Giorgio Marengo, italiano, religioso de los Misioneros de la Consolata y de 48 años, es el cardenal más joven de la Iglesia, ascendido a la púrpura el pasado 27 de agosto, solo dos años después de ser ordenado obispo y encargado de la prefectura apostólica de Ulán Bator, capital de Mongolia. En un país de 3,2 millones de habitantes, solo 1.400 son católicos, y viven historias como la singular celebración de la Navidad recogida por Asia News. Vinieron desde todo el país para conmemorar juntos el nacimiento de Jesús... a 20 grados bajo cero.
Una Virgen en la basura
"Comenzamos nuestra Navidad el 8 de diciembre. Todos juntos. Consagrando Mongolia a la Virgen, ante la imagen de la Inmaculada que fue hallada entre la basura", explica el cardenal Marengo. La talla la descubrió, en un vertedero al norte del país, una mujer no cristiana, madre de once hijos, que tenía algún contacto con las misioneras de la Madre Teresa, presentes en Mongolia.
"Mientras revisaba la basura que había arrojado un camión, como hacen los pobres en todas las latitudes, dio con un extraño envoltorio de tela. Al abrirlo", cuenta el purpurado, "se encontró ante esta hermosa estatua de madera de la Inmaculada Concepción, de 62 cm de altura, muy fina. Sin saber qué era, la mujer se la llevó a su casa y dijo: esta hermosa dama ha querido venir a mí... Hasta que las monjas, cuando fueron a visitarla, vieron la imagen y le preguntaron de dónde venía".
Durante unos años, la estatua permaneció en la oficina parroquial. "Yo me enteré de todo esto el año pasado", afirma Marengo, “y en ese momento pensé: la Virgen quiere decirnos algo. Fui al lugar, conocí a la señora. Después, el 25 de marzo -en la fiesta de la Anunciación- trasladamos oficialmente la estatua a Ulán Bator con la idea de entronizarla en la catedral, para que fuera más conocida y venerada por todos".
Así se llegó a la celebración del 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción, que también estuvo acompañada de otro gesto significativo: se le pidió a los 1400 católicos mongoles que enviasen un trozo de tela con algún significado particular para ellos, acompañado de una oración. Con todos los trozos se confeccionó un manto, que le fue ofrecido a la Virgen por todas esas intenciones.
Gratitud por el fruto de una semilla bien plantada
"Fue un momento precioso, muy emotivo", dice el prefecto apostólico de Ulán Bator, como emblemático de todos los fieles de una Iglesia que nació tan recientemente como 1992. Es una Iglesia pequeña pero muy viva, lo que va a permitir celebrar misas navideñas para numerosas comunidades, y un nuevo encuentro al día siguiente (San Esteban) con todos los misioneros y colaboradores laicos. Se hará asimismo un belén viviente preparado por los jóvenes.
El cardenal Marengo expresa una "enorme gratitud que sentimos por todo lo que ha sucedido en estos treinta años de nuestra Iglesia: es una pequeña semilla que en un tiempo relativamente corto ya ha dado frutos. Gratitud, también, por la entrega de monseñor Wenceslao Padilla [el anterior prefecto apostólico, de origen filipino, fallecido en 2018] y por la de tantos otros misioneros y misioneras. Pero también un espíritu de compromiso para echar raíces cada vez más profundas, para descubrir cada vez más a este niño que ha nacido por nosotros. Nos recuerda el realismo de la encarnación: el pesebre es el lugar donde el niño Jesús fue colocado para ser nuestro alimento en la Eucaristía. Es el Señor, que permanece aquí entre nosotros".