Por Pablo J. Ginés
Cari Filii
El 19 y 20 de junio de 2021, el Instituto Teológico San Ildefonso, en Toledo, acogió el Simposio Id a José, con diversas ponencias sobre la devoción a San José y sus significados en varios campos. La ponencia más mariológica fue la del anfitrión, el director del Instituto San Ildefonso, Francisco María Fernández Giménez, que es doctor en Teología y profesor de Mariología.
Fernández Giménez no sólo es un experto mariólogo, sino un gran conocedor del mundo bizantino: es doctor en Lenguas Clásicas y realizó una tesis sobre San Simeón Neoteólogo.
Y por eso pudo decir con rotundidad: “San José no se celebra en el mundo ortodoxo. Lo busqué por todas partes y no se encuentra”.
Es como si les estorbara. Y también a muchos latinos antes del siglo XVI. “No tiene sentido esconder a José como si nos estorbara, como si le quitara algo a la Virgen María“, advirtió este experto mariólogo.
Los franciscanos, y más adelante las carmelitas, con Santa Teresa de Ávila, son los que reflexionando sobre la humanidad de Jesús llegaron a San José y establecieron su devoción en Occidente.
José nos enseña lo que hay que hacer: acoger a María, y a Jesús
Para Fernández Giménez, José, al encontrar a Jesús en María, es un modelo de discípulo: así pueden hacer todos los cristianos.
El ángel dice a José: “No temas acoger a María, lo que hay en ella es del Espíritu Santo”. Y también San Juan apóstol acogió a María “en lo suyo, como algo propio”. Acoger a María es lo que Dios pide, y eso es lo que José hace. Eso es un modelo de discipulado, señala.
José es especial a muchos niveles. Sólo con un hombre trabajó el Dios del Cielo como humilde discípulo: con José, en su taller. Jesús es el modelo de hombre para todos los cristianos. Jesús es hijo del Padre Celestial y de María, para que seamos hijos adoptivos de Dios. Y nos enseña teniendo como padres a María y a José.
Tiene que ser esposa para ser madre
La Virgen María es la persona que mejor vivió el ser hija adoptiva del Padre Dios. En la profecía bíblica se anuncia que la “ahmá” tendrá un hijo y le llamará Emmanuel. Una ahmá era una virgen desposada o a punto de desposarse. La misma palabra tiene un rasgo esponsal. María es esposa del Espíritu Santo, en un sentido. Pero también lo es de José. Tiene que ser esposa para ser madre. La relación de Jesús con José es única porque José va a ser padre de Jesús, precisamente, por ser esposo de María. Ser esposo de María es la clave de todo.
“Era voluntad de Dios que José se desposara con María, y él cumplía así su voluntad, sin necesidad aún de aviso de ángeles”.
“María es llamada a veces ‘la nueva Eva’. Se suele decir que Eva era -como María- virgen desposada porque aún no tenía hijos cuando pecó. Si María es Nueva Eva y Jesús nuevo Adán, ¿dónde queda José? Sí, efectivamente, María se une a Adán-Jesús en el árbol de la Cruz. Lo que cambia es que mientras la pareja primera -Adán y Eva- quedó herida, la pareja José-María es pareja santa y modelo para todos los matrimonios. Si la maternidad se redime en María, ¿por qué no ver también como modelo a José? Son modelo de matrimonio para todos”.
¿Casados pero vírgenes? Una explicación
Fernández Giménez reflexiona también sobre cómo es posible que María estuviera determinada a no tener relaciones sexuales a la vez que iba a casarse.
“La Biblia nos dice que ella ya estaba desposada pero que al ángel le dijo: “no conozco varón”. ¿Cómo es que no se acuerda de su marido? ¡Se llama José!” El mariólogo cree -como otros autores- que tanto ella como él probablemente habían hecho voto de mutuo acuerdo de no tener relaciones ni hijos, como un sacrificio ofrecido a Dios para acelerar la venida del Mesías esperado.
“No es habitual que los judíos hicieran votos de virginidad, pero tampoco impensable. En el Libro de Números hablan de un compromiso de votos y compromisos, que el marido puede anular si es ‘penoso para la mujer’, refiriéndose a casadas. ¿Se refiere a un voto de evitar relaciones sexuales? Debía consentir el marido, parece… y así también José debía haber consentido. En literatura extrabíblica sería infrecuente, pero no inexistente. Si la Virgen es virgen, San José también lo es, y debía ser así por mutuo acuerdo”, considera.
