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Proteger los días festivos es un tema central en varias apariciones marianas

Pablo J. Ginés / CariFilii

No blasfemar y guardar el domingo y los días festivos. Este tema, que no aparece en las apariciones de la Virgen en Lourdes, en 1858, sí aparece con cierta frecuencia en otras apariciones francesas. Y también, como veremos, en la aparición italo-eslovena de Porzûs, en 1855, tres años antes de Lourdes.

Dominique Le Tourneau, sacerdote investigador de los santuarios marianos en Francia, autor del libro Guide des Sanctuaires Mariaux de France, señalaba que varias apariciones marianas insisten en la necesidad de respetar los festivos sin trabajar y en reprochar, al mismo tiempo, a los que juran con palabrotas blasfemas. Son pecados que, en estas apariciones, parecen ir siempre juntos.

“Este es el significado de las apariciones en Notre-Dame de l’Osier en 1649, y en La Salette en 1846, en Isère, y aún más claramente en Hérault, en Saint-Bauzille-de-la-Sylve en 1873, donde se rinde culto a Nuestra Señora del Domingo”, apunta.

Notre-Dame de l’Osier en 1657 y el campesino protestante

El 25 de marzo de 1649, día de la Anunciación, era fiesta de precepto y la ley civil francesa castigaba con multas a quien trabajara ese día. Pierre Port-Combet era un campesino hugonote (es decir, protestante) que ese día decidió ponerse a cortar ramas de mimbre. Cuenta la historia que del arbusto brotó sangre que manchó la podadera y la ropa del campesino, que se asustó.

Ocho años más tarde, en 1657, de nuevo en marzo, 1657, Pierre vio en uno de sus campos a una hermosa dama vestida de blanco, envuelta en un manto azul y con la cabeza cubierta por un velo negro.

– Aquel hugonote que cortó el mimbre, ¿dónde vive? ¿No quiere convertirse? -preguntó la misteriosa dama.
– No lo sé… Habita muy del otro lado -dijo él.
 ¡Ah, miserable! ¿Crees que no sé que tú eres el hugonote? Pues bien, sabe que el tiempo de tu fin está próximo. Si no cambias tu situación serás uno de los mayores tizones de infierno que hubo jamás. Si cambias de religión, yo te protegeré ante Dios.

Pierre se hizo católico antes del 15 de agosto y murió poco después. Más allá del cambio de denominación, tradicionalmente se ve esta historia como una crítica a los campesinos que no guardan el domingo.

La Salette en 1846: la Señora que lloraba

El 19 de septiembre de 1846, los pastorcitos Mélanie Mathieu y Maximin Giraud informaron haber encontrado a una «bella dama» sentada en la ladera de una pequeña aldea en los Alpes franceses, en La Salette, que lloraba desconsoladatapándose la cara con las manos. Llevaba unas cadenas sobre los hombros, un chal rojo y le rodeaban rosas.

No les dijo explícitamente ser la Virgen, pero sí les dijo, hablando en francés y en occitano, que lloraba por la impiedad imperante en la sociedad, especialmente porque muchas personas blasfemaban al hablar, y porque no dedicaban el domingo a descansar y acudir a misa, sino que trabajaban.

Hérault, en Saint-Bauzille-de-la-Sylve en 1873: la dama de blanco en las viñas

El caso de 1873 se da a unos 30 kilómetros de Montpellier, en medio de una plaga de filoxera que destruía viñas en pueblos no lejanos. El caso de Lourdes, que empezó en 1858, había sido valorado como verdadero por la Iglesia, que empezaba a fomentar las peregrinaciones.

Auguste Arnaud era un agricultor católico pero no muy piadoso, que por lo general trabajaba en las viñas de otros dueños, pero dedicaba algunos domingos a trabajar en las suyas propias. Después de dos horas de trabajo muy temprano de mañana, toma su almuerzo en la viña, se prepara para sacar su pipa y antes de encenderla aparece ante él, a uno o dos metros, una hermosa joven que, dice, aparenta tener entre 25 y 28 años y está vestido completamente de blanco.

– ¿Cal ses bous? (¿Quién es usted?) – le pregunta él en occitano.
 Sioi la Sainta Bierja. N’agès pas paou (Soy la Santa Virgen, no tengas miedo) – responde ella en el mismo idioma. Hablan en occitano y ella le avisa de que vendrá un terrible enfermedad a las viñas… ¿Le estaba criticando por trabajar en domingo? Después ella pide que reclame al sacerdote local que ponga en los campos de vides una nueva cruz con una imagen de la Virgen. «Después de estas palabras, la aparición se elevó verticalmente como un aerostato y la seguí con los ojos hasta que ya no pude verla», declaró él.

Un mes después habría otra aparición, con varios testigos describiendo el trance de Arnaud. La iglesia investigó el caso. Un obispo le dio credibilidad, pero no se difundió mucho, quizá porque -apuntan algunos- no interesaba que compitiera con Lourdes. Pero se celebra como "Nuestra Señora del Domingo".

