Por Domingo Aguilera Pascual. Diciembre 2024
Hace unos 3600 años hubo un anuncio de Yahvé a un tal Abram comunicándole un nuevo escenario para él y para sus descendientes que él aceptó. Fue la Promesa que firmó en la carne y pasó a llamarse Abraham.
Transcurridos 1800 años desde aquél pacto, esa Promesa se hizo realidad. Todo el pueblo judío esperaba al Mesías como el Salvador definitivo. Esos 1800 años habían sido muy dolorosos, no encontrando nunca largos períodos de paz. Los profetas anunciaban que ya estaba muy cerca y Jerusalén bullía en conjeturas.
Por aquellos años el pueblo judío ya no tenía reyes y estaba dominado por los romanos cuando aparecido un gentil, amigo de los romanos, que se convirtió al judaísmo y que se llamaba Herodes.
Este tal Herodes era un tipo muy hábil, culto y con una gran personalidad, que construyó a los judíos un templo en Jerusalén, cuando a su regreso del exilio de Babilonia se lo encontraron destruido. Así que este hábil converso, compró su reinado a los judíos por unas cuantas monedas, con la aquiescencia de los romanos, que encontraron en él un buen interlocutor que les simplificaba mucho la gestión de las doce tribus que ocupaban ese territorio.
Herodes conocía muy bien a los judíos y conocía de su larga espera en un Libertador, por lo que estaba siempre atento a las noticias sobre ese futuro Rey que le quitaría su reinado. Tenía espías por todos los rincones.
A unos 150 Km de Jerusalén, en unas montañas despobladas había una pequeña aldea de apenas 200 habitantes que era muy ferviente, mayoritariamente esenios. Es en este pequeño escenario donde ocurre una serie de sucesos que pasan ocultos para todos. ¿Para todos? No.
Allí, en Nazaret, una doncella llamada María al cumplir 13 años entra en la sinagoga y encuentra a un joven llamado José, que tendría 18 o 19 años, leyendo y comentando las escrituras. En concreto José comenta el rollo de Isaías que habla del Emanuel. Ambos son muy piadosos y se descubren uno al otro como parte de esas promesas. José es de sangre real, descendiente directo de David, y se sabe buscado por Herodes. María, la hija de Joaquín y Ana es descendiente de Arón. Su padre Joaquín es rico al poseer muchos rebaños en Galilea y mantener una gran casa en Jerusalén, que usa principalmente cuando tiene que realizar el servicio sacerdotal. Es la conocida casa de Ana.
María y José se casan y siguiendo la tradición judía esperan un año para convivir en la casa que José debe construir para los dos. Pero algo ¿inesperado? se cruza en su vida. Según una tradición a María se le aparece un ángel cuando Ella va a por agua y la propone ser Madre del Mesías. Ella conoce las Escrituras a través de José, que ha pasado a ser más que su marido, su confidente. Esto es así, porque María fue descubriendo su vocación poco a poco, paso a paso. Ya ha descubierto que José es el compañero que Yahvé ha puesto en su vida, aunque todavía no sabe todo sobre su vocación.
Ahora ya sabe que ha sido elegida como Madre del esperado Mesías y le dice que SI. “Hágase en mi según tu palabra” y como buena esposa va corriendo a contárselo a su amado José. Ella espera que José se alegre con la venida del Salvador. Es más, Ella espera que José acepte lo que ya está en su seno.
Lo que ocurrió ya lo sabemos. “José, que era justo, decidió dejarla en secreto” (Mt. 1, 19). Es una crisis profunda en su matrimonio. María quedó desconcertada por el silencio de José y este entró en profunda meditación con Yahvé.
José meditaba profundamente las Escrituras y así como Moisés visitaba la zarza ardiendo para hablar con Yahvé, él lo hacía en lo más profundo de su ser, “en sueños”.
No sabemos cuánto tiempo pasó entre ese encuentro de María con José y el siguiente encuentro de José con María, pero no fue mucho, quizás una noche. Lo que sí sabemos es que, en ese intervalo, otro ángel visitó a José y le dijo: “José, Hijo de David, no temas tomar a María como esposa porque lo que ha concebido en su seno es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús”. (Mt. 1, 20-22)
“Y José la recibió en su casa” (Mt 1, 24). Nadie se dio cuenta de este detalle, excepto sus parientes que rompieron sus relaciones con José al enterarse de que este no había guardado la costumbre de esperar un año para recibir a María en su casa. Todo su prestigio de hombre honrado queda por los suelos y así sus parientes no le recibieron cuando bajó a Belén a empadronarse.
Ahora se sabría que el descendiente directo de David, andaba por Belén y Herodes se puso en marcha. Mandó matar a todo varón de dos años para abajo y se puso a buscar a José.
Sangre inocente derramada y un viaje forzado al exilio, fueron los primeros pasos del Salvador, que recorrieron sus padres en sus carnes, mientras el Niño dormía plácidamente en los brazos de María y José.
Atrás quedaban los pastores, los Magos y su casa de Nazaret.
¡¡¡Feliz Navidad!!!