Esta web usa cookies operativas propias que tienen una pura finalidad funcional y cookies de terceros (tipo analytics) que permiten conocer sus hábitos de navegación para darle mejores servicios de información. Si continuas navegando, aceptas su uso. Puedes cambiar la configuración, desactivarlas u obtener más información.

Por Domingo Aguilera. Septiembre 2024

Para el católico de “a pie” la Co-redención de María no es un problema. Si también nosotros podemos colaborar con Jesucristo en la Redención, es normal que María también lo sea y con mayor motivo.

No es este el concepto de Co-redención que tienen los teólogos, que por supuesto admiten como algo bueno para la piedad la Co-redención subjetiva, sino que plantean la cuestión de manera más concreta: Si María recibe de su Hijo la redención o si la recibe con su Hijo.

Planteada así la cuestión ya no es tan fácil asentir como con el corazón de un hijo hacia su Madre. Todos nos enfadaríamos si alguien nos dice que María no es Co-redentora, pero en este caso nuestra respuesta debería estar basada en la Escritura, aparte de que pongamos más o menos énfasis en ello.

No es falta de cariño hacia la Madre si no podemos responder de forma adecuada a la pregunta anterior. Además, en este caso, el Magisterio ya ha formulado en el Concilio Vaticano II, Lumen Gentium número 62, que el único Mediador entre Dios y los hombres es Jesucristo. Por supuesto que la Iglesia favorece la piedad mariana y celebra la fiesta, auspiciada por Pio XI, de María Medianera de toda la gracia el 8 de mayo en España y en algunos otros lugares el 31 de mayo, no siendo una memoria obligatoria, pero sólo si hay un fundamento claro en la Escritura podría expresarse esta prerrogativa como dogma universal para toda la Iglesia.

Reconocer a María en toda su grandeza es un deber de sus hijos hacia Ella y por lo tanto es algo grande y bueno para todos los católicos y muy bueno para toda la humanidad. Se seguirán grandes bienes para toda la Iglesia y para la humanidad. Eso es seguro, pero ceder a los sentimientos no es suficiente para poder definirlo como dogma de fe.

En estos dos artículos se propone un posible fundamento teológico, distinto de los hasta ahora planteados, como base teológica para este quinto dogma mariano.

Para ello es necesario conocer los acontecimientos que precedieron a esta formulación.

UN POCO DE HISTORIA

“El movimiento mariano tendente a una definición de un dogma sobre la mediación universal de María comienza en 1915 con el envío a la Sana Sede de peticiones en este sentido, donde recientemente se han encontrado las del cardenal Mercier, que fue el gran promotor de esta advocación.

La proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de María en 1854 abrió las puertas a otros que estaban latentes esperando su futura declaración, como fue el de la Asunción de la Madre de Dios en cuerpo y alma a la gloria celestial en 1950 por Pio XII.

Toda esta actividad era patente en los primeros años del siglo XX, donde ya había muchos teólogos divididos, con relación a esta propuesta de la mediación universal, focalizando la causa en la unión de María con su Hijo en la Cruz unos y en su misión de Madre de Dios en la Iglesia otros”.  (Entresacado del artículo publicado por el autor en la Revista de Estudios Filosóficos Polianos en su número 13, bajo el título “La Epistemología de Leonardo Polo como fundamento de una nueva mariología Corredentora”) p.123.

https://revistaestudiosfilosoficospolianos.wordpress.com/wp-content/uploads/2024/07/polo-revista-nro13-junio-2024-rev.pdf 

Así aparecen dos posturas irreconciliables entre sí, llegando a mantener reuniones tan agrias que el propio Pio XI tuvo que resolver prohibiéndolas.

El posicionamiento mariológico de los teólogos antes del Concilio Vaticano II finalmente se puede resumir en tres corrientes:

  1. La primera sostiene que en modo alguno existe una cooperación inmediata, sino sólo una cooperación remota, que surgió cuando María dijo “sí” a la Encarnación.
  2. La mayoría sostenía que hubo una cooperación activa inmediata. Por ejemplo, Karl Rahner declaró, después de mantener otra tesis:” Existe una cooperación verdadera y, en cierto sentido que se deberá precisar más, realmente inmediata en la Redención objetiva”.
  3. La tercera vía sostenía que sólo hubo una cooperación inmediata receptiva en Mará cuando asumió junto a la Cruz los frutos de la Redención”. 

 EL CONCILIO VATICANO II

Cuando Joseph Ratzinger entra en el seminario existía una corriente mariana clásica y muy piadosa que, con el lema “por María hacia Jesús”, tenía gran raigambre en su Baviera natal, pero pronto aparece otra que intenta fijar más radicalmente la figura de Jesús bajo el lema “por Jesús al Padre”, que siendo más cristológica coincide en mayor medida con las otras confesiones. Esta novedosa corriente se desarrolló con mayor rapidez e inclinó la balanza hacia la figura de Cristo.

La cuestión de si María recibe de Cristo la redención o si la recibe junto con Él, se resuelve en primera votación por muy pocos votos a favor de la segunda, quedando dividida en dos bloques iguales la asamblea. Situación no deseada para nadie. Tras realizar unos cambios en el texto propuesto sale por mayoría muy cualificada la primera opción que es la redacción actual.

El Concilio, en la Constitución Dogmática Lumen Gentium número 62, proclamó al respecto que, “por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual, sin embargo, ha de entenderse de tal manera que no reste ni añada a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador”.

Esta afirmación tan rotunda y clara, zanjó de forma definitiva la cuestión de la Co-redención de María, relegándola a una cooperación subjetiva.

Por otro lado, la Constitución Lumen Gentium está plagada de referencias a María, incluso introduce una advocación nueva con el título de Hija de Sión, que une el Antiguo con el Nuevo Testamento. En este tiempo la Iglesia mira al Antiguo Testamento con más intensidad y se intensifica el diálogo ecuménico con otras confesiones como la anglicana y la luterana, entre otras. Es precisamente este diálogo el que impide tratar de forma directa la Co-redención de María como el quinto dogma que culminaría los otros cuatro, pero que, efectivamente plantearía una barrera para ese diálogo.

En los años posteriores toda la mariología se revisa en función del Antiguo Testamento y se enriquece en esa fuente, relegando a un segundo plano la otra corriente más clásica y tradicional que hiere más profundamente la sensibilidad luterana.

Pero el abuso del Antiguo Testamento como única o principal fuente de la mariología dio como fruto un empobrecimiento de esta, puesto que no sólo la razón es fuente de conocimiento, sino que hay otras fuentes, siendo claro que el amor de una madre va más lejos de lo que es meramente razonable y por eso conoce mejor a su hijo.

Podríamos acabar aquí y dar por zanjada esta cuestión, que sería la postura más conservadora, si no fuese por esa duda que planteamos en este artículo. Porque si hubiese algún otro planteamiento que, sin menoscabar la mediación universal de Cristo, devolviese a María su condición de Co-redentora necesaria, creo que entonces el no hacerlo sería un mal mayor.