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Daniel Esparza - publicado el 05/04/24

El título griego de la Virgen, María Panagia Gorgoepikoos, "La que es rápida para oír", resuena con una profunda invitación a escuchar.

Entre las ricas y variadas expresiones de la devoción mariana, el título griego Panagia Gorgoepikoos, «La que es pronta para oír», resuena con una profunda invitación: la invitación a escuchar.

Es un recordatorio de que la actitud religiosa fundamental no reside en el discurso o la acción exterior, sino en la escucha profunda y receptiva. En un mundo impulsado por la visión, en el que las pantallas están omnipresentes, las Escrituras (tanto la Biblia hebrea como los Evangelios) animan a la gente a escuchar.

Tanto la exhortación hebrea «¡Shemá!» como la frase evangélica «El que tenga oídos para oír, que oiga» apuntan a la condición misma de la posibilidad de conocer lo divino: Invitan a los creyentes a escuchar, y a escuchar con atención.

La misma palabra «obediencia», tan central en la vida religiosa, contiene la esencia de la escucha. Su raíz latina, ob-audire, significa simplemente eso: escuchar. La verdadera obediencia, por tanto, no consiste solo en cumplir o actuar.

María, la que escucha y acepta

Se trata de cultivar una profunda receptividad a lo divino, una disposición a dejarnos formar por una voz que va más allá de la nuestra.

La Panagia Gorgoepikoos encarna este arquetipo de la escucha. La tradición describe a María como una mujer profundamente en sintonía con lo divino; su «sí» en la Anunciación es un modelo de entrega al plan susurrado de Dios.

En las leyendas del icono milagroso de Gorgoepikoos, María suele responder con rapidez a las súplicas sentidas de monjes o marineros. No solo es rápida para escuchar, sino también para responder, demostrando que escuchar y actuar van de la mano.

El milagro

En el monasterio de Docheiariou, en el Monte Athos, reside un venerado icono de Panagia Gorgoepikoos. La leyenda cuenta que un mayordomo del refectorio, Neilos, se paseaba habitualmente junto al icono con una antorcha humeante. Un día, una voz le advirtió que no oscureciera la imagen. Al hacer caso omiso de la advertencia, el monje quedó ciego: no le hizo caso.

Arrepentido, Neilos rezó sin cesar ante el icono, suplicando perdón y curación. Sus plegarias fueron rápidamente escuchadas cuando una voz emanó de la imagen, devolviéndole la vista. La voz proclamó además a la Virgen María como «Gorgoepikoos«, prometiendo ayuda rápida a quienes buscaran su protección.

La noticia de este milagro se extendió por todo el Monte Athos, y el icono se convirtió en destino de peregrinación. El corredor se transformó en capilla, y un sacerdote-monje dedicado atiende ahora a los peregrinos que buscan la intercesión de la Virgen María.

Escucha rápida pero no precipitada

Ahora bien, la rapidez de respuesta de los Gorgoepikoos no debe confundirse con precipitación. La verdadera escucha no consiste solo en registrar los sonidos, sino en discernir las verdades más profundas que encierran.

La legendaria respuesta de María a la escasez de vino en Caná lo ilustra. Sus instrucciones a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga», no apuntan a una solución precipitada, sino a una obediencia contemplativa nacida de su atención.

En nuestra propia vida espiritual, Panagia Gorgoepikoos nos invita a cultivar un corazón mariano. Es una llamada a silenciar nuestras voces interiores, a acallar los miedos y las distracciones, y a aventurarnos en una escucha profunda.

Es en esta escucha donde podemos encontrar la voz divina que nos ofrece guía, sabiduría y la fuerza para responder de verdad, con nuestros oídos y nuestras acciones.

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