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Philip Kosloski - publicado el 20/12/23

San Bernardo de Claraval ofrece una hermosa reflexión en la que imagina al mundo entero esperando la respuesta de María al ángel Gabriel

Estamos en pleno tiempo de Adviento y la Iglesia nos ofrece en el Oficio de Lectura una hermosa reflexión sobre la Anunciación escrita por san Bernardo de Claraval. En su sermón, san Bernardo imagina al mundo entero esperando la respuesta de la Virgen María al ángel Gabriel:

«Has oído, oh Virgen, que concebirás y darás a luz un hijo; has oído que no será por el hombre, sino por el Espíritu Santo. El ángel espera una respuesta; es hora de que vuelva a Dios, que lo ha enviado. También nosotros esperamos, Señora, tu palabra de compasión; la sentencia de condenación pesa sobre nosotros».

Estamos en pleno tiempo de Adviento y la Iglesia nos ofrece en el Oficio de Lectura una hermosa reflexión sobre la Anunciación escrita por san Bernardo de Claraval. En su sermón, san Bernardo imagina al mundo entero esperando la respuesta de la Virgen María al ángel Gabriel:

«Has oído, oh Virgen, que concebirás y darás a luz un hijo; has oído que no será por el hombre, sino por el Espíritu Santo. El ángel espera una respuesta; es hora de que vuelva a Dios, que lo ha enviado. También nosotros esperamos, Señora, tu palabra de compasión; la sentencia de condenación pesa sobre nosotros».

Los patriarcas del Antiguo Testamento

Pero luego va un paso más allá y considera lo que Adán y los patriarcas del Antiguo Testamento habrían estado pensando, si estuvieran contemplando la escena:

«Te lo suplica Adán lloroso con su familia afligida, oh Virgen amorosa, en su destierro del Paraíso. Te lo suplica Abraham, te lo suplica David. Te lo piden todos los demás santos patriarcas, tus antepasados, mientras moran en el país de la sombra de muerte. Esto es lo que espera toda la tierra, postrada a tus pies. Hace bien en hacerlo, pues de tu palabra depende el consuelo de los desdichados, el rescate de los cautivos, la libertad de los condenados, es más, la salvación de todos los hijos de Adán, de toda tu raza».

Además, san Bernardo pone de relieve en sus escritos lo mucho que dependía de ese único «Sí» a Gabriel. La salvación del mundo entero dependía de su respuesta:

Estamos en pleno tiempo de Adviento y la Iglesia nos ofrece en el Oficio de Lectura una hermosa reflexión sobre la Anunciación escrita por san Bernardo de Claraval. En su sermón, san Bernardo imagina al mundo entero esperando la respuesta de la Virgen María al ángel Gabriel:

«Has oído, oh Virgen, que concebirás y darás a luz un hijo; has oído que no será por el hombre, sino por el Espíritu Santo. El ángel espera una respuesta; es hora de que vuelva a Dios, que lo ha enviado. También nosotros esperamos, Señora, tu palabra de compasión; la sentencia de condenación pesa sobre nosotros».

Los patriarcas del Antiguo Testamento

Pero luego va un paso más allá y considera lo que Adán y los patriarcas del Antiguo Testamento habrían estado pensando, si estuvieran contemplando la escena:

«Te lo suplica Adán lloroso con su familia afligida, oh Virgen amorosa, en su destierro del Paraíso. Te lo suplica Abraham, te lo suplica David. Te lo piden todos los demás santos patriarcas, tus antepasados, mientras moran en el país de la sombra de muerte. Esto es lo que espera toda la tierra, postrada a tus pies. Hace bien en hacerlo, pues de tu palabra depende el consuelo de los desdichados, el rescate de los cautivos, la libertad de los condenados, es más, la salvación de todos los hijos de Adán, de toda tu raza».

Además, san Bernardo pone de relieve en sus escritos lo mucho que dependía de ese único «Sí» a Gabriel. La salvación del mundo entero dependía de su respuesta:

 

«Responde pronto, oh Virgen. Responde apresuradamente al ángel, o más bien a través del ángel al Señor. Responde con una palabra, recibe la Palabra de Dios. Di una palabra, concibe la Palabra divina. Respira una palabra pasajera, abraza la Palabra eterna».

 

«Responde pronto, oh Virgen. Responde apresuradamente al ángel, o más bien a través del ángel al Señor. Responde con una palabra, recibe la Palabra de Dios. Di una palabra, concibe la Palabra divina. Respira una palabra pasajera, abraza la Palabra eterna».

Los patriarcas del Antiguo Testamento

Pero luego va un paso más allá y considera lo que Adán y los patriarcas del Antiguo Testamento habrían estado pensando, si estuvieran contemplando la escena:

«Te lo suplica Adán lloroso con su familia afligida, oh Virgen amorosa, en su destierro del Paraíso. Te lo suplica Abraham, te lo suplica David. Te lo piden todos los demás santos patriarcas, tus antepasados, mientras moran en el país de la sombra de muerte. Esto es lo que espera toda la tierra, postrada a tus pies. Hace bien en hacerlo, pues de tu palabra depende el consuelo de los desdichados, el rescate de los cautivos, la libertad de los condenados, es más, la salvación de todos los hijos de Adán, de toda tu raza».

Además, san Bernardo pone de relieve en sus escritos lo mucho que dependía de ese único «Sí» a Gabriel. La salvación del mundo entero dependía de su respuesta: 

«Responde pronto, oh Virgen. Responde apresuradamente al ángel, o más bien a través del ángel al Señor. Responde con una palabra, recibe la Palabra de Dios. Di una palabra, concibe la Palabra divina. Respira una palabra pasajera, abraza la Palabra eterna».

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