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Todo lo que debes saber de una fiesta tan mariana como cristológica

La Anunciación, témpera sobre tabla realizada por el dominico Fra Angélico y conservada en el Museo del Prado, es una de las obras más conocidas del mundo del arte

La Iglesia Católica latina celebra cada 25 de marzo la fiesta de la Anunciación, conocida igualmente como de la Encarnación, solemnidad que se celebra simbólicamente nueve meses antes de la Navidad, y en la que el Arcángel San Gabriel anunció a María que concebiría al Mesías. Y tras su “sí” a Dios se produjo la Encarnación del Hijo de Dios, momento central de la historia.

Índice para conocer la fiesta de la Anunciación

¿Qué es la Anunciación o Encarnación?

-¿Desde cuándo se celebra la fiesta de la Anunciación?

-¿Qué día se celebra la Anunciación?

-¿Dónde se produjo la Anunciación?

-La Anunciación en la Biblia

-La Anunciación en el Catecismo

-La Anunciación, en las visiones de la beata Ana Catalina Emmerich

-La Anunciación en el arte

-Oraciones vinculadas a la Anunciación

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¿Qué es la Anunciación y Encarnación?

El momento de la Anunciación cambió la historia de la humanidad y aparece recogido en el Evangelio de San Lucas, donde se relata cómo el arcángel San Gabriel se presenta ante la Virgen María en su casa de Nazaret para anunciar que sería la madre del Salvador, del Mesías. Y lo sería siendo virgen.

“¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?”, preguntó ella, a lo que el ángel respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Y fue en su sí, en su “hágase en mí según tu palabra”, cuando se produjo la Encarnación de Jesús, cuando en el seno de una jovencita de Nazaret comenzó a crecer el hijo de Dios que nacería nueve meses después en Belén.

Benedicto XVI lo explicaba así en 2007: “La Anunciación, narrada al inicio del Evangelio de san Lucas, es un acontecimiento humilde, escondido -nadie lo vio, sólo lo presenció María--, pero al mismo tiempo decisivo para la historia de la humanidad. Cuando la Virgen pronunció su 'sí' al anuncio del ángel, Jesús fue concebido y con Él comenzó la nueva era de la historia, que después sería sancionada en la Pascua como ‘nueva y eterna Alianza’”.

María aceptó el designio de Dios, pronunció su Fiat. Fue todo un ejemplo de fe  al confiar en la voluntad de Dios. María no dudó ante las palabras y promesas de Dios y fue fiel hasta la Cruz donde de nuevo pronunció su fiat. "Con su obediencia plena a la voluntad de Dios, María está dispuesta a vivir todo lo que el amor divino tiene previsto para su vida, hasta la ‘espada’ que atravesará su alma", explicó San Juan Pablo II en una audiencia en 1996.

Su decisión fue de una valentía extrema, pues al decir sí tras el anuncio del Ángel y concebir a Jesús de esta manera, se jugó literalmente la vida. Ella estaba desposada con José, que pudo haberla repudiado en secreto -tal era su primera idea al enterarse- o incluso haberla denunciado públicamente.

Pero en el Evangelio de Mateo se explica cómo tras la Anunciación a la Virgen, el ángel se apareció en sueños a San José. Decía así este pasaje: “La madre de Jesús estaba desposada con José, y antes de vivir juntos resultó que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero apenas había tomado esta resolución se le apareció en sueños un ángel del Señor, que le dijo: ‘José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados’. Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta: Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (que significa: «Dios-con-nosotros»). Cuando José se despertó hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer”.

Esta fiesta en la Iglesia latina es marcadamente mariana, pero es también profundamente cristológica porque celebra un misterio central de Cristo, su Encarnación.

¿Desde cuándo se celebra la fiesta de la Anunciación?

Es probable que en Tierra Santa ya en el siglo IV existiera una fiesta en la que se celebra se la Encarnación y consiguientemente la Anunciación, pero no existe una documentación al respecto. Hay certeza de que santa Elena edificó una gran basílica sobre el lugar donde la tradición situaba la casa y la gruta de la Virgen. Y ese lugar se trata de la basílica de la Anunciación en Nazaret.

