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Por Domingo Aguilera. Enero de 2023

Para comprender mejor lo que es un don preternatural, vamos a ver primero lo que es un don personal, dado que los dones preternaturales sólo se dan entre personas. En concreto entre Dios y la persona humana. Entre el Creador y la criatura.

Por ser esta una relación personal muy concreta y completa, voy a seguir a Leonardo Polo que tiene un concepto muy enriquecido de la persona humana.

Un don es algo recibido, no algo que nos pertenece por naturaleza. Por lo tanto, hay que tener en cuenta que los dones son el uso de la libertad y se pueden aceptar o rechazar por la otra persona.

“Yahvé creó al hombre a su imagen y semejanza. Hombre y mujer los creó” (Gn: 1, 27). Con la venida de Cristo a la tierra se nos manifiesta lo más íntimo de Dios: su ser de tres personas. Es decir, nosotros que somos personas (humanas), nos relacionamos con un Dios personal, (tres personas divinas).

La persona humana es creada directamente por Dios, que la une a la naturaleza en el momento que es formada por los padres. Aquí se establece la relación más profunda entre la criatura y su Creador que es el don de la vida.

El primer don que da Yahvé a Adán y Eva es la vida. Pero tenemos que tener en cuenta que previamente dice que formó a Adán del barro de la tierra y a Eva de una costilla de Adán. Es decir, hay un elemento no espiritual que es la naturaleza (esencia y corporeidad) que forman el don de la vida.

De aquí, podemos inducir que en las relaciones donales hay una persona que da, otra que recibe y un tercer elemento que no es ninguno de ellos y que pertenece a la naturaleza, que es propiamente el don. Las personas, que pertenecen al plano trascendental, constituyen los dones en el plano esencial o de la naturaleza. Las personas no se pueden donar entre ellas, sino constituir dones.

Así pues, la relación de donación se constituye siempre por tres elementos distintos: el aceptar, el dar y el don.

Leonardo Polo nos enseña en su Antropología Trascendental que el aceptar es antes y superior al donar, porque nadie da lo que no tiene.

Por ejemplo, Jesucristo se nos da como don en su carne. Él (persona divina) nos entrega como don su cuerpo, para que nosotros libremente lo acojamos como personas en lo más íntimo de nuestro ser, y así poder constituir otros dones. Nosotros podemos aceptarlo o rechazarlo. Los dones que recibimos nos son dados para constituir otros dones y, a su vez, donarlos a otras personas o al Creador.

Pero el aceptar siempre es anterior al dar, porque si no aceptamos libremente, no podemos recibir y no podemos dar. La criatura sólo puede aceptar si quiere donar, o, mejor dicho, no puede donar si antes no ha recibido. Sólo Dios puede donar sin haber recibido, porque sólo Él es el acto primero, Él ES. Las criaturas somos en otro, somos co-existentes.

Ahora nos volvemos a situar en el Edén donde nuestros primeros padres acaban de ser creados por Yahvé. Allí reciben otro don que es el universo. Todo un universo para ellos; los frutos son para ellos y la hierba para los animales.

Con todo lo anterior, acabamos de dar un paso importante para entender mejor los dones preternaturales.

La creación fue tan perfecta que Dios no sólo creó a Adán y Eva a su imagen y semejanza, sino que les colmó con dones que les permitían “hablar con Dios” cara a cara. Adán se dirige a Dios con confianza y hablan del encargo que Este le ha dado: “Cultivar y guardar el jardín de Edén” (Gn. 2, 15), y Adán pone nombre a los animales y a las plantas. Estos son los dones preternaturales.

Dios no les ha dado el universo en propiedad a Adán y Eva, solo les ha dicho que lo cultiven, se lo da como un don. El universo lo ha creado el mismo Dios que crea a cada persona, para que el hombre lo habite. Primero crea el universo y luego crea a las personas. El universo es una criatura para que otras criaturas lo habiten y lo mejoren, pero ni el universo se agota en los hombres, ni el hombre en el universo. Ambos tienen relación de criaturas directamente con Dios.

Ya podemos sacar una primera conclusión y es que debemos tratar al universo como criatura de Dios, pero nunca como persona. Con la dignidad de haber sido creado, como los ángeles y los hombres, directamente por Dios. Pero los animales y las plantas no son creados directamente por Dios, ellos son meras criaturas del universo que pertenecen a él y en él permanecerán, no son personas.

Adán y Eva no aceptan el regalo de Dios, no lo aceptan como Dios se lo ha dado. No aceptan su vocación de recibir para dar, sino que quieren poseer lo que no es suyo y por lo tanto no cumplir su vocación, su misión, su fin. Y vino el desastre. Soberbia.

Y vino María, la criatura, quién con su Sí aceptará los dones de Dios Padre y del Espíritu Santo, para una vez recibidos volver a darlos a la humanidad. Ella es la esclava del Señor. Humildad.