Vocación paterna y vocación materna… por el poder del matrimonio
“Los esposos deben educar conjuntamente a sus hijos, es esa la voluntad de Dios y así lo enseña Él. También el sacerdote debe a la vez ser padre de sus feligreses y esposo de la Iglesia unido a Cristo”, recuerda el conferenciante.
María es, como mujer, cuidadora de la vida. Y José, como padre, es protector y tiene su vocación paterna.
“No temas acoger a María, su criatura viene del Espíritu”, le advirtió el ángel. “La vocación paterna de José viene unida a la materna de María a través del lazo esponsal. Ambos responden con la humildad. José, al despertar de su sueño, hace lo que el ángel le encargó, y acogió a su mujer”, detalla.
“Dios eligió a la más pequeña para hacerla la más grande. Nadie gana a María en humildad. Quizá San José va después. Lo que el ángel decía era evidentemente imposible para el hombre, pero con humildad el hombre confía y obedece en Dios”, añade.
“José y María vivían la fe juntos, y eso también es modelo, incluso de cristianos o sacerdotes que viven juntos“, propone el mariólogo. El obedecer y confiar de José fue lo que le unió más y más a María.
“La fe de María se encuentra con la fe de José. Lo que decía Isabel sobre María (“feliz la que ha creído”) también se puede aplicar a José, por su genuina obediencia de la fe”.
María como Reina Madre
En el Israel antiguo, en el reino de David, ser esposa del rey no era gran cosa: David tuvo muchas esposas a la vez, y Salomón tuvo más de 300.
La mujer verdaderamente importante era la madre del Rey. Así, Betsabé, la madre de Salomón, estaba en la corte de pie junto a su hijo en el trono, más poderosa que cualquier esposa. La Biblia ensalza a “la reina, a la derecha del rey, enjoyada de oro de Ophir”: no es una esposa, sino la Reina Madre. Y María es esa Reina, Madre del Rey Jesús.
También María es custodio de Jesús, y también ella es la que aporta un sustento, junto con José, señala Fernández Giménez.
El mariólogo señala otro rasgo peculiar. María y Jesús, con toda su santidad y grandeza, en realidad, estaban sujetos a una obligación de respeto a José como padre de familia, como es el deber de una esposa y un hijo en Israel.
¿Era necesario que José, descendiente del rey David, muriera para que transmitiera su realeza a Jesús? Lo parece. Además, “San José debió introducir a Jesús en la dimensión social de la Encarnación”. Los padres varones son los que suelen introducir a los hijos varones en el mundo de la sociedad y la política, en el debate sobre lo justo e injusto en la sociedad.
Ser padres sin manual de instrucciones
José y María son obedientes a Dios, pero “nadie les ha dado un manual de instrucciones” celestial. José obedece cuando un ángel le ordena llevar a toda la familia a Egipto, pero no le dan más detalles: ni ruta, ni sustento, ni normas.
Cuando Jesús se pierde en el Templo, María, desconcertada, le viene a decir: ¿hijo, por qué nos has tratado así? “San Juan Pablo II deduce de este pasaje que hasta la mujer más santa no comprende del todo al Señor. Después sabemos que María todo lo meditaba en su corazón, y José debía hacerlo también. En todo caso, la Biblia detalla que mientras Jesús crecía, se sometía a sus padres, cumpliendo el ‘honrarás a tu padre y a tu madre'”.
“El respeto de José tiene muchos elementos de finura. Pensar que hubiera podido levantar la mano sobre su esposa sería una blasfemia”, añade.
Y como mariólogo apunta que, curiosamente, “en mariología no se ha tratado apenas el tema de María, esposa de José. Y lo es”.
Recuerda, finalmente, que “León XIII, el Papa del Rosario, era muy devoto de María pero también de José. “Dijo: ‘Más que tú, María, sólo Dios, sólo Dios’. Pero por el lazo conyugal con José, su altísima dignidad se le acercó más que a nadie. Dios dio a José no solo como custodio, sino para que participase en la excelsa grandeza de ella”.
“Son dos corazones unidos en la caridad conyugal”, finalizó su ponencia.