Por Domingo Aguilera. Febrero 2023

Con María, Dios Padre hace una recreación, vuelve a los orígenes. Crea una mujer nueva como la que creó en el principio. María, que con libertad plena acepta completamente el don, acepta su vocación. Esta es la diferencia entre Eva y María. Ambas fueron creadas no sólo a imagen y semejanza de Dios, sino que fueron creadas con algo más. Con algo que no les corresponde, pero que les perfecciona y conviene a su naturaleza. Fueron creadas perfectas, como Dios hace la creación. “Y vio Dios que era muy bueno”.

María es creada en toda su perfección y por lo tanto con los dones pretenaturales. Como Adán y Eva. Pero a diferencia de estos, la nueva Mujer, al recibir el don de la “ciencia del bien y del mal” y aceptarlo en el fondo de su intimidad, puede darlo. Lo recibe para dar, para cumplir su vocación. Vive para darse. Sin embargo, Eva recibe ese mismo don, pero lo quiere para sí y Adán también.

Veamos en que consiste el don de Sabiduría. Adán y Eva hablaban con Dios sin ningún obstáculo cuando estaban en Edén. Cuando cometen el pecado se encuentran desnudos. Entonces utilizan su inteligencia y su voluntad para vivir fuera del jardín del Edén, cuando antes se relacionaban directamente con Dios con el hábito de sabiduría. E inventan excusas para hablar con Dios. Ha entrado en ellos el pecado original.

Leonardo Polo nos dice que no sólo se conoce con la inteligencia, sino que hay un conocimiento más profundo que es el conocer con hábitos como el de sabiduría que es superior a la inteligencia y a la voluntad. El binomio razón-voluntad pertenece al “yo” o alma, mientras que la libertad, la sabiduría y el amor pertenecen a un nivel superior que es la persona. La persona, continúa Polo, es libertad al ser un ser co-existente que ha sido creado directamente por el Creador. Esa libertad personal es tan potente que incluso puede decidir cortar la relación con su Creador, entonces la criatura no acepta el don del Creador. No quiere ser su hijo y busca su réplica en cosas del universo, que, si no rectifica, le llevarán a la más absoluta soledad.

 El conocer intelectual mira hacia abajo, para adquirir los medios necesarios para vivir y dominar el universo que habita. Su conocimiento, que es actividad, acto, objetiva mediante la abstracción y capta un objeto que posee. Esa es la actividad mental que Leonardo Polo denomina como “límite mental” cuando nos quedamos en el objeto como final de la operación de conocer.

Sin embargo, el conocer habitual mira hacia arriba, hacia su intimidad personal y hacia su Creador. No necesita de la inteligencia ni de la voluntad para conocer. Conoce directamente mediante el hábito de la sabiduría, así como nosotros conocemos ya desde el seno materno que quien nos habla es nuestra madre o nuestro padre.

 Esto nos acerca a la intimidad de María, que, siendo una niña hebrea que tuvo un desarrollo como cualquier mujer hebrea de su edad, conocía con su inteligencia lo que conocerían las mujeres de su entorno, pero que en su intimidad hablaba directamente con su padre Dios.

María no tuvo ninguna ventaja en su conocimiento intelectual por el hecho de tener un conocimiento habitual de su padre Dios. No pudo aprender a escribir hebreo sin que nadie se lo enseñase y en Nazaret no había escuelas. Además, las niñas judías no iban a las escuelas. Tampoco pudo aprender a leer hebreo, igual que sus amigas u otras niñas. Las mujeres israelitas comenzaban su entrada en las sinagogas a los trece años. Allí conoció a un joven, un tal José hijo de Jacob de la familia de David, que traducía y comentaba la escritura. Y se enamoró.

 María se expresaba en arameo y rezaba en arameo. Conocía a las gentes de Nazaret y a sus parientes de Judea, como su prima Isabel, con la familiaridad correspondiente. Del universo, no conocía aquello que no entraba por sus sentidos, igual que nosotros. Conoció la historia del pueblo de Israel y la promesa a Abraham, a través de la Torá en la sinagoga, de la tradición judía y de las oraciones que rezaría con sus padres, Joaquín y Ana.

Entonces ¿qué significa que María no tuvo pecado original? Significa que nosotros ponemos mucho esfuerzo, dedicamos mucha capacidad de nuestro cerebro a las cosas de la tierra que tienen que ver con nuestro vivir, con nuestro tener y poco tiempo a lo que somos. María dedicó todo su esfuerzo a su padre Dios.

Significa que Ella ejercía el hábito de sabiduría continuamente para estar pendiente de su padre Dios. Estaba en continua presencia de Dios y consideraba en su corazón todo lo que acontecía a su alrededor a la luz de la Sabiduría. Mantenía un conocimiento tan profundo de su padre Dios que lo amaba intensamente con un amor personal. Amor donal que rebosaba hacia su padre Dios y que era notorio para sus parientes y amigos por ese querer generoso hacia los demás.

El no tener pecado original no la libró de todo lo que como persona humana le correspondía. Tuvo hambre, sueño, sed, incomprensiones, etc. Pero nunca salió de su corazón dulcísimo nada que contrariase los deseos de su padre Dios. Su yo, su alma, seguía fielmente los deseos nacidos en su intimidad. Ahí no había dudas o sombras ni rebeliones de la voluntad. 

El pecado original incide en nuestra naturaleza, no en nuestra intimidad personal donde nadie puede entrar sino sólo Dios. Su secuela está en la inteligencia y en la voluntad, con el límite mental que no nos facilita el conocimiento habitual. Y si no entablamos una relación personal con Dios, entonces nos quedamos en nuestras cosas de la tierra, que nos ocupan nuestro yo, y por lo tanto nos olvidamos de nuestro padre. Como el hijo de la parábola.

El conocimiento personal y el amor personal sólo salen del fondo de nuestro corazón, no de nuestra razón ni de nuestra voluntad. Nuestra fría razón no añade nada al Señor. La aceptación de su don, eso es lo que Él quiere: “Dame hijo mío tu corazón”. Y eso sólo se da con la sabiduría.