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Resguardado por una espesa vegetación y una comunidad de frailes, este santuario, en el sur de Colombia, es un lugar ideal para la espiritualidad.

No tiene construcciones ni gente a su alrededor, la carretera es muy rudimentaria, el internet y los teléfonos no funcionan bien, la única conexión es con Dios. Así es el Santuario Santa María Magdalena, en el suroccidente de Colombia, cerca de la frontera con Ecuador.

En el lugar las condiciones están dadas para el recogimiento y la reflexión y todos los elementos cuidan la tranquilidad que allí se vive: las montañas, la abundante vegetación, las construcciones de piedra y los frailes de la congregación religiosa Fraternidad Mariana Siervos del Santísimo Sacramento, quienes recuerdan que es un refugio para la espiritualidad y no para el turismo.  

Aunque la pandemia lo mantuvo cerrado largo tiempo, muchos son los peregrinos que llegan –especialmente los domingos y en Semana Santa– en busca de paz para hablar con Dios y fortalecer su vida espiritual.

El legado de fray Adolfo

También conocido como Monasterio de La Ermita, este hermoso lugar está ubicado en el departamento de Nariño y lo integran el templo y el convento de los frailes, construcción que, aunque no lo parezca, es reciente, fue terminada en 1991.

Allí nació la Fraternidad Mariana, comunidad de contemplación fundada por el sacerdote italiano Adolfo Fillipi de Levane, quien también diseñó y dirigió la construcción del santuario. Además, se le considera el gran promotor del desarrollo en el municipio de Berruecos, donde fue párroco: impulsó la construcción del primer banco, tramos de carreteras, dirigió la construcción de un colegio, así como del templo y gestionó con gobernantes importantes avances para el pueblo.

En lo que hoy es la ermita hubo primero una capillita de barro que él utilizaba para retirarse a orar desde 1976. En 1984 decidió ampliarla y durante seis años trabajó con la ayuda de los campesinos del lugar, trayendo materiales a lomo de mulas y levantando piedra sobre piedra. 

«Vengo de una tierra donde el arte florece como las flores, hice una recopilación de los estilos italianos y europeos de los conventos e iglesias de allá. Es innato, yo no he estudiado, solamente las materias que ofrecen en el seminario, en base a esto y usando adobes de barro crudo pudimos levantar esta obra… Me colaboraron con entusiasmo todos, chicos y grandes, yo sin ellos no había hecho nada», dijo fray Adolfo en una de las pocas entrevistas que se encuentran en las redes.

Las palomas que llegaron con la Virgen

Fray Mauricio es uno de los religiosos que vive en el monasterio y contó al canal de Youtube Typical Criss que están allí «por vocación y por deseo, no tenemos sueldo y ningún ingreso». La comunidad se sostiene de donaciones y con los alimentos que cultivan los campesinos y que les llevan de regalo.

También contó cómo con la imagen de la Virgen que fue llevada al templo, llegaron unas palomas blancas que se han vuelto un símbolo del Santuario Santa María Magdalena: «Las palomas llegaron con la Virgen y nunca se han ido, dándole a entender a padre Adolfo Filippo que la Virgencita deseaba tener este lugar».

Sobre los sacerdotes que allí viven, fray Mauricio dijo: «El Señor nos fue trayendo de varios lugares del mundo. Nuestra misión es amar la Eucaristía y el Santísimo Rosario. La Virgen María es nuestra patrona, somos sus servidores». Con ese mismo celo continuarán custodiando el hermoso santuario en medio de montañas y lo que este representa para la fe católica.