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RELIGIÓN EN LIBERTAD

Germán Masserdotti / ReL

El filósofo y profesor argentino Carlos Daniel Lasa, nacido en la provincia de Córdoba, disertó el 5 de septiembre pasado sobre Modernidad, libertad y democracia a propósito de la actualidad del pensamiento de Augusto del Noce (1910-1989) en el marco del ciclo de conferencias 2019 de Forum (Espacio de Cultura y Ciencia).

Para comenzar a leer la obra del filósofo italiano, Lasa recomienda Il problema dell’ateismo (1965): “Esta obra contiene tres cuestiones fundamentales: los resultados de sus largos estudios sobre los pensadores del siglo XVII, la confrontación con la filosofía marxista, y finalmente la cuestión central del problema del ateísmo que hoy nos aqueja”.

Augusto del Noce, puntualiza Lasa, plantea una relectura sobre la modernidad por parte del catolicismo para que recupere “su iniciativa y se vuelva a transformar en el elemento que configure la cultura y, en particular, la política”. En 1983 Del Noce fue elegido como senador de la República italiana por la Democracia Cristiana e influyó en el ideario de movimiento Comunión y Liberación.



Augusto del Noce (1910-1989) fue catedrático de Historia de las Ideas Políticas en la Universidad La Sapienza de Roma y es uno de los más importantes teóricos italianos de la política en la segunda mitad del siglo XX. En español puede leerse Modernidad. Interpretación transpolítica de la historia contemporánea.

En esta entrevista concedida por el profesor Lasa a ReL, podrá apreciarse cómo del Noce “pone la pica en Flandes” sobre tópicos –como el catolicismo cautivo de la idea del sacro imperio, una “democracia personalista” de inspiración cristiana, y otros– acerca de los que, ciertamente, se vuelve necesario profundizar tanto desde la perspectiva filosófica como histórica.

-¿Por qué es importante seguir estudiando las obras de Augusto del Noce?

-Del Noce ha sabido interpretar la historia del pensamiento occidental haciendo emerger el sentido más profundo de los sistemas filosóficos con la finalidad de mostrar cómo esas ideas han ido configurando nuestra cultura. Sus estudios sobre Descartes, Malebranche y otros autores del siglo XVII son muy relevantes y reveladores en este sentido.

-¿Cuál sería su tesis fundamental?

-La cultura occidental, considerada en su estadio contemporáneo a partir de la fuerte configuración del marxismo, se ha visto conducida no solo a la universalización del ateísmosino, contrariamente al deseo de Marx, a la sociedad de la opulencia. Del Noce advierte que resulta imprescindible que el catolicismo recupere su iniciativa y se vuelva a transformar en el elemento que configure la cultura y, en particular, la política.

Carlos Daniel Lasa es doctor en Filosofía, profesor en las universidades de Villa María (Córdoba), Católica de Salta y Católica de Córdoba, e investigador del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Foto: Puntal Villa María.

 

-¿Cómo puede hacerlo?

-Para ello debe sacarse de encima esa interpretación de la modernidad que lo condena no solo a quedar cautivo de la idea de sacro-imperio, sino a mostrarse como negador de la libertad humana y de la forma democrática de gobierno. El catolicismo debe ser capaz de hilvanar una democracia personalista que asegure la dignidad de la persona humana y la instauración del ideal de justicia fundada en el método de la persuasión y no de la violencia. Para Del Noce, el significado primero de la política que el catolicismo debe ser capaz de enfocar y ejecutar es muy importante: unir los binomios política y ética, interioridad y exterioridad, historia y eternidad, libertad y verdad.

-¿Cuál es la posición de Augusto del Noce en relación a la democracia tal como se desenvuelve en la modernidad?

-Del Noce sostiene muy lúcidamente que, a causa de una falsa idea de los católicos que entendieron a la modernidad como el camino hacia la radical inmanencia (idea que aceptaron sin analizar, tras lo cual se le opusieron y la condenaron en bloque), el catolicismo fue vinculado, de modo necesario, a la negación tanto de la libertad como de aquella forma de gobierno que al hombre actual le parece más compatible con esa idea irrenunciable de libertad: la democracia. A juicio de Del Noce, la pretensión de mantener como ideal de la política cristiana el régimen teocrático ha generado en los cristianos el más absoluto escepticismo en torno a la política. Porque si el ideal político cristiano es el teocrático, y el mismo es irrealizable en la modernidad, entonces el camino natural que queda es el alejamiento de la vida política.

-¿Qué papel juega en esto la idea de una verdad objetiva?

-En la modernidad, el cristiano, al igual que el cristiano del medievo, no solo no debe renunciar a la verdad objetiva, sino que debe extraer de ella todas las virtualidades que le permitan hablar de un verdadero y homogéneo progreso en el conocimiento de ella. Una de estas virtualidades, como ya lo adelanté, es la libertad del singular: la existencia de la verdad objetiva no puede obviar o desconocer esta realidad tan preciada de la persona humana. Y de esta misma verdad objetiva se desprende su dignidad, fundada en la imagen y semejanza respecto de Dios. De allí que, a juicio de Del Noce, Renato Descartes, el padre de la modernidad, haya elaborado, en una línea de continuidad con la metafísica cristiana, una filosofía de la libertad. Este dato es muy sorprendente en la historia del pensamiento.

-¿Y cómo influye en la idea de democracia que comentaba antes?

-La democracia, para Del Noce, será aquel sistema dentro del cual el sujeto será considerado como sujeto de persuasión, es decir, como persona: estamos hablando del modo de gobierno en el cual cada singular pueda ser considerado como fin. Y es precisamente el cristianismo el que asegura ese núcleo autónomo del espíritu humano en tanto que va a estar fundado porque participa del Logos eterno. El hombre no se reduce a la pura dimensión de ciudadano, al conjunto de relaciones socio-históricas, sino que es persona, es decir, es un espíritu que mantiene una relación de estrecha amistad con una Realidad situada más allá del tiempo y de la historia. Es precisamente esta realidad la que lo pone al hombre por encima de toda vida, pretensión y manipulación en este mundo.