Recordamos una de las memorables piezas del compositor italiano.
El pasado 6 de julio, a los 91 años, falleció el notable compositor Ennio Morricone, autor de algunas de las bandas sonoras más memorables de la historia del cine, entre las que se cuentan por ejemplo las correspondientes a películas como El bueno, el malo y el feo (1966), Érase una vez en América (1984), La Misión (1986), Los Intocables(1987), Cinema Paradiso (1989), y Los odiosos ocho (2015), con la que ganó el Oscar a mejor banda sonora, el segundo galardón de la Academia luego del honorífico que recibiera en 2007.
Varios son los méritos que Morricone tuvo como compositor. Uno de ellos es su ductilidad, rasgo esencial para quien compone bandas sonoras de cine.
Morricone supo adaptarse a las necesidades de los cineastas con quienes trabajó. Pero para ello hace falta humildad, comprensión y mucho conocimiento, pues implica ser capaz de adaptarse a las necesidades del otro y tener el suficiente dominio técnico como para nadar exitosamente por registros diversos.
Morricone supo fomentar atmósferas de lo más dispares con partituras que fueron de vanguardia o clásicas, festivas o melancólicas, sinfónicas o populares, románticas o violentas, según la necesidad, y no por eso careció de autenticidad ni de genuina inspiración.
Tratándose de un compositor explícitamente católico (“esta fe está probablemente siempre presente, pero está allí para que la reconozcan los demás, los musicólogos y aquellos que no solo analizan los pasajes musicales, sino que comprenden mi naturaleza, la sacralidad y el misticismo”, decía en 2009) creemos oportuno detenernos en alguna de sus composiciones a la vez más célebres y también profundamente inspiradas por su impronta religiosa.
La fe fue una “huella que siempre ha marcado mi vida” declaraba en 2015, al recordar la composición de su Missa Papae Francisci. Y acaso una de las bandas sonoras en la que esta huella se halla presente de modo más patente sea la partitura para aquella película íntimamente relacionada con la cuestión religiosa: La Misión de Roland Joffé.
De entre todas las piezas compuestas para el filme, nos detendremos aquí en una de ellas: el Ave María Guaraní, pieza para coro a capella, en la que Morricone despliega su talento y su capacidad para entrelazar la herencia litúrgica de la polifonía tradicional católica (el maestro reconoció que buscó inspiración en Monteverdi y Palestrina) con pinceladas propias de la composición contemporánea.
En su grabación original la obra cuenta con una particular interpretación: por un lado se trabajó en una especial impostación de parte de los coreutas para acercarla al estilo aborigen. Además, explica Morricone, “era fundamental lograr una fusión vocal donde por momentos algunas voces emergiesen y fuesen libremente reabsorbidas por el coro. Gracias a las embajadas inglesas contábamos con cantantes aficionados de varias nacionalidades, que repartí al azar dentro de un pequeño coro de profesionales. Una soprano podía estar entre los tenores y una contralto entre los sopranos. Aquella disposición era fundamental para que el conjunto fuera más realista.”
El Ave María Guaraní lo escuchamos dos veces a lo largo de la película. En primera instancia, cuando el padre Gabriel (Jeremy Irons) guía al emisario papal en su visita a las misiones, dando muestras de su progreso cultural con el fin de convencerlo de mantener activas las misiones. Volvemos a escucharla más adelante (tan sólo un primer fragmento) cuando las misiones son finalmente atacadas. En ambas oportunidades las escenas son especialmente conmovedoras, vivencia a la que la obra de Morricone ha aportado una cuota esencial.
Señalemos, por último, que la letra no es la del Ave María tradicional, como el lector habrá notado ya, sino que parece haber sido escrita para la ocasión. La oración presenta el siguiente texto:
¡Ah! Ave Maria quae nos Deo coniungis inter hominum (¿homines?) electa universi. Pulchritudinem memorares. Ne obliviscaris naturam tuam, at Deo restituas nos dilectos, cum nobis panem fregit. Sancta Maria, nobis doceas ut omnibus assentiamus cum humilitate. ¡Ah!
Al no contar con las puntuaciones del texto original utilizado por Morricone, diversas traducciones son posibles, y ninguna de ellas, exenta de dificultades. Procuramos ser fieles al texto con la siguiente versión:
Ave María, elegida entre los hombres del universo, tú que nos acercas a Dios. Recuerda la belleza y no olvides tu naturaleza. Vuélvenos a Dios, a nosotros, sus amados. Él partió con nosotros el pan. Santa María, enséñanos a que sepamos asentir a todo con humildad.
Existen también numerosas versiones en las plataformas de video en las que la música acompaña el rezo tradicional de la oración a la Virgen.