El Papa Francisco presidió este primer día del año en la basílica de San Pedro la misa por la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, y la 56ª Jornada Mundial de la Paz. Una tradición que este año cobra especial interés tras la muerte la víspera de Benedicto XVI. Durante la homilía, el Santo Padre ha destacado el papel que tiene la Virgen "para que Cristo se vincule con nuestra humanidad", y ha encomendado a la Virgen al "amado Benedicto XVI".
"'Santa madre de Dios' es la aclamación gozosa del pueblo santo de Dios que resonaba por las calles de Éfeso, en el año 431, cuando los padres del Concilio proclamaron a María Madre de Dios. Se trata de un dato esencial de la fe pero, sobre todo, de una noticia bellísima. Dios tiene una madre, y de ese modo se ha vinculado para siempre con nuestra humanidad, como un hijo con su madre, hasta el punto de que nuestra humanidad es su humanidad, es una verdad tan impresionante y consoladora", comenzó diciendo el Papa.
Uno de los nuestros
El Pontífice destacó que Cristo se hizo "uno de los nuestros". "El último Concilio aquí celebrado afirmó que el hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido en cierto modo con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros menos en el pecado", afirmó.
En este sentido, el Papa animó a buscar a Dios cerca. "Hermanos, hermanas, Dios no nos ama de palabra, sino con hechos. No lo hace desde lo alto, de lejos... sino de cerca. Desde el interior de nuestra carne, porque en María el verbo se hizo carne, porque en el pecho de Cristo sigue latiendo un corazón de carne que palpita por cada uno de nosotros", resaltó.
El Papa habló también de la oración más familiar del cristiano: el Avemaría. "A esta invocación, la Madre de Dios siempre responde, escucha nuestras peticiones, nos bendice con su Hijo entre los brazos, nos trae la ternura de Dios hecho carne. Nos da, en una palabra, esperanza. Y nosotros, al inicio de este año, necesitamos esperanza, como la tierra necesita la lluvia. El año, que se abre bajo el signo de la Madre de Dios y nuestra, nos dice que la llave de la esperanza es María", comentó.
Por ello el Papa ha pedido encomendar a la Virgen "al amado Papa emérito Benedicto XVI para que la acompañe en su paso de este mundo a Dios" y rezar "por los hijos que sufren y ya no tienen fuerzas para rezar, por tantos hermanos y hermanas afectados por la guerra en muchas partes de mundo, que viven estos días de fiesta en la oscuridad y a la intemperie, en la miseria y con miedo, sumergidos en la violencia y en la indiferencia".
Francisco ha recordado a los pastores de Belén como los artífices de la paz. "Eran pobres, quizás también bastante rudos, y aquella noche estaban trabajando. Fueron precisamente ellos, y no los sabios, ni mucho menos los poderosos, los que reconocieron en primer lugar al Dios cercano, al Dios que llegó pobre y ama estar con los pobres. El Evangelio subraya de los pastores, sobre todo, dos gestos muy sencillos, que, sin embargo, no siempre son fáciles. Los pastores fueron y vieron: ir y ver", resaltó.
"Los pastores podrían haber esperado a que amaneciera, aguardar a que saliera el sol para ir a ver a un Niño acostado en un pesebre. En cambio, fueron rápidamente, porque ante las cosas importantes es necesario reaccionar con prontitud, no posponerlas", expresó.
Por ello el Papa anima a ponerse en camino: "No se queden inmóviles y cómodos esperando a que las cosas mejores. Hay que levantarse, aprovechar las oportunidades que nos da la gracia, ir, arriesgar. Hoy, al comienzo del año, en lugar de sentarnos a pensar y a esperar que las cosas cambien, nos vendría bien preguntarnos: 'Yo, ¿hacia dónde quiero ir este año? ¿A quién voy a hacer el bien?'. Muchos, en la Iglesia y en la sociedad, esperan el bien que tú y solo tú puedes hacer, esperan tu servicio", relató.
Sobre el verbo ver, el Papa comentó: "Es importante ver, abrazar con la mirada, quedarse, como los pastores, delante del Niño que está en brazos de la Madre. Sin decir nada, sin preguntar nada, sin hacer nada. Mirar en silencio, adorar, acoger con los ojos la ternura consoladora del Dios hecho hombre; de María, Madre suya y nuestra. Al comienzo del año, entre tantas novedades que quisiéramos experimentar y las tantas cosas que quisiéramos llevar a cabo, tomémonos tiempo para ver, es decir, para abrir los ojos y mantenerlos abiertos ante lo que es verdaderamente importante: Dios y los demás".
Primer Ángelus del año
Durante el rezo del Ángelus el Papa tuvo más palabras de afecto para Benedicto XVI. "El inicio de un nuevo año está encomendado a María Santísima, que hoy celebramos como Madre de Dios. En estas horas invocamos su intercesión en particular para el Papa emérito Benedicto XVI, que ayer por la mañana dejó este mundo. Nos unimos todos juntos, con un único corazón y una única alma, al dar gracias a Dios por el don de este fiel servidor del Evangelio y de la Iglesia", comentó.
El Papa resaltó que el lenguaje propio de María es el de la maternidad. "Cuidar con ternura del Niño. Esta es la grandeza de María: mientras los ángeles hacen una fiesta, los pastores acuden y todos alaban a Dios en voz alta por el acontecimiento que había sucedido, María no habla, no entretiene a los invitados explicando lo que le ha sucedido, no roba el protagonismo; al contrario, pone en el centro al Niño, cuidándolo con amor", apuntó.
"Este es el compromiso: cuidar nuestra vida, nuestro tiempo, nuestra alma; cuidar la creación y el ambiente en el que vivimos; y, aún es más, cuidar a nuestro prójimo, a aquellos a los que el Señor nos ha puesto al lado, como también a los hermanos y a las hermanas que están necesitados e interpelan nuestra atención y nuestra compasión. Aprendamos a cuidar a los demás y a nosotros mismos, cuidando la vida espiritual y la caridad", expresó Francisco.