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¡Pues bastante ajetreado! Pero con cada caricia y con cada palabra a su vientre, ella hacía oración

En este tiempo de Adviento es muy oportuno considerar cómo fue la venida de Jesús al mundo. Ayuda mucho poder reflexionar y considerar las escenas de los Evangelios para hacernos una idea más real de lo que se vivió en esa época.

 

Estamos en el último mes del embarazo de María; un embarazo que tuvo sus dificultades, pero que seguramente se vivió con la mayor de las gracias y muy cerca de la voluntad divina.

María tuvo que enfrentarse a su familia, a su prometido y a su pueblo: algunos le creyeron y otros no. Era difícil explicar la venida del Espíritu Santo sobre ella; sin embargo, María nunca perdió la paz, porque estaba convencida que seguir la voluntad de Dios era la misión de su vida: “Hágase en mi según tu palabra”.

Su propia voluntad no estaba alejada de la del Señor, su corazón estaba lleno de Gracia y es por esto que, al enterarse de que su prima Isabel también estaba esperando un hijo no lo dudó un segundo y salió corriendo a ayudarla.

A pesar de que María no tenía pecado original, era humana, y seguramente también le pesaba su embarazo como a cualquier mujer: tal vez estaría más cansada que de costumbre, sin embargo, puso todas sus necesidades a un lado para ayudar a su prima.

Así pasó sus primeros meses de embarazo, en casa de Isabel y Zacarías, colaborando con las labores del hogar y ayudando a su prima, que era mayor, con su nuevo bebé.

Al mismo tiempo estaría muy pendiente de su propio embarazo. Es bonito pensar cómo María seguro hablaba con Jesús desde que estaba en su vientre, tal vez hasta le cantaba para que fuera conociendo su voz.

María se daba cuenta de que su cuerpo era templo del Espíritu Santo y que en él albergaba al hijo de Dios vivo.

Cuando llegó el tiempo de volver a casa, seguro José la estaba esperando con mucha alegría: con cuánta ilusión prepararían su nuevo pequeño hogar.

Sabemos que José era solo un carpintero, pero era reconocido en Nazareth por hacer bien las cosas.

Probablemente pasaron muchos meses preparando la ropita del bebé, el sitio donde dormiría y todos los pequeños detalles que los padres preparan cuando llega un nuevo integrante a la familia.

No sabían entonces que la voluntad de Dios era otra para ellos: de nuevo les pediría desprendimiento. El viaje a Belén fue una verdadera prueba debido al avanzado estado de la Virgen.

Un viaje de muchos días en burro no era fácil para ninguno de los dos, sin embargo, lo hicieron con mucho abandono en Dios.

Vale la pena preguntarnos si tratamos de imitar este abandono cuando hay un cambio de planes, ¿o estamos tan apegados a nuestro plan que no sabemos responder que sí a Dios si nos pide otra cosa?

La historia tiene final feliz, y en pocos días lo celebraremos. Sin embargo, vale la pena reflexionar sobre estos temas para tratar de estar mas cerca de Dios, para imitar a la Virgen, que con cada caricia y con cada palabra a su vientre hacía oración.

Ojalá esta Navidad estemos tan cerca de Jesús como lo estuvieron María y José. Que sepamos hacer oración mimando a ese niño que vino al mundo para salvar a todas las almas.