Philippe-Emmanuel Krautter - publicado el 23/04/22
La Madre de Jesús, llamada Myriam (en hebreo "la amada de Dios") ocupa un lugar privilegiado en la Iglesia, permaneciendo en absoluta discreción ante su Hijo. Pero, ¿qué sabemos de su infancia?
¿La Biblia no detalla nada sobre los orígenes de María? Sabemos que nació de santa Ana y san Joaquín.
Sus padres la llamaron Myriam. Y probablemente vivió en Nazaret, un pequeño pueblo de Galilea, unque otras tradiciones también sugieren las ciudades de Jerusalén, con la supuesta «casa de Ana» o incluso Belén.
Sin embargo, de la lectura de los diferentes evangelios no se desprende nada más acerca de este personaje. ¡Y es el segundo más importante en la Iglesia después de Jesús!
Sólo la tradición de los evangelios apócrifos propone algunos elementos adicionales. Y estos -aun sin pertenecer al dogma de fe- iluminan un poco lo que pudo haber sido la infancia de la Madre de Dios.
Así, el Protoevangelio de Santiago especifica que Joaquín no lograba consolarse de la esterilidad de su esposa Ana.
Así se perpetuaría la larga dinastía de mujeres estériles de la Biblia escuchadas por el Señor y puestas por él en condición para dar nacimiento a criaturas destinadas a existencias gloriosas.
La Inmaculada Concepción
En 1854, la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción formalizó de alguna manera lo que aquellos escritos apócrifos dicen de la infancia de María. El papa Pío IX decretó, en la bula Ineffabilis Deus:
«Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles.»
La fiesta de la Inmaculada Concepción, rechazada por ortodoxos y protestantes, se instauró el 8 de diciembre, nueve meses antes de la Natividad de la Virgen.
Esta pureza original de María se prolongaría con la de la concepción de su santo hijo, para expresar lo que se habla de la Encarnación.
Si los textos canónicos no nos ofrecen más detalles sobre la joven María, no debemos dudar sin embargo de que la joven, dócil a sus padres, tuvo que mostrar piedad y fervor desde los primeros años de su vida. Una infancia digna de una vida de total docilidad a Dios.