales de un niño que María y José tienen que vivir con fe para darse cuenta continuada de que Jesús es Dios. Entonces el protagonista de la familia pasa a ser el Niño.

Por eso cuando se pierde en el templo, establece una distancia infinita con ellos y les dice “¿No sabíais que yo debo dedicarme a las cosas de mi Padre?” (Porque soy el Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad).

José y María lo sabían. Lo que no tenían era experiencia en cómo desarrollar esa relación de paternidad/maternidad, con Él.

Después pasó toda su juventud con José. Aprendió las costumbres judías y las habilidades humanas de un buen artesano. Adquirió la delicadeza que le transmitió María y la fortaleza ante la adversidad que le enseñó José. “Y les estaba sujeto”

¿Cómo Le educarían? ¿Le mimarían? ¿Le reprenderían? Tenían que formarle en libertad, ayudarle a encontrar su camino como hombre, hacer crecer en Él esas virtudes humanas que formarán esa personalidad tan fuerte y dulce. Entonces ¿Cómo tratarle?

Con todo respeto: Con admiración, cariño y fortaleza. Como a un Hijo de Dios. Hablando a Yahvé de Jesús y a Jesús de Yahvé, enseñándole las oraciones vocales de los judíos piadosos, los salmos que Él pronunciará en su predicación, etc.

Así, los hijos en la nueva familia deben ser tratados con respeto, como criaturas de Dios, como alguien que vale toda la sangre de Cristo.

María y José nos enseñan que los hijos son de Dios y para Dios. Ellos tienen esa experiencia continua. Su relación de maternidad/paternidad es de respeto y admiración al Niño y de cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios Padre. Ellos saben que el fruto de su amor es el fruto directo del Espíritu Santo. Que han recibido un niño y que tienen que entregar un hombre. Y para ello confían plenamente en su Padre Dios, que pondrá el incremento.

Así visto, los hijos son un regalo de Dios. Sin fe pueden ser vistos como un estorbo y por lo tanto ser tratados como tales. Con fe, los veremos con admiración y sorpresa, cada día con mayor sorpresa y admiración. Y al verlos con los ojos de Dios, seremos conscientes del enorme tesoro que nuestro Padre Dios nos ha dado. Y romperemos en acción de gracias. Aunque a veces no lo veamos así. Sin embargo Dios no se muda, no cambia su opinión sobre nosotros, no descarta a nadie, porque ha muerto para salvar a todos. Sí, a todos.

Y en este punto se podría argumentar que como las personas somos libres, igual el hijo o la hija “sale” contrario a nuestros deseos. La consideración que hay que hacer es, si “sale” conforme a los deseos de su Padre Dios y no a los nuestros. Eso es lo que pide Dios a los padres, especialmente a los varones, dado que el cuidado de Jesús, su formación, su habilidad en el trabajo fue encomendado por Yahvé, específicamente a José. Si no fuese así, ¿Para qué tanto sufrimiento? Jesús podía haber realizado la Redención directamente con un i-phone y una mascota. Pero no lo hizo así.

En la sociedad del siglo XXI el papel de la mujer en la sociedad se ha engrandecido para borrar la sociedad paternal de tiempos pasados. Bueno, pero en ese proceso ¿no se habrá oscurecido el papel del varón en la familia? 

Es muy importante que los matrimonios, que los novios, recen y pidan ayuda a Dios para descubrir esas relaciones, que no pueden ser las que la sociedad o las costumbres dicten. Han de ser nuevas: en la fe. Esas relaciones con los hijos implicarán la muerte de los “gustos” de ambos y la “recreación” de una nueva criatura cada día. De una criatura de Dios distinta en cada hijo.

Y cuando el hijo parezca perdido, según nuestros criterios, habrá que preguntarse si está perdido para Dios. Entonces nos daremos cuenta de que nadie está perdido definitivamente para Dios. Es el momento de la fe. Y de rectificar y pedir perdón.

Jesús adolescente, reclama ante sus padres que Él debe hacer la voluntad de su Padre Dios. Sus padres no lo entienden, pero lo ponderan en su corazón y lo quieren. Respetan la libertad de su hijo.

El ejemplo genuino de la nueva familia, es la familia de Nazaret. Ahora quizás nos parezca que no es tan simple como un cúmulo de felicidad humana, donde todo funciona según un plan previamente establecido, sino un cúmulo de circunstancias que exigen la heroicidad de aceptar y asumir las cosas pequeñas en el “otro”. Exige que cada miembro de la familia piense en los otros y viva para los otros.

María y José no lo tuvieron fácil.