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Vicente Silva Vargas - Aleteia Colombia - publicado el 15/07/19

Esta advocación está presente de diversas formas: iglesias, vehículos, carreteras, barrios, pueblos y hasta en la música popular

Se estima que la devoción a la Virgen del Carmen en lo que hoy es Colombia empezó hacia 1606 cuando se estableció en Santa Fe de Bogotá el primer convento de madres carmelitas.

Documentos de la Arquidiócesis de Bogotá señalan que una viuda llamada Elvira Gutiérrez de Padilla, sus dos hijas, dos sobrinas y dos hijas del corregidor, fervientes admiradoras de santa Teresa de Ávila —fundadora de la Orden de las Carmelitas Descalzas— fueron las primeras colombianas en vestir el hábito carmelitano. Por esa razón se cree que la primera imagen, con el escapulario y la novena aparecieron en casa de doña Elvira, convertida en convento, y de allí “empezó a extenderse mucho el culto a Nuestra Señora del Carmen”.

Libardo Ramírez Gómez, obispo emérito de Garzón, considera que otra gran parte de la devoción a Santa María del Monte Carmelo o Nuestra Señora del Carmen, también se debe a los padres carmelitas que llegaron a Popayán hacia 1688, muchos años después de la creación del convento de mujeres de Bogotá. Desde esa ciudad —dijo monseñor en entrevista con Aleteia— “el culto empezó a propagarse por otras regiones del occidente, sur y el interior de Colombia y llegó a todos los sectores sociales, no solo a los religiosos, también al pueblo raso que acogió a la Virgen con una fe admirable y prácticamente la hizo suya”.

La presencia de la Virgen en la costa Caribe no está suficientemente documentada pero algunos investigadores creen que pudo llegar con alguna de las tantas congregaciones religiosas que desembarcaron en Cartagena y Santa Marta y, que desde esos puertos, se esparció por pueblos calurosos que la veneran con delirio en casas e infinidad de parroquias. También son frecuentes las imágenes en plazoletas, colegios, escuelas, calles y carreteras.

Virgen de la Bahía

Es tan fuerte la devoción en Colombia que una de las imágenes más impactantes de esta advocación es la llamada Virgen de la Bahía que no es otra diferente a Nuestra Señora del Carmen. Esta figura de mármol italiano pesa más de 35 toneladas, tiene nueve metros de altura, la sostiene un pedestal de quince metros y está ubicada en la bahía interna de Cartagena. Allí es visitada y homenajeada por navegantes y miembros de la Armada Nacional de Colombia que la tienen como su patrona y desde las aguas la saludan con sus potentes sirenas.

Otro gran monumento es el santuario de Nuestra Señora del Carmen, construido en el lote donde se levantó el primer convento carmelitano de la señora Elvira, en Bogotá. Se trata de una soberbia edificación de estilo gótico florentino con elementos bizantinos y árabes y una curiosa combinación marrón y crema, los colores que identifican a los carmelitas. Esta iglesia, construida entre 1926 y 1938 y erigida a pocos metros de las sedes del Gobierno y el Congreso, fue declarada monumento nacional.

En muchas partes de Colombia está la mención a la Virgen del Carmen. Un rápido repaso al mapa permite encontrar al menos una decena de pueblos que le rinden tributo agregándole al nombre original alguna denominación nativa o curiosa. Entre ellos están Carmen de Viboral, Carmen del Darién, Carmen de Carupa, Carmen de Bolívar, Carmen de Chucurí y Carmen de Apicalá. Todos ellos, según datos de la Iglesia, son pueblos marcadamente marianos.

Patrona de conductores y navegantes

La devoción más grande la expresan los conductores de vehículos de transporte público y privado. Son parte del paisaje los miles de autobuses y “chivas” —sistema mixto de transporte colectivo popular— con grandes pinturas y calcomanías en su carrocería o estatuillas de plástico pegadas al pie del timón. Lo mismo sucede con taxis, camiones o automóviles particulares que suelen llevar pequeñas imágenes o escapularios colgados en sus retrovisores.

Desde el 16 de julio —fecha en la que se conmemora la aparición de la Virgen a san Simón Stock— proliferan (en tiempos sin pandemia) las procesiones y desfiles de carros llevando imágenes de María adornadas con banderas marianas, globos multicolores y altoparlantes en los que se difunden oraciones y canciones religiosas. No hay ciudad grande o pequeña que no tenga su procesión motorizada que por lo general concluye frente a un altar con la Virgen o una iglesia en la que se ofician misas en acción de gracias.

Otra característica es la profusión de altares, grutas y monumentos en homenaje a la Virgen del Carmen en carreteras y autopistas. Esta práctica atribuida a los choferes de buses y camiones es más notoria en lugares peligrosos cercanos a abismos o en los que se han reportado accidentes fatales. Por lo general, estos monumentos son adornados con decenas de farolas de carros desechadas por los conductores.

La Virgen del Carmelo o del Carmel también figura en la música colombiana, sobre todo en el género vallenato. Su más ferviente devoto, tanto en grabaciones como en sus presentaciones públicas, fue el desaparecido cantautor Diomedes Díaz quien le dedicó emotivas melodías. En una de ellas, llamada Mi muchacho, el genial artista canta: “El 16 de julio es la fiesta de la Virgen del Carmen / el 16 de julio es la fiesta de la Virgen del Carmen / y ese fue el día que le escuché al padre / que Dios a todos nos tiene en cuenta”. El controvertido artista también le dedicó a su patrona otras obras como Canto celestial y Volver a vivir.