Esta web usa cookies operativas propias que tienen una pura finalidad funcional y cookies de terceros (tipo analytics) que permiten conocer sus hábitos de navegación para darle mejores servicios de información. Si continuas navegando, aceptas su uso. Puedes cambiar la configuración, desactivarlas u obtener más información.

María se adelanta a nuestras necesidades

Por Domingo Aguilera. Julio 2020

 En Juan 2, 1-11, leemos:

Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. También fueron invitados a la boda Jesús y sus discípulos. Y, como faltó vino, la madre de Jesus le dijo:

-No tienen vino. Jesús le respondió:

-Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora. Dijo su madre a los sirvientes:

-Haced lo que él os diga.

……

José no está en las bodas de Caná. Se marchó al cielo cuando Jesús le comunica que va a comenzar su predicación.

Es una gran delicadeza de su Hijo. Jesús sabe del gran dolor que le produciría no poder defenderle de los judíos. José ya no podría hacer nada. Ya ha cumplido su misión. Y pienso que, aunque el cielo estaba cerrado hasta la redención en la cruz, Jesús lo abriría para él. O al menos sería el primero de los justos en salir del seol. Sin ruido, como siempre.

Vimos en el anterior post, que cuando Jesús se perdió, la respuesta del adolescente Jesús es cortante para sus padres, marca la distancia entre el cielo y la tierra, que es infinita. Y aquí Jesús con treinta años, le da una respuesta similar a su madre. No ha llegado mi hora. Solo mi Padre puede decidir cuándo empieza mi hora y todavía no ha llegado mi hora.

Pero María ya se mueve en la fe. Lleva 18 años con Jesús meditando en el silencio de la oración y ya sabe interpretar los signos de los tiempos. No pide nada para ella, pero por su fe y su relación con la Trinidad, adelanta la hora. Sabe que Dios Padre quiere redimir a la humanidad y le pide eso, que es muy bueno para la humanidad, para aquellos novios pobres a los que ella quiere tanto y también para que los discípulos sigan a su Hijo en la fe, no en el mero entusiasmo humano y sobre todo porque es una petición de su hija más querida.

María adelanta la hora. María está más cerca de su Hijo, porque ha crecido en la fe y está en relación con la intimidad divina. No permanece en la intimidad divina como su Hijo, pero es la criatura más cercana a Ellos. No es una relación inmanente pero sí la relación más íntima de una criatura con lo increado, incluidos los ángeles, que se puede dar en toda la creación.

En Caná, en Galilea, se da la primera muestra del corazón dulcísimo de María a la humanidad. De un corazón humano que, unido, no sólo por la sangre sino por la fe, al corazón de su Hijo, nos muestra su profundo amor a lo pequeño de cada uno de nosotros. Amor que, en la cruz, se ensanchará a toda la humanidad de todos los tiempos.

Es una verdadera madre para cada uno de nosotros, no una madre genérica, sin rostro, a la que se le dan unos hijos para que los cuide, sino una mujer que ha desarrollado, en la fe, su corazón maternal hasta la medida del corazón de su Hijo y nos ama, como su Hijo, a cada uno como si fuésemos el único. Y como Él, se ha enamorado de cada uno de nosotros en su totalidad.

El evangelio continúa:

Así, en Caná de Galilea hizo Jesús el primero de los signos con el que manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

Después de esto bajó a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos; y se quedaron allí unos días.

 María pasa aquellos días en la intimidad, con Jesús y sus amigos, en el inicio de la fe de aquellos rudos pescadores, de aquel pequeño pueblo de la desdeñada Galilea. Y estos serían unos días inolvidables para los discípulos. Aprenderían, sin darse cuenta, a tratarse como hijos de una familia, no como individualidades unidas a un líder. Han adquirido una identidad colectiva, alrededor de María.

María no es ajena a sus familiares, no es ajena a los seguidores de su Hijo. No es ajena a la causa que lleva a su hijo a separarse de ella. Y no se separará de Él. Está al comienzo de la vida pública poniendo el calor de familia y cuidando de los discípulos de su Hijo.

María nos muestra en Caná de forma explícita, por primera vez, su papel de mediadora, de Nueva Eva. Creciendo en la fe.

A partir de aquí, su madre aparece en el evangelio siempre en segundo plano, hasta la pasión.

 

Recordar a los lectores que tienen un tiempo precioso para repasar estos artículos en Agosto. Mes en el que no publicaré artículos para que todos descansemos, con María.