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Redacción de Aleteia - publicado el 27/06/16 - actualizado el 26/06/24
 
La santísima Virgen María, en su advocación del Perpetuo Socorro, escucha las súplicas de las madres que ponen a sus hijos bajo su protección
Las madres siempre tienen a sus hijos presentes en su mente y corazón, por eso, reza con mucha devoción y confía a tus hijos a la Virgen del Perpetuo Socorro con esta oración.

¡Madre mía, socorre a mis hijos!

Que esta palabra sea el grito de
mi corazón desde la aurora.
¡Oh María! Que tu bendición
los acompañe, los guarde, los defienda
los anime, los sostenga en todas
partes y en todas las cosas.

Cuando, postrados ante la
presencia del Señor, le ofrezcan
sus tributos de alabanza y
oración, cuando le presenten
sus necesidades, o imploren
sus divinas misericordias.
¡Madre mía socorre a mis hijos!

Cuando se dirijan al trabajo, donde el deber los llama,
cuando pasen de una ocupación a otra,
a cada movimiento que ejecuten,
a cada paso que den
y a cada nueva acción.
¡Madre mía socorre a mis hijos!

Cuando la prueba venga a ejercitar su debilísima virtud
y el cáliz del sufrimiento se
muestre antes sus ojos,
cuando la Divina Misericordia,
quiera instruirlos y
purificarlos por el sufrimiento.
¡Madre mía socorre a mis hijos!

Cuando el infierno, desencadenado contra ellos,
se esfuerce en seducirlos
con los atractivos del placer,
las violencias de las tentaciones
y los malos ejemplos.
¡Madre mía socorre y preserva
de todo mal a mis hijos!

Cuando se dirijan a buscar el remedio de sus males
y la curación de sus heridas
en el Tribunal de la
reconciliación y de la paz
¡Madre mía socorre a mis hijos!

Cuando se acerquen a la Sagrada Mesa
para alimentarse con el
Pan de los Ángeles,
con el Verbo hecho carne
por nosotros
en tus purísimas entrañas.
¡Madre mía bendice a mis hijos!

Cuando en la noche se dispongan al descanso
a fin de continuar con nuevo fervor
al día siguiente su camino hacia la patria eterna
¡Madre mía bendice a mis hijos!

Tu bendición, Madre mía

Que tu bendición, Madre mía, descienda sobre ellos,
en el día, en la noche,
en el consuelo, en la tristeza,
en el trabajo, en el descanso,
en la salud y en la enfermedad,
en la vida y en la muerte
y que esta no sea repentina,
y por toda una eternidad. Así sea.