San Josemaría fue un gran devoto de la Virgen de Montserrat. Hay constancia de una intensa relación con el santuario durante los años 40, especialmente a finales de 1946, año en que se trasladó a vivir establemente a Roma. El cariño por esta advocación, no obstante, continuó para siempre. Fue precisamente en la fiesta de la Virgen de Montserrat de 1954 cuando fue curado de la diabetes, después de un ataque fortísimo en el que estuvo a punto de morir.
San Josemaría fue un gran devoto de la Virgen de Montserrat, cuya fiesta se celebra el 27 de abril. Hay constancia de una intensa relación con el santuario durante los años 40, especialmente a finales de 1946, año en que se trasladó a vivir establemente a Roma.
El cariño por esta advocación, no obstante, continuó para siempre. Fue precisamente en la fiesta de la Virgen de Montserrat de 1954 cuando fue curado de la diabetes, después de un ataque fortísimo en el que estuvo a punto de morir. Lo relata José Miguel Cejas en el libro Josemaría Escrivá, un hombre, un camino y un mensaje. Recogemos a continuación el texto:
El 27 de abril de 1954 la vida seguía su curso normal en Villa Tevere, la actual sede prelaticia del Opus Dei en Roma. Todo parecía indicar que aquel día de fiesta de la Virgen de Montserrat sería un día más, lleno de oración y de trabajo, en la cálida primavera italiana.
Durante aquella temporada su diabetes se había agudizado. Todas las semanas le hacían análisis y cada vez el resultado era más negativo, a pesar del régimen alimenticio tan riguroso que observaba y de la alta dosis de insulina que se le aplicaba diariamente.
Escrivá no perdía la paz: Dios le llevaba por caminos de abandono, de humildad, de sencillez, de confianza. Aquel día, siguiendo las instrucciones del médico, a la una menos diez del mediodía, del Portillo le puso una inyección de una nueva presentación de insulina retardada. A continuación bajaron al comedor.
De repente, sentado ya a la mesa, sufrió un shock: se dio cuenta de que se moría y pidió inmediatamente la absolución.
- Álvaro, dame la absolución
- Pero, Padre, ¿qué dice?
- ¡La absolución!
Como del Portillo se había quedado un poco desconcertado por la sorpresa, comenzó a decir "ego te absolvo..." y se desvaneció sin sentido.
Era un shock anafiláctico. Tras darle la absolución, del Portillo hizo que tragara azúcar, poniéndoselo en la boca, echándole agua y moviéndole la cabeza y el cuerpo, y avisó rápidamente al médico. A los pocos minutos, lentamente, Escrivá empezó a recobrarse, aunque se había quedado ciego.
El médico se quedó extrañado: las reacciones de ese tipo suelen ser mortales casi de necesidad. Sin embargo, al cabo de varias horas, el Fundador se repuso y recobró de nuevo la visión. Y desde aquel día la diabetes quedó totalmente curada. Había sido una caricia de su Madre la Virgen en el día de la fiesta de Montserrat.