Porzûs, 1855: la Virgen siega con la hoz

Recientemente ha ido ganando en popularidad la aparición de la Virgen en 1855 en Porzus, una aldea de montaña que hoy tiene 30 habitantes, en Italia, casi en la frontera con Eslovenia. Muchos historiadores de la Segunda Guerra Mundial conocen el lugar porque allí unos partisanos comunistas mataron en febrero de 1945 a 17 partisanos católicos, algunos en emboscada y otros como prisioneros ejecutados (es conocido como el ‘Eccidio di Porzûs’).

La fuente de la aparición mariana de 1855 son notas biográficas guardadas en el Instituto de las Hermanas de la Providencia en la cercana ciudad de Udine. El sacerdote udinés San Luigi Scrosoppi (1804-1884), fundador de esta congregación, fue el acompañante de la niña vidente. No hubo peregrinación al lugar de los hechos hasta 1992 y su narración básica la escribió el sacerdote Carlo Gamberoni en su librito «La Virgen en Porzus: Se apareció a una niña y luego fue olvidado».

Teresa Dush nació en 1845 en Porzus, cuando sus padres, Giuseppe y Caterina Grimaz, llevaban ya 18 años casados. Era una familia muy pobre de campesinos de lengua eslovena. Tenían un terreno pedregoso y poco fértil, con algunos pastos. Teresa, de niña o de joven, siempre fue de salud frágil, aunque colaboraba en las tareas de la casa.

Empezó a recibir lecciones de catequesis en 1854, a los 9 años. La aparición mariana sucedió tres días antes de que Teresa cumpliera los 10 años. Era el 8 de septiembre de 1855, fiesta de la Natividad de la Virgen, que caía en sábado. Era una fiesta de guardar, seguida de un domingo, pero la madre de Teresa se había olvidado de estos festivos y no había preparado hierba para dar a los animales.

La madre pidió a la niña que fuera al pasto y trajera hierba para los animales. Ella le recordó lo que había aprendido en el catecismo: no había que trabajar en la fiesta de la Virgen. La madre le respondió: “Si nosotros comemos, los animales también deben comer”.

La niña fue al prado hoz en mano, dudando sobre el asunto. Cuando levantó la hoz, notó que alguien se la quitaba. Al alzar los ojos, vio a una hermosa dama.

– ¡No deberías trabajar en la fiesta! – dijo la dama con voz dulce en lengua eslovena. Y recortando un poco de hierba y dándoselo a la niña, añadió: – Toma, esto será suficiente.

Después la desconocida dijo:

– Di a todos que santifiquen el nombre del Señor y no blasfemen, porque al hacerlo ofenden a mi Hijo y hieren mi Corazón materno. Además, quiero que se observen ayunos y vigilias.

Cuando la niña comentó en el pueblo lo sucedido, los vecinos dijeron a la niña: “Dile a Nuestra Señora que te dé alguna señal”.

Sucedió al domingo siguiente, cuando Teresa se encontraba en la iglesia. La Virgen se le apareció allí, cerca del altar, con un vestido cubierto de rosas (lo que hace pensar en La Salette 9 años antes). Otras chicas y vecinos veían a la niña en éxtasis hablando cerca del altar, pero nadie veía ni oía nada. Después la niña les enseñó una marca en su mano izquierda: un signo como impreso en la piel, brillante «como el oro», con forma de cruz de 3 cm de largo. No había forma de borrarlo. Esa cruz se mantuvo en su mano hasta su muerte quince años después.

Muy pronto murieron los padres de la niña. Teresa fue encomendada a los cuidados de San Luigi Scrosoppi, que con las hermanas de la Providencia cuidaba a otras niñas. A los 23 años Teresa entró en esta congregación con el nombre de Sor María Osanna. Murió dos años después, de tuberculosis pulmonar, con 25 años, habiendo dejado algunos datos más sobre sus visiones.

En 1885, treinta años después de los hechos, los vecinos edificaron una capillita en el prado de la aparición y un mensaje recordando la enseñanza de la Virgen: “Santificad las fiestas. No blasfeméis y observad ayunos y vigilias”. Los vecinos adquirieron la costumbre de rezar allí el rosario los domingos por la tarde. La capilla fue bendecida por el obispo auxiliar de Udine en 1953.

En 2018 celebró misa allí el cardenal esloveno -aunque formado en los paúles de Argentina- Franc Rodé, arzobispo emérito de Liubliana y prefecto emérito de la Congregación vaticana de Vida Consagrada. Destacó que en Porzûs, como en Lourdes (y en La Salette, Herault y otros sitios) la Virgen hablaba con los lugareños en el dialecto local. También destacó la actualidad de sus peticiones: abstenerse de blasfemar y respetar las festividades.

Un fotorreportaje de Porzus aquí