Inma Álvarez - publicado el 10/09/22
La "parroquia virtual venezolana" nació como respuesta al dolor de los venezolanos emigrantes por la crisis que vive su país, y hoy agrupa a miles de personas alrededor de su patrona
El 11 de abril de 2002, una manifestación contra el régimen de Hugo Chávez en Puente Llaguno, Caracas, fue disuelta a tiros. Murieron 19 personas y fueron heridas más de un centenar.
Para entonces, muchos venezolanos, especialmente ingenieros, médicos e intelectuales, habían optado por salir del país, porque sentían mermar cada vez más sus libertades. Los sucesos de Puente Llaguno cayeron como un mazazo para ellos, aún en la distancia; pues entre las víctimas había parientes y conocidos.
Es el caso de Laura María Celis y su esposo Alan Black, que con su familia hacían música en su parroquia en Caracas, y que llevaban un año en Houston (Texas), la capital de la energía de América. «Ante esa masacre, buscamos un espacio espiritual donde poder consolarnos mutuamente. Así llamamos a la puerta en la Arquidiócesis de Galveston-Houston», explica.
El entonces responsable del Ministerio Hispano de la diócesis, Jorge Delgado, les puso en contacto con un sacerdote venezolano, Rafael Dávila Useche, misionero Maryknoll; casualmente estaba cuidando a su anciano padre, el cónsul honorario de Venezuela en Houston. Celebraron una primera misa en la Capilla Warren, solo para 25 familias.
Respuesta al dolor
Acompañados de una imagen pequeñita de la Virgen de Coromoto, un cuatro para cantar música venezolana, y con un sacerdote hablando «en venezolano», les hizo sentir que la Capilla era un pedacito de Venezuela.
La experiencia fue tan sanadora e integradora que decidieron repetirla, y así surgió la primera Misa Coromotana en septiembre de 2002, el grupo de oración en internet; la primera Misa de Aguinaldos con recolección de juguetes para niñitos migrantes… y la oración se convirtió en el espacio de encuentro.
Y desde entonces, ha nacido una realidad pastoral inesperada: miles de venezolanos en la diáspora, que viven intensamente su fe católica y sus tradiciones, incorporándolas y adaptándolas a las realidades en las que viven. En Europa, en Oceanía, en América… unidos por las redes sociales, por el amor patrio y por la Virgen de Coromoto. Pero es en Houston (EE.UU.) donde todo nace…
Liturgia espectacular
La aparición de la Virgen María a Coromoto, cacique nativo, es un caso asombroso, que conecta en muchos puntos con la de Guadalupe, aunque menos conocida. La Virgen se apareció a un grupo familiar pagano, y les invitó a convertirse y a pedir el bautismo.
Negándose Coromoto, intenta agredir a la «señora»; pero solo logra atrapar una imagen suya en un pergamino del tamaño de una huella dactilar. De este hecho milagroso parte la conversión de los nativos de la región.
La misa de la Solemnidad de la Virgen de Coromoto es sencillamente única en el mundo. La liturgia es un reflejo fiel de la demografía venezolana: raíces españolas, africanas y aboriginales se combinan en música, danza, formas, procesiones, y manifestaciones devocionales. También la liturgia de Adviento (misa de Aguinaldo) por un privilegio concedido por León XIII a Venezuela, no tiene nada que ver con la que se celebra en el resto del mundo: se baila, se canta, se ríe, y se reza. Todo es uno y lo mismo.
Otras tradiciones nacionales poco conocidas, la devoción a la Divina Pastora, que se traduce en la procesión mariana más grande de América, la devoción a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá cariñosamente llamada “La Chinita”, la Consagración de Venezuela al Santísimo Sacramento, y cómo el rosario se reza de una manera especial en Venezuela…
Al servicio de la liturgia
El esposo de Laura María Celis es coralista y músico amateur, cuatrista excelente, y se ha dedicado a rescatar y recrear partituras, y componer nueva música litúrgica con ritmos tradicionales, para poder celebrar misas a la manera venezolana. Y las ha puesto a disposición de los compatriotas de la diáspora.
«El Ministerio Musical de PVV es central a nuestras celebraciones litúrgicas porque somos un pueblo muy musical y la música nos acerca a Dios y a la Virgen. Es una música difícil de cantar y ejecutar para los no-venezolanos porque tiene muchos ritmos sincopados, por ejemplo, el cinco por ocho de aguinaldos y merengues. Nuestro instrumento tradicional, el cuatro, una ‘pequeña guitarra’ de cuatro cuerdas, es al mismo tiempo, melódico y percusivo», explica Laura.