Se cree que esta fiesta podría haber surgido cerca del Concilio de Éfeso (431) puesto que en el Sínodo de Laodicea (372) no era conocida. En la Iglesia latina se cree que fue adoptada en Roma en el siglo VII pero hay estudiosos que la adelantan a tiempos del Papa San Gelasio (496). El Décimo Sínodo de Toledo (656), y el Concilio in Trullo (692) hablan de esta fiesta como una que se celebra universalmente en la Iglesia Católica.

¿Qué día se celebra la Anunciación?

La solemnidad de la Anunciación del Señor se celebra el 25 de marzo, precisamente nueve meses antes de la Navidad, que se celebra el 25 de diciembre, motivo por el cual ambas fiestas quedan totalmente conectadas.

En la Anunciación se celebra la Encarnación del Hijo de Dios, el momento justo en el que la Virgen María quedó embarazada por obra y gracia del Espíritu Santo, y tras un embarazo de nueve meses, el día del parto virginal se celebra la Navidad.

Debido a la fecha en que se celebra suele coincidir con el tiempo de Cuaresma, Semana o incluso la Pascua de Resurrección, solemnidades que se celebran cada año en días diferentes. Por ello, en caso de coincidir, como ocurre en ocasiones, la Anunciación es trasladada ese año a otro día por ser de menor rango litúrgico.

¿Dónde se produjo la Anunciación?

Tal y como informa el propio evangelista Lucas, el anuncio del ángel a María se produjo en el pueblo de Nazaret, en la baja Galilea, y hoy una ciudad de más de 70.000 personas, en la que aproximadamente el 40% de la población es cristiana, porcentaje que ha ido descendiendo durante las últimas décadas.

La tradición explica que San Gabriel se apareció a María en la casa de su infancia, lugar que todavía hoy se conserva y que se encuentra en la gruta de la basílica de la Anunciación en Nazaret. Allí el arcángel realizó el anuncio y luego el Espíritu Santo descendió sobre la madre de Cristo.

La emperatriz Santa Elena, madre de Constantino, en su gran labor de recuperar los santos lugares, llegó también hasta Nazaret donde en el año 365 erigió un altar sobre la gruta en la que se conservaba parte de la casa de la Virgen María en la que se produjo la Encarnación. Egeria, una peregrina hispana que viajó hasta Tierra Santa y documentó detalladamente su viaje visitó Nazaret en el año 383 y escribió que vio “una gran y muy espléndida gruta en la que vivió María y en la que se ubicó un altar”.

La Anunciación en la Biblia

Es el Evangelio de San Lucas el que recoge el bello relato de la Anunciación del arcángel San Gabriel a la Virgen María. En este pasaje evangélico la Virgen muestra su profunda fe y su confianza en Dios para hacer su voluntad, lo que podría haberla conllevado desde el repudio incluso hasta la muerte. Es por ello que Lucas 1, 26-38 representa uno de los mayores testimonios que un cristiano puede contemplar. Esto dice la Escritura:

"Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin’. María respondió al ángel: ‘¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?’. El ángel le respondió: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios’. Dijo María: ‘He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’. Y el ángel dejándola se fue”.

La Anunciación en el Catecismo

El Catecismo de la Iglesia Católica cita en varios puntos la Anunciación o Encarnación del Hijo de Dios, recalcando la importancia capital de este acontecimiento que transformó la Historia para siempre.

De este modo, la Iglesia explica que “la Anunciación a María inaugura ‘la plenitud de los tiempos’ (Ga 4, 4), es decir, el cumplimiento de las promesas y de los preparativos. María es invitada a concebir a aquel en quien habitará ‘corporalmente la plenitud de la divinidad’ (Col 2, 9). La respuesta divina a su ‘¿cómo será esto, puesto que no conozco varón?’ (Lc 1, 34) se dio mediante el poder del Espíritu: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti’ (Lc 1, 35)”.

Y añade que “la misión del Espíritu está siempre unida y ordenada a la del Hijo. El Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina, él que es ‘el Señor que da vida’, haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre en una humanidad tomada de la suya”.

