Y María guardaba todas estas cosas en su corazón. (2)
Por Domingo Aguilera. Marzo 2020
En el anterior post, vimos la importancia del nuevo matrimonio en la fe, inaugurado por María y José y como la Encarnación del Verbo se realiza dentro de ese matrimonio.
Ahora llegamos a Belén. Y en Belén nace el Niño. https://www.amigosdelavirgen.org/noticias/20-boletin-noticias/156-un-nino-nos-ha-nacido
María ya grávida, emprende un viaje con José, que para la mayoría de nosotros no tiene sentido. Excusas, retrasos, pagar para que alguien nos apunte en el censo, comprar voluntades... Solo que María y José no se mueven como nosotros, se mueven por fe. Y nace en Belén, donde decían las profecías. Nace en la discreción de un habitáculo dedicado a las bestias, que María habría limpiado y preparado para el momento. María sola, sin dolor, en plena intimidad con Dios. Luego bajaría José a ver al Niño. Virgen antes del parto, Virgen en el parto y Virgen después del parto. Su seno inmaculado es la morada de Dios, por ser virgen y preservada del pecado original.
En María dejó una fuerte impresión la presencia de unos pastores en Belén, a los ángeles ya les conocía, que decían cosas jamás oídas. María tiene al recién nacido en sus brazos y sabe que es su hijo y que su Hijo es Dios, pero percibe de unos pastores, por primera vez, el eco de la divinidad de su Hijo.
María creció en sabiduría y gracia delante de Dios. Y va descubriendo, poco a poco, lo que significa ser Madre de Dios. No todos los que visitan al Niño lo perciben. La mayoría perciben que es un niño extraordinariamente guapo, y así se lo dirían a sus padres. Pero los pastores perciben el misterio.
Vienen advertidos por los ángeles, son sencillos y se fían de ellos. Son ellos, los pastores, los que muestran a María la gloria de su Hijo. Ellos si ven al Salvador. Con la fe, han traspasado a lo sobrenatural y se mueven con naturalidad en esa esfera. Y María comprueba la diferencia entre ver a un niño guapo y ver al Salvador y con sencillez ella aprenderá de los pastores a querer más a su Hijo en los demás, porque ella ha establecido una relación de fe con los pastores.
También le impacta en lo más íntimo de su corazón la presencia de unos magos. En aquel lugar y en aquel momento. Los magos le adoraron. Hincados en el suelo le reconocen como su Señor. Estos hombres no adoraron el poder, ni la riqueza. También se mueven por fe. Y María vuelve a percibir la divinidad de su hijo a través de los poderosos de la tierra, al establecer junto a ellos una relación de fe, que jamás se borrará de su alma.
Qué impresiones más fuertes en lo íntimo del corazón de María; los parias, alabando a Dios y contando cosas inimaginables para los sabios de la tierra y los poderosos, postrados a los pies del Niño.
Hasta entonces las relaciones del AT, eran reverenciales, ahora son de intimidad con la Trinidad, con el Espíritu Santo como Santificador. Los pastores y los magos nos muestran cómo son las primeras relaciones de los hombres con Dios Trino y cómo han de ser las nuestras. Lo hacen a través de María y entonces no ven al mesías que resolverá sus pequeños problemas: ven el cielo abierto y un nuevo orden donde el hombre es salvado por su Creador. Ven a su Salvador.
El cielo abierto…, ¡qué maravilla!. Cielo que también se abre en el bautismo del Señor y en el Tabor. Cielo que, después de la Cruz, ya no se cerrará jamás. En ninguna parte del Evangelio, Hechos o Apocalipsis, se dice que se cerrarán los cielos, cosa que fue habitual en el Antiguo Testamento. Porque Él ha venido a salvar a los pecadores. A toda la creación. Es la verdadera salvación.
Los pastores, el estamento más bajo, según los hombres, son los primeros que ven el cielo abierto. Y se fueron aclamando a Dios.
Los magos, que han buscado con fe, que han perseverado en la búsqueda, que han puesto los medios, que han seguido la estrella, han encontrado la Fe. Y obedecen al ángel y se vuelven por otro camino. Felices y confirmados en la Fe.
Los pastores y los magos sintieron en su corazón la grandeza de la liberación y saben que ya no triunfarán las tinieblas. Aunque a veces a nosotros nos lo parezca o nuestra falta de fe nos lo vele.
Porque si tenemos fe, veremos siempre el cielo abierto. Y al contrario, cuando nuestra mirada se centra en el suelo, en nosotros mismos, entonces no podemos comprender que el Señor nos da su amor en función de nuestra fe, de lo que esperamos de Él, no en función de nuestras cualidades y virtudes. Él utiliza nuestra miseria para elevarnos por encima de ella, no para que permanezcamos debajo de ella como un peso insoportable. Y quiere que nuestra relación con Él, sea plena de fe y esperanza, nada más, como un niño que lo espera todo de Él. Cómo los pastores y los magos. Y María nos lo enseña si acudimos a su corazón, donde lo tiene guardado.
María sí que guardaba estas cosas en su corazón: cada manifestación de su Hijo y cada vez que nosotros nos acercamos a su Hijo con fe. Esas son las cosas que guarda en su corazón, …para nosotros.
En ese año 0, todo ha cambiado para María, pero en realidad es la doncella de Nazaret la que ha cambiado todo para la humanidad.
Corazón dulcísimo de María, enséñanos el camino seguro!!!