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Jaime Septién - publicado el 08/02/23

El Real Monasterio de Santa María de Guadalupe situado en la provincia española de Cáceres, va a "hermanarse" con la Basílica de Guadalupe, en Ciudad de México

«Diez años después de conquistada la Ciudad de México, cuando ya estaban depuestas las flechas, los escudos, cuando por todas partes había paz en los pueblos, así como brotó, ya verdece, ya abre su corola la fe, el conocimiento de Aquél por quien se vive: el verdadero Dios.

«En aquella sazón, el año 1531, a los pocos días del mes de diciembre, sucedió que había un indito, un pobre hombre del pueblo, su nombre era Juan Diego, según se dice, vecino de Cuautitlán, y en las cosas de Dios, en todo pertenecía a Tlatelolco».

Es la parte primera del Nican Mopohua, el relato del acontecimiento guadalupano que sigue conmoviendo a la cristiandad de México, de América y de buena parte del mundo. Escrito por el indígena Antonio Valeriano (uno de los primeros discípulos del Colegio de la Santa Cruz, fundado por los franciscanos), es el poema fundacional de una nueva nación.

Desde el principio del relato se deja ver la hazaña de la «morenita del Tepeyac», como le llamaba cariñosamente san Juan Pablo II: la unión de dos pueblos que diez años antes habían librado batallas de una crueldad extraordinaria. Hoy se propone al mundo como una señal luminosa de paz.

En este sentido, el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe situado en la provincia española de Cáceres, va a «hermanarse» con la «casita» que pidió la Virgen al primer obispo de Nueva España, fray Juan de Zumárraga, a través de Juan Diego Cuauhtlatoatzin: la Basílica de Guadalupe, en Ciudad de México

«Queremos vivir esta experiencia que nos une en un solo corazón, México y España, y que nos ayuda a vivir con gozo este hermanamiento que queremos que sea para la evangelización y para que estos dos lugares tan significativos se unan con un objetivo común, el amor a Dios, a través de su madre, la Santísima Virgen y a través de la evangelización de tantos lugares de la tierra que necesiten conocer al Señor que tanto nos ama», dijo a Vatican News, Francisco Cerro Chaves, arzobispo de Toledo y primado de España.

En la ceremonia de hermanamiento estará presente el arzobispo primado de México, sucesor de fray Juan de Zumárraga, Carlos Aguiar Retes. En declaraciones al mismo medio vaticano, Aguiar Retes recordó que «es la misma Madre la que ha querido estar en distintas partes, bajo diferentes advocaciones». 

La firma del hermanamiento entre el Real Monasterio español y la Basílica mexicana se realizará el 13 de febrero como fruto del Año Jubilar Guadalupense. En este mismo tenor se encuentra la construcción de una capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe, en el Campo de los Pastores, a pocos kilómetros de la ciudad de Belén.

«Es una sencilla construcción, que a modo de Jaima – refirió el arzobispo de Toledo – acogerá a más de 100 peregrinos que deseen celebrar allí la Santa Misa, teniendo como fondo un precioso panel de cerámica de Talavera de la Reina y de Puente del Arzobispo, en el que se representará la aparición de la Virgen María al pastor Gil Cordero».

Con todo esto, se sigue cumpliendo con la petición que hizo la Virgen aquel diciembre de 1531 a Juan Diego y que, hermosamente, se reproduce en el Nican Mopohua:

–Sábelo, ten por cierto, hijo mío, el más pequeño, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, el creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación, el dueño del cielo, el dueño de la tierra. Mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada. En donde lo mostraré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto. Lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación.

Porque yo en verdad soy vuestra madre compasiva, tuya y de todos los hombres que en esta tierra estáis en uno, y de las demás variadas estirpes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que confíen en mí. Porque allí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores.

Y para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa, anda al palacio del obispo de México y le dirás cómo yo te envío, para que le descubras cómo mucho deseo que aquí me provea de una casa, me erija en el llano mi templo.

Todo le contarás, cuanto has visto y admirado, y lo que has oído y ten por seguro que mucho lo agradeceré y lo pagaré, que por ello te enriqueceré, te glorificaré; y mucho de allí merecerás con que yo retribuya tu cansancio, tu servicio con que vas a solicitar el asunto al que te envío. Ya has oído, hijo mío el menor, mi aliento, mi palabra; anda, haz lo que esté de tu parte.