Pero además, el Catecismo explica que “el acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a unas herejías que la falseaban”.

La Anunciación, en las visiones de la beata Ana Catalina Emmerich

La beata Ana Catalina Emmerich nació a finales de siglo XVIII en lo que hoy es Alemania. Declarada beata sufrió los estigmas de Jesús y tuvo numerosas visiones sobre la vida de Cristo y de la Virgen María. Aunque sus visiones no son dogma de fe, la Iglesia considera que son gran valor para acercarse a la Sagrada Familia.

En La Vida Oculta de la Virgen María (LibrosLibres) se recogen las visiones de esta beata sobre la Anunciación: “Cuando esta luz penetró en su costado derecho, la Santísima Virgen se volvió totalmente traslúcida y como transparente y fue como si ante esta luz, la opacidad se retirara como la noche. En ese momento María estaba tan traspasada de luz que nada de ella parecía oscuro o encubierto, toda su persona estaba resplandeciente y luminosa. Después vi desaparecer al ángel y retirarse el haz de luz que salía de él. Fue como si desde el cielo hubieran reabsorbido aquel torrente de luz. Mientras la luz se retiraba, cayeron sobre la Santísima Virgen muchos capullos de rosas blancas, cada una con una hojita verde”.

La Anunciación en el arte

En el mundo de la iconografía y del arte la Anunciación ha tenido siempre una gran importancia. De hecho, este saludo del Ángel ha sido representado en numerosas ocasiones y ha sido una de las escenas favoritas para los artistas.

Ya entre los primeros cristianos la Anunciación era representada. Las más antigua encontrada es del siglo III y se encuentra en la bóveda de un cubiculum de las catacumbas de Priscila, en Roma. Pero a partir del siglo V esta escena empieza también a poder verse en el interior de las iglesias. Así, por ejemplo, ocurre en la basílica de Santa María la Mayor (432-440), una de las grandes basílicas romanas. El arte bizantino utilizó también en numerosas ocasiones este episodio evangélico tan trascendental, y aparece en muchos de los bellos mosaicos que han llegado a nuestros días.

Siglos después, la Anunciación ha quedado plasmada en algunas de las obras de arte más bellas y conocidas de la historia. En el Museo del Prado de Madrid se encuentra la icónica pintura de Fra Angélico (1430-1432). Pero igualmente hay otras de gran belleza como la de la Piero de la Francesca (1452-1466) que se conserva en Arezzo. Los flamencos como Van Eyck o van der Weyden dejaron igualmente plasmada la Encarnación en pinturas que se guardan en Washington y Múnich, respectivamente.

Oraciones vinculadas a la Anunciación

Es tal la importancia del acontecimiento de la Anunciación que varias de las oraciones más importantes contienen este momento.

En el Ave María, los católicos recuerdan las palabras del Arcángel San Gabriel, y así oramos diciendo: “llena de eres de gracia, el Señor es contigo”. Y este hecho provoca que en el rezo del Rosario se repita este suceso que cambió la historia. Incluso el primero de los misterios gozosos conmemora la “Encarnación del Hijo de Dios”.

Pero es quizás en el Ángelus, la oración que cada día la Iglesia propone, donde queda más de manifiesto la Anunciación. Dice así:

-El ángel del Señor anunció a María.

- Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.

-Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

-He aquí la esclava del Señor.

-Hágase en mí según tu palabra. Dios te salve María

- Rezo del Ave María…

-Y el Verbo de Dios se hizo carne.

-Y habitó entre nosotros.

- Rezo del Ave María.  

-Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios… Para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

-Oración: Infunde, Señor tu gracia en nuestros corazones para que cuantos, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su pasión y su cruz lleguemos a la gloria de su resurrección. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

Y no se puede dejar de mencionar la relación directa que existe entre la Anunciación y la oración mariana del Magnificat, que son las palabras que María pronuncia a su prima Isabel tras ir a visitarla tras la Anunciación y que recoge San Lucas en su Evangelio.

Dice así el Magnificat:

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.

Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos.

Amen.