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MARÍA DONA A SU PRIMA LA ALEGRÍA DE JESÚS

Levantarse y caminar con prontitud: son los dos movimientos que María hizo y que nos invita también a nosotros a hacer en vista de la Navidad. Esta fue la introducción a la catequesis previa al rezo del Ángelus que hizo ayer el Papa Francisco en el Vaticano

(InfoCatólica) Estas fueron las palabras del Papa:

El Evangelio de la Liturgia de hoy, cuarto Domingo de Adviento, narra la visita de María a Isabel (cf. Lc 1,39-45). Recibido el anuncio del ángel, la Virgen no se queda en casa, pensando en lo sucedido y considerando los problemas y los imprevistos, que ciertamente no faltaban… Al contrario, lo primero que hace es pensar en quien la necesita; en vez de encerrarse en sus problemas, piensa en quien la necesita, piensa en Isabel su pariente, que es mayor y está embarazada: algo raro, milagroso.

María emprende el viaje con generosidad, sin dejarse intimidar por los inconvenientes del viaje, respondiendo a un impulso interior que la llama a hacerse cercana y a ayudar. Un largo camino, kilómetros y kilómetros, y no había un autobús que fuera allí: tuvo que ir a pie. Sale para ayudar, compartiendo su alegría. María dona a Isabel la alegría de Jesús, la alegría que llevaba en el corazón y en el vientre. Va donde ella y proclama sus sentimientos, y esta proclamación de los sentimientos después se ha convertido en una oración, el Magníficat, que todos nosotros conocemos.  Y el texto dice que «se levantó María y se fue con prontitud» (v. 39).

Se levantó y se fue.

En el último tramo del camino del Adviento dejémonos guiar por estos dos verbos. (En primer lugar, alzarse. Después del anuncio del ángel, para la Virgen se perfilaba un periodo difícil: su embarazo inesperado la exponía a incomprensiones y también a penas severas, incluso a la lapidación, en la cultura de aquella época. ¡Imaginemos cuántos pensamientos y turbaciones tenía! Sin embargo, no se desanima, no se desespera, sino que se levanta.

No mira hacia abajo, hacia los problemas, sino a lo alto, hacia Dios. Y no piensa a quién pedir ayuda, sino a quién ayudar. Siempre piensa en los demás: así es María, pensando siempre en las necesidades de los demás. Lo mismo hará después, en las bodas de Caná, cuando se da cuenta que falta el vino. Es un problema de los otros, pero ella piensa en esto y trata de encontrar una solución. María siempre piensa en los otros. Piensa también en nosotros.

Aprendamos de la Virgen esta forma de reaccionar: levantarnos, sobre todo cuando las dificultades amenazan con aplastarnos. ...  

Caminó con prontitud

El segundo movimiento es caminar con prontitud. No quiere decir proceder con agitación, de forma sofocada, no, no quiere decir esto. Se trata más bien de conducir nuestras jornadas con paso alegre, mirando adelante con confianza, sin arrastrarnos con desgana, esclavos de las lamentaciones —estas quejas arruinan muchas vidas, porque uno se pone a lamentarse y lamentarse y la vida va abajo. Las quejas te llevan a buscar siempre alguien a quien culpar. Yendo hacia la casa de Isabel, María procede con el paso rápido de quien tiene el corazón y la vida llenos de Dios, llenos de su alegría.

Hace mucho bien, sin embargo, cultivar un sano sentido del humor, como hacían, por ejemplo, santo Tomás Moro o san Felipe Neri. Podemos pedir también esta gracia, la gracia del sano humorismo: hace mucho bien. No nos olvidemos de que el primer acto de caridad que podemos hacer al prójimo es ofrecerle un rostro sereno y sonriente. Es llevarles la alegría de Jesús, como hizo María con Isabel.

¡La Madre de Dios nos tome de la mano, nos ayude a levantarnos y caminar con prontitud hacia la Navidad!