Por Domingo Aguilera Pascual. Mayo 2024
Con esta invocación le pedimos a la virgen María que nos conceda la participación en la alegría trascendental, en aquella alegría que supera incluso los grandes sufrimientos morales, como los sufrimientos que tuvo que superar Jesucristo en la Pasión.
Paras entender esto hay que tener en cuenta dos cosas:
- que la Pasión es inseparable de la Resurrección y de la Glorificación, formando las tres un único acto redentor y
- que Dios es la pura alegría.
Según Leonardo Polo, “la alegría trascendental, es propia, sin duda, de la generación del Hijo. Se puede decir incluso que Dios es el inventor de la alegría en tanto que la extiende a la creación, sobre todo, en cuanto que la vida creada es también generativa. No cabe alegría mayor que la generación eterna del Hijo”. Polo L. “Epistemología, Creación y Divinidad”.
Si la alegría proviene de la generación, las madres y los padres son muy felices cuando viene al mundo un hijo suyo y esa alegría es muy superior a la que proporciona la posesión de bienes materiales o el disfrute de lo que proporciona el mundo.
Esto en María es evidente al aceptar ser madre de Jesús, porque lo engendró por obra y gracia del Espíritu Santo y lo engendró como el Salvador y Redentor del género humano. La alegría de María fue doblemente plena: como Mujer (la Mujer del Génesis y del Apocalipsis) y como Madre, al ser la verdadera madre del Salvador.
María fue alegría desde el instante de su Inmaculada Concepción, porque desde ese instante es hija de Dios Padre. Ella lo conoce desde el seno materno con los hábitos innatos, como el hábito de los primeros principios y el hábito de la sabiduría reforzado con el don de la Sabiduría y lo expresará para los demás, cuando llega al uso de razón, en la adolescencia. La joven Miriam rebosa alegría.
Pero no solamente fue alegría durante toda su vida, sino que además la donó a todo el género humano cuando Ella, al pie de la Cruz, recibió de su Hijo la Iglesia como un don que Ella, al aceptarlo, nos aceptó en la Iglesia como hijos suyos. Por lo tanto, comunica esa alegría a todos los miembros de la Iglesia.
Hay un detalle que conviene tener en cuenta. Las palabras de aceptación de la Redención, por parte de María, fueron “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.
Que María se muestre como la esclava del Señor, significa que su intimidad personal se identifica con la de su Hijo a semejanza de la persona del Hijo con su Padre, o lo que es lo mismo, entra en el acto Redentor como Co-redentora. Si la Redención es un acto de aceptación del Hijo hacia su Padre, la aceptación de María como Madre del Hijo de Dios, al ser total, la convierte en co-redentora y su alegría por brotar directamente de la santísima Trinidad, es máxima.
Así sí que, después de la Resurrección, podemos afirmar que María, al habernos engendrado como Iglesia, es la causa de nuestra alegría. Ahora es María quién nos comunica aquellas dos primeras palabras del mensaje que recibió del ángel: No temas María y alégrate: alegraos conmigo porque Dios ha resucitado para siempre. Alegraos y no tengáis miedo, la muerte ya no triunfa en vosotros. Yo soy vuestra madre.
Ella es la causa de esa alegría que el mundo no puede quitarnos y que Ella quiere comunicar a todos. Comunicar la alegría de la Resurrección, ese es el camino de evangelización que nos muestra María para todos los hombres.
Lo contrario de la alegría no es la soledad, ni el dolor, ni la falta de medios, ni la enfermedad. Lo contrario es la tristeza. Es considerarnos a nosotros como la causa de nuestra alegría y entonces esta desaparece.
Santa María, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.