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Queridísimo Lucas:

¡Qué alegría me ha dado recibir tu carta pidiéndome que te cuente recuerdos de María, la madre de Jesús! Lo hago encantado aunque sé que mis palabras no serán capaces de explicarte lo que uno sentía cuando la veía y estaba con ella. Todavía hoy me basta cerrar los ojos y pensar en ella para llenarme de una alegría que no sé cómo explicarte. No se puede decir con palabras. Me voy a arriesgar a contártelo por carta aunque no sé si lograré expresar todo lo que siento. Soy un poco bruto, muy intenso y apasionado y este pergamino se me va a quedar corto. Un segundo con ella vale como miles y miles de dibujos y relatos. Aunque solo la hubiera visto un instante, se me habría quedado grabada su imagen en el corazón. Es tan buena que basta un segundo para conocerla. Ella es la pura imagen de su Hijo Jesús.

Me pides que te hable de sus lágrimas y has elegido al mejor para hacerlo. Ya sabes que yo soy un pobre pescador y no muy letrado pero he tenido que aprender de todo, hasta a ser el primer Papa.

De todas formas, para hablarte de las lágrimas de María solo tengo que recordar que yo fui uno de los primeros causantes. Yo entregué a su Hijo, lo traicioné y negué que le conocía. Cuando cantó el gallo se me hizo un nudo en la garganta y me acordé de todo lo que me había dicho Jesús.

Entonces lloré y lloré, hasta que vi las lágrimas de María. No sabría decirte si eran grandes o pequeñas, más bien normales, como las de cualquiera. No lloraba como yo de forma desconsolada y exagerada, sino muy suavemente. Me di cuenta de que sufría mucho más que yo y que no me reprochaba nada. A pesar de que nuestros sufrimientos eran tan diferentes, me di cuenta de que ella lo comprendía perfectamente y trataba de acariciar mi corazón partido y humillado. Yo sufría por mí, por mi miseria, por mi humillación. Ella sufría por su Hijo y yo diría que también le dolía verme a mí tan desolado.

A la vez, comprendí que ella tenía paz, que aceptaba todo lo que estaba pasando y que se unía con alegría al sacrificio de Jesús. Las lágrimas iban cayendo lentamente por su cara y me entretuve viendo cómo resbalaban en su vestido y llegaban al suelo. Esas lágrimas sí que merecían la pena, ese dolor sí que tenía sentido, ese amor sí que valía cualquier dolor. Mis lágrimas desaparecieron inmediatamente y me vi ofreciendo a María un paño para secar las suyas, diciéndole que no se preocupara que todo iba a salir bien. Me di cuenta (una vez más) de que soy idiota y lo demuestro mejor en las situaciones difíciles, pues sale lo mejor que tengo dentro. Siempre queriendo ir de fuerte y de que controlo la situación. Pero María dejó de llorar. Fue como si mis palabras le hubieran consolado. Me dio las gracias y se apoyó en mí como si fuera a derrumbarse. Yo la sujeté con miedo de hacerle daño pero enseguida recobró la fuerza y partió de allí con Juan hacia el Calvario.

Quise acompañarla pero no pude. Pensé de nuevo en sus lágrimas y eso me dio fuerzas para resistir el dolor que oprimía mi corazón. Jesús estaba siendo crucificado y yo era un cobarde, pero tenía a María. Ella cuidaría de mí. Así lo hizo y así sigue haciendo. No la he vuelto a ver llorar pero no se me va de la cabeza su imagen y sus ojos llorosos, más bonitos y luminosos que nunca. María es una fortaleza para todos, pero pensar que aquel día la consolé y se apoyó en mí es el mejor recuerdo que tengo y un refugio para los días grises o difíciles.

Bueno Lucas, ¡mucho ánimo! No lo tienes nada fácil pero todos los seguidores de Jesús te estarán eternamente agradecidos por cada palabra que escribas sobre María. No te apures que su imaginación hará el resto y comprenderán que tu pluma no puede ni siquiera acercarse de lejos a la obra maestra de Dios.

Un abrazo y gracias, de verdad, por las medicinas,

Pedro

Esta carta forma parte del proyecto Cartas a san Lucas, en las que el autor, Diego Zalbidea ha imaginado qué dirían de la Madre de Dios los que más de cerca la trataron. Las cartas han sido escritas para ayudar a soñar y a rezar. Pero no se trata de aportar una hipótesis ni una posible versión de los hechos. El libro electrónico «Querido Lucas», que contiene todas las cartas se puede descargar de forma gratuita.