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Por Domingo Aguilera. Diciembre 2022

Hasta el siglo XIII muchos teólogos pensaron que María fue concebida con el pecado original y que posteriormente, como Juan Bautista, fue sanada en el vientre materno. Incluso así lo expresa Tomás de Aquino diciendo “si el alma de la santísima Virgen María no hubiera estado nunca manchada con el pecado original sería en detrimento de la dignidad de Cristo, salvador universal de todos.” (STh III, 27, 1 ad 2)

Fue un franciscano, Juan Duns Scoto, quien puso las bases de esta expresión “Dios podía crear a la Virgen en el estado de pureza original; era conveniente que fuese así; por tanto, lo hizo”. (En realidad fue Eadmero, en su tratado sobre la Virgen María quién primero puso por escrito esta expresión)

Pero continuemos. Además de esta poderosísima razón, hay otra que tiene que ver con el mismo Jesús. Según san Agustín, El Hijo no podía estar en contacto directo con el pecado. Lo estará indirectamente a través de la naturaleza humana que asumirá totalmente para romper definitivamente la esclavitud del pecado de toda la humanidad. Esa es la enorme tensión, entre sus dos naturalezas, que mantuvo Jesucristo en su persona divina durante toda su vida en la tierra, hasta la donación total. Podemos recordar aquí la oración en el huerto, cuando su Padre le hace ver directamente toda la podredumbre que tiene que asumir y las gotas de sangre que brotan de su naturaleza.

Y añado una razón más: La concepción de María es el verdadero comienzo del Nuevo Testamento. Es el comienzo en el tiempo, de la redención de toda la humanidad, el cumplimiento del protoevangelio en el cual la Mujer aplastará la cabeza de la serpiente. Que, junto con el libro del Apocalipsis, donde la Mujer vence a la serpiente, nos muestra el final victorioso del camino de la Mujer. Por lo tanto, la Mujer no estuvo ni estará nunca bajo el dominio de la serpiente; es decir: bajo el dominio del pecado, que es la muerte. Si el Nuevo Testamento es el comienzo de la redención, esto supone un corte radical con el orden antiguo que sólo Dios puede realizar y por lo tanto en él ya comienza una nueva era para toda la humanidad, por lo que los actores elegidos por Dios ya pertenecen a este nuevo orden, siendo los instrumentos preparados por el Espíritu Santo para ser los adecuados para esta misión.

Finalmente, un detalle que puede parecer sin importancia. El hombre había sido creado para que no muriera y que viviera feliz en Edén. María es la única criatura humana que no teniendo pecado original asume la plenitud de la raza humana. Ella es radicalmente Mujer.

Aquella jovencísima criatura, ese bebé, fue la única persona humana que cumplió total y completamente el querer del Creador, estando dotada de la máxima plenitud personal creada.

Y según leemos en el Génesis, Adán y Eva fueron las primeras personas creadas en beatitud, aunque ellos rompieron ese estado. Por lo tanto, María fue la primera y única criatura que cursó toda su vida según el modelo original de Dios Padre para la criatura humana. La pureza personal más completa. Por lo tanto, su naturaleza humana estuvo dotada de los dones preternaturales como los de Sabiduría, Integridad, Inmortalidad, Impasibilidad y perfecto dominio sobre los animales.

El lector seguro que ya habrá advertido que todo esto fue posible por la anticipación en el tiempo de los méritos de su Hijo. El único Salvador.

Aunque varios autores afirman que María no podía ser más que su Hijo y que por lo tanto debía pasar por la muerte, por piedad filial, todo lo anterior me lleva a considerar que María no conoció la corrupción, sino que pasó de la dormición directamente al cielo en cuerpo y alma como le correspondía por ser la Mujer. Primero fue mujer y después esposa y madre.

En 1854 se proclamó esta verdad de la Inmaculada Concepción como dogma de fe. Fue el 8 de diciembre cuando Pío IX mediante la Constitución Ineffabilis Deus lo proclamó solemnemente: “La Santísima Virgen María, desde el primer instante de su concepción, por una gracia especial y por privilegio de Dios omnipotente, y en vistas a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano, ha sido preservada inmune de toda mancha de pecado original”.

Cuatro años más tarde en una pequeña gruta del pirineo francés la Virgen se aparece a una joven pastora de catorce años y le dice “yo soy, que era, la Inmaculada Concepción”. Bernadette Soubirous, la vidente, no entiende estas palabras, nunca las había oído, ni tampoco sabía nada de lo que había ocurrido en Roma.

Es en ese momento tan sublime de su Concepción Inmaculada, cuando se establece una relación directa entre la Mujer y el Espíritu Santo. Relación que contempló san Maximiliano M. Kolbe con estas palabras “El Espíritu Santo actuando como Inmaculada Concepción Increada y María actuando como Inmaculada Concepción Creada

María quería grabar en nuestros corazones esta gran noticia a través del corazón de una joven sin letras. Lo grabó a fuego en santa Bernardita.

La explosión del Espíritu.