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por  Domingo Aguilera. Junio 2019

Los luteranos no reconocen a María como Madre de la Iglesia. Parten del hecho de que las Escrituras no lo dicen. E interpretan de forma simple e incompleta que Jesús en la Cruz le pide a Juan que cuide de su Madre. Omiten que primero, el Crucificado, como ya vimos en el post “Al pie de la Cruz”, se dirige a su Madre como “Mujer aquí tienes a tu hijo” y cuando ha obtenido el inmediato SÍ de María, se dirige a Juan, no para pedirle que cuide de María, sino para pedirle que, a partir de ese momento, ponga toda su fe, su confianza, y toda su vida en Ella. Es el momento más dramático y sublime de toda la historia de la humanidad.

Pero, ¿Qué es la Iglesia? ¿Hay una Iglesia? O ¿hay varias? ¿Debe cambiar la Iglesia en el siglo XXI?

Jesús escoge a 12 varones de galilea para realizar su misión. Uno le entregará, otro le negará tres veces, los otros 9 … no se enteran de nada, se pelean por los puestos de honor y huyen cuando hay que dar la cara. Sólo uno está al pie de la Cruz. Sólo uno. Y Jesús, que les ha escogido a todos, uno a uno, por su nombre, que les ha enviado a bautizar “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, que les ha formado durante tres largos años, que han visto sus milagros, Jesús, que unas horas antes no sólo les da su cuerpo sino que les manda a todos, si a todos los once, “haced esto en memoria Mía”. Y que más tarde, ya resucitado, les manda a predicar por toda la tierra  con la potestad de que “todo lo que atareis en la tierra, será atado en el Cielo y lo que desatareis en la tierra será desatado en el Cielo”. Y que le dirá a Pedro “Y tú confirma a tus hermanos”,  ese Jesús, sigue contando con ellos.

En la última Cena les promete que no les dejará huérfanos y que les enviará el Paráclito. Y hasta la venida del Espíritu Santo permanecen alrededor de María. Y más tarde, el mismo Espíritu Santo, que tiene su morada en María, vendrá a los once. Y entonces, ya sí que los once comparten la misma fe de María.

Y María que les ha concebido en el dolor de la Cruz, que les ha unido a su Hijo en los momentos de desesperación, de ausencia física, y que les ha comunicado su fe, seguirá cuidando de ellos. Su Hijo le pidió una protección maternal para sus nuevos hijos. Y por eso las fuerzas del infierno no prevalecerán contra ella. Porque han nacido de la nueva Eva. La mujer que ha vencido a la muerte. La mujer que ha aplastado la cabeza del dragón. Para siempre.

La Iglesia compuesta por hombres, como tú y como yo, varones y mujeres, Pedros negadores y fatuos, no tiene su virtualidad en las personas. Es la fe de María actuando en la historia.

Fe que se derrama gratis y abundante para toda la humanidad, para cada persona en singular, de toda raza, condición y edad. Las tinieblas ya no reinan en la tierra.

Tú y yo estamos llamados a ser testigos, como Juan, como María Magdalena y a ser parte integral de la Promesa. A quemar nuestras vidas por la Promesa. Para que todos se salven. Para comunicarles que ya no tienen que llevar una vida miserable. A pesar de la sociedad o de las circunstancias en que vivan, porque las cadenas ya están rotas.

La Iglesia comienza cuando María dice SÍ al pie de la Cruz. Por el dolor de Maria con su Hijo en la Cruz, una espada atravesará tu alma (Simeón), se engendra una nueva relación de familia. La familia de los hijos de Dios. Y Ella nos desvela el misterio Trinitario, llevándonos a su Hijo y metiéndonos en la intimidad de Dios. María, pues,  no es la madre de la Iglesia por ser la madre biológica de Jesús, sino que lo es porque nos ha engendrado en el dolor, dolor de parto, al aceptar voluntariamente participar de la Cruz.

Es a través de una criatura humana, no una deidad, como nos llega la gracia divina. María recorrió su camino en unas determinadas circunstancias y conoció las limitaciones humanas de este valle de lágrimas, todas ellas. Pero su fe no vaciló nunca. Aunque ocasiones, seguro que no le faltaron.

Si nosotros fuésemos conscientes de ello…..

Pablo VI declaro solemnemente en 1964 la advocación de Madre de la Iglesia y San Juan Pablo II la introdujo en las letanías, pero ya en el siglo III, aquellos primeros seguidores de Jesús, la trataron como Madre de la Iglesia.

Plantearnos en el siglo XXI, ni en cualquier otro, cómo debe ser la Iglesia no tiene sentido. Solo tiene sentido plantearnos cómo debemos amar a María, cómo debemos amar a la Iglesia en el siglo XXI. Somos tan indigentes como aquellos primeros galileos que no se enteraban de nada, aunque ahora llevemos un Smartphone.

Todo se cumplirá si tenemos la fe de María. Sólo en la Iglesia, con la fe de la Iglesia, que es la fe de María.

Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.!!!