Los historiadores del siglo XIX pensaban que los griegos no veían el azul. Pero no era un problema de visión, sino uno de vocabulario y de sociedad. El color azul desempeñaba un papel tan mínimo que no existía ninguna palabra griega o latina para designarlo. Esta marginalidad es tal que durante la formación de las lenguas romances, se utiliza un vocabulario de las culturas germánicas o árabes para crear palabras como ‘azul’ y ‘bleu’.
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