Patricia Navas - publicado el 01/05/15 - actualizado el 24/04/23
Tiene que ver con las flores, con la primavera, pero no sólo
Millones de personas participan durante el mes de mayo en romerías a santuarios marianos, rezan oraciones especiales a la Virgen y le hacen regalos, tanto espirituales como materiales.
Dedicar el mes de mayo –también llamado mes de las flores- a María es una devoción popular arraigada desde hace siglos.
Con su poesía Ben vennas Mayo de las Cantigas de Santa María, Alfonso X el Sabio nos revela que esta fiesta ya existía en la Edad Media, al menos en España.
La Iglesia la ha alentado, por ejemplo concediendo indulgencias plenarias especiales y con referencias en algunos documentos del Magisterio, como la encíclica Mense Mayo de Pablo VI en 1965.
«El mes de mayo nos estimula a pensar y a hablar de modo particular de Ella – constataba san Juan Pablo II en una audiencia general al empezar el mes de mayo en 1979 –. En efecto, este es su mes. Así pues, el período del año litúrgico, [Resurrección], y el corriente mes llaman e invitan nuestros corazones a abrirse de manera singular a María».
¿Por qué mayo?
¿Pero por qué este mes, si otros contienen fiestas litúrgicas más destacadas dedicadas a María? El beato cardenal John Henry Newman ofrece varias razones en su libro póstumo Meditaciones y devociones.
«La primera razón es porque es el tiempo en el que la tierra estalla en tierno follaje y verde pastos, después de las severas heladas y nieves del invierno, y la cruda atmósfera y el viento salvaje y las tempranas lluvias de la primavera», escribe desde un país del hemisferio norte.
«Porque los retoños brotan en los árboles y las flores en los jardines. Porque los días se vuelven largos, el sol nace temprano y se pone tarde – añade –. Porque semejante alegría y júbilo externo de la naturaleza es el mejor acompañante de nuestra devoción a Aquella que es la Rosa Mística y Casa de Dios».
¿Pero y si el mes de mayo trae cada día un rayo, como dice el refrán? «Aun así, nadie puede negar que al menos sea el mes de la promesa y de la esperanza – responde el eclesiástico inglés –. Aunque el tiempo sea malo, es el mes que inicia y preludia el verano».
«Mayo es el mes, si no de la consumación, al menos de la promesa, ¿no es este el sentido en el que más propiamente recordamos a la Santísima Virgen María, a quien dedicamos el mes?», plantea en su obra, publicada en 1893.
Algunos autores como Vittorio Messori ven en esta manifestación de religiosidad popular una cristianización más de una celebración pagana: la dedicación del mes de mayo a las diosas de la fecundidad: en Grecia, a Artemisa; en Roma, a Flora. De hecho, mayo debe su nombre a la diosa de la primavera Maia.
Además, en algunos países durante el mes de mayo se celebra el Día de la Madre, y el recuerdo y los obsequios se elevan muchas veces también a la del cielo.
Para muchos, mayo es el mes más bello como María es la mujer más bella, el mes más florido que conduce el corazón hasta ella, Palabra hecha flor.