El médico Paul Njeim vio en sueños cómo debía ser el rosario más grande del mundo. Ya se ha hecho realidad en una región del Líbano marcada por la crisis
«Fue la misma Virgen María quien dio importancia a esta región», asegura Hanna Rahmé, obispo maronita de Baalbek-Deir al Ahmar, al noreste del Líbano. Su diócesis, casi un tercio del país, además del monasterio excavado en roca de san Marón —siglo IV—, alberga el santuario de Nuestra Señora de Bechouat. Y, ahora, el rosario más grande del mundo, promovido por la asociación Rosario de Protección y Salvación y por la Orden Libanesa Maronita.
Esta congregación llevaba tiempo intentando establecerse en Deir al Ahmar. Finalmente, Dios «desveló a través de la Virgen el tipo de misión que esperaba», explica Charbel Kayrouz, recién nombrado consiliario del proyecto. Fue en 2006, cuando él y otro religioso acompañaron a un grupo de laicos al santuario bosnio de Medjugorje. Allí uno de ellos, el médico Paul Njeim, «vio en sueños el Gran Rosario con su cruz y su iglesia». Lo cuenta el sacerdote, pues él es totalmente reticente a relatar su experiencia.
Kayrouz y su compañero aconsejaron al grupo de peregrinos poner en marcha la asociación y comenzaron juntos un camino de discernimiento y oración, alimentado por el rosario y la adoración al Santísimo. «Las autoridades eclesiásticas aceptaron» el proyecto fijándose «en los frutos espirituales» en este grupo, y porque «la idea en sí es brillante», sin profundizar en su origen.
«A quien le pide detalles sobre sus sueños, Njeim le responde: “Ve al Gran Rosario, mira, reza y entenderás”». Cada cuenta es una capilla, y «pasando de una a otra se rezan los cinco misterios». En las que corresponden a un padrenuestro hay un confesionario. Lo remata una gran cruz, llamada de la Resurrección, sobre una capilla de adoración perpetua. El complejo, en el que también hay un anfiteatro, una casa de espiritualidad con su iglesia, el convento de los religiosos y un edificio de servicios, pretende ser «una casa de sanación espiritual y una escuela de oración».
Kayrouz cree que esta iniciativa es «algo nuevo» en la historia de colaboración entre consagrados y laicos en la Iglesia maronita. Fueron estos últimos, la mayoría casados, quienes «llamaron a los consagrados a fundar juntos una misión cuya magnitud aún no podemos valorar». Unos acompañan espiritualmente, y otros aportan su conocimiento como arquitectos, juristas, técnicos… En un Líbano «todavía amenazado por las lágrimas» y en un Oriente Medio sumido en grandes retos, «vemos en esta misión un nuevo espacio de esperanza, fe y caridad». De hecho, el monje explica que el nombre de Rosario de Protección y Salvación se debe a que Njeim cree que «el Gran Rosario será el medio por el cual la Virgen protegerá y salvará al Líbano».
El país se halla en un «estado catastrófico» por la crisis que sufre desde 2019. Los derechos humanos «son pisoteados por los políticos y el mundo cierra los ojos», recuerda el obispo Rahmé. Esta región, el valle de la Becá y su entorno, están especialmente «desatendidos y abandonados». En la zona coexisten 500.000 libaneses y 400.000 refugiados de la cercana Siria. «Estamos contentos de ayudarles», pero «su situación es mejor que la de los libaneses», pues reciben más ayuda. En la diócesis «trabajamos día y noche» para sostener a la gente. Ofrecen alimentos, atención sanitaria y educación a 2.500 familias. «Pero las necesidades se agravan y sin solidaridad y la providencia de Dios sucumbiríamos».
En este contexto, es difícil de prever cuándo estará terminado el Gran Rosario, explica Kayrouz. «Depende de la financiación». El apoyo entusiasta de la población cristiana local no basta. En Deir al Ahmar hay 140.000 cristianos, de ellos 80.000 maronitas. «Su presencia es muy importante», asegura el obispo, pues son un elemento de moderación.
Mohamed vio a la Virgen
Pero el proyecto no pierde de vista a los musulmanes. No podría ser de otra forma, visto el antecedente del cercano santuario de Bechouat, muy frecuentado por seguidores de Mahoma. Fue el niño jordano Mohamed Hawadi, de 9 años y familia islámica, quien el 21 de agosto de 2004 dijo haber visto cómo la imagen actual de María, donada un siglo antes por un jesuita francés, hacía la señal de la cruz y le sonreía. Según su relato, la Virgen le anunció además que «habrá mucha sangre», exhortándole a que animara a la gente a rezar por la paz. En los meses siguientes se produjeron varias curaciones milagrosas sobre las que «la jerarquía de la Iglesia se mantiene cautelosa, como de costumbre», explica Rahmé. Hasta la pandemia, el santuario recibía miles de peregrinos cada semana, también extranjeros. Ahora son muchos menos, porque «20 litros de gasolina valen medio salario».
Pero los que van, «es bastante normal que vengan también al Gran Rosario», concluye el religioso Kayrouz. No quieren competir con el que, para el obispo, es el «centro de gravedad» de la vida diocesana. Pero sí creen que pueden «completarlo y consolidar su misión y servicio», como «una especie de extensión».
María Martínez López