Para los emigrantes, poder celebrar con su liturgia y su música, a su patrona, y confiarle sus miedos y preocupaciones y el futuro del país, es la clave de la resistencia de su fe católica a pesar de las dificultades.
En 2017, el nuevo Misal Romano americano recogió la liturgia de Coromoto, dando así un reconocimiento eclesial. Con esta ocasión, el cardenal DiNardo, entonces presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, la presidió en la iglesia St. Laurence en Houston; concelebró con el entonces obispo de Maracaibo, Ubaldo Santana Sequera, el padre Rafael Dávila, el padre Drew Wood, párroco de St. Laurence, y dos diáconos venezolanos.
Un fermento para toda la masa
Veinte años después de aquella primera misa coromotana en 2002, el movimiento, llamado Parroquia virtual venezolana Nuestra Señora de Coromoto (PVV) es una realidad que congrega a miles de personas. Una misa de Coromoto puede reunir fácilmente a casi dos mil personas, solo en Houston. Y no solo venezolanos: también colombianos, hondureños, guatemaltecos, mexicanos y americanos angloparlantes, pues desde el 2012, la misa se hace bilingüe.
«Como preámbulo a la celebración Coromotana, en 2007, con una amiga venezolana y otra mexicana, del ministerio hispano de mi parroquia St. Laurence, organizamos en mayo, un evento de la Virgen María que llamamos ‘Maria Madre Universal’, e invitamos a todas las demás comunidades nacionales», explica Laura. «Vinieron comunidades africanas, vietnamitas, filipinas…»
«Mi parroquia es tremendamente multicultural, tenemos gente de todos los continentes y de todos los lugares del mundo. Organizamos un rosario en los idiomas que había ese año. Me acuerdo que fue español, inglés, suajili, tagalo y vietnamita»…
Parroquia Virtual Venezolana ha puesto también en la red todo el material litúrgico para que las misas de la Coromoto, La Chinita, la Divina Pastora o la liturgia de Adviento puedan ser celebradas por los emigrantes venezolanos en cualquier lugar del mundo.
Ayuda a los migrantes
Pero además, la «parroquia» es mucho más que devoción: hay todo un movimiento de solidaridad para ayudar a los venezolanos emigrantes que logran llegar a Estados Unidos, en condiciones de gran penuria.
Cada misa sirve como centro de acopio de ayuda humanitaria para atender a los migrantes venezolanos que llegan al área de Houston sin nada, y para enviar ayuda a Venezuela, o para recoger firmas y apoyar iniciativas a favor de la comunidad venezolana, como el TPS.
Dentro de los «parroquianos» han surgido lideres en el campo de la acción social y humanitaria, entre ellos Acción Social Venezuela y JM Holy Aid; grupos de abogados y médicos que apoyan a los migrantes detenidos, a los presos políticos; que ayudan a profesionales recién llegados a establecerse, etc. En la Misa de Cuaresma 2022 se organiza un Viacrucis para reconocer y dar a conocer todas estas iniciativas.
«Tenemos hasta vocaciones sacerdotales – comenta Laura –, tres diáconos ordenadas, un par en formación, y otros tantos que están en el camino del sacerdocio. Uno de ellos, Pablo, era niño cuando sus padres le traían a la misa de la Coromoto».
Consolidar la obra
Conforme más y más venezolanos se ven forzados a abandonar su patria, más y más personas llegan pidiendo ayuda. Para el padre Rafael, no ha sido fácil coordinar y dar forma a un grupo nacido de la oración y la devoción, a la realidad pastoral en que se está convirtiendo.
La arquidiócesis de Galveston-Houston reconoció el grupo «Parroquia Virtual Venezolana» como una misión evangelizadora, con su propia dinámica; y desde 2007 forma parte del grupo de directores y coordinadores de la Oficina de Ministerio Hispano.
El padre Rafael Dávila Useche, que tiene 91 años, espera que la iglesia venezolana colabore a consolidar esta obra pastoral y que perviva después de su muerte. «El Espíritu es el que sostiene esta obra, estamos en manos de Dios para ver qué es lo que Él va a hacer. Necesitaríamos un reconocimiento un poco más oficial para poder hacer las celebraciones, son como unas seis o siete en el año para Navidad, para Semana Santa, para Cuaresma, para las diferentes advocaciones de la Virgen que se celebran en Venezuela».