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Por Domingo Aguilera. Marzo 2025

 

Marzo es el mes que la Iglesia dedica a san José, pero ¿Quién fue en realidad José de Nazaret?

Lo primero que nos dicen los evangelios es que José era descendiente de David, san Mateo nos dice en la genealogía de Jesús, que su padre era Jacob y también que José es el último Patriarca. San Mateo hace hincapié en que José era descendiente directo de David, cosa muy importante para los judíos, puesto que el Mesías debería ser descendiente de David.

Estos dos nombres nos recuerdan a otro Jacob y a otro José que aparecen en el libro del Génesis (Gn 37-1, 50-26). Jacob, también llamado Israel, tuvo doce hijos, los cuales formaron las doce tribus de Israel y al penúltimo de ellos le llamó José. José fue el hijo que Jacob tuvo con Raquel, el amor de su vida, la mujer por la que trabajó duramente muchos años, por la que abandonó su país y con la que tuvo a Jose y a Benjamín ya anciano. José era el hijo más amado de Jacob y el más envidiado por sus hermanos.

Ya sabemos cómo acabaron sus hermanos y su padre cuando emigraron por la hambruna a Egipto. José fue el primer rey, ante el cual Israel se postró y todos los hermanos, todas las tribus, también, es por lo tanto el modelo de realeza.

El nuevo José era también muy inteligente, sabio y tecktom, lo que le configura como un aristócrata rico y sabio. También era “soñador” como el de Egipto: hablaba en sueños con Dios. Pero sobre todo lo que María ve en José es su piedad, el evangelio le llama Justo, palabra que se reserva en la Biblia para hablar de la santidad.

José andaba buscando una mujer con quién casarse y se fijó en María y se enamoró y le pidió a María en matrimonio. José se fija en María porque le parece una mujer especial, dado que todas las mujeres de su edad deseaban casarse cuanto antes y sin embargo María no parecía tener prisa.

Como patriarca y buen conocedor de la ley, él sabía que en Israel el varón tenía prevalencia sobre la mujer, por lo cual, la primera sorpresa que se lleva es que María tiene un concepto de la virginidad tan alto que piensa permanecer virgen toda la vida. Así Ella está totalmente disponible para hacer la voluntad de su Padre. José da su brazo a torcer y respeta la voluntad de María. Ese es el primer matrimonio entre iguales en plena libertad.

María no tiene su vocación determinada por completo, sino iniciada y permanece a la espera de algún signo del cielo para desarrollar su misión. ¿Cuántas horas pasaría en profunda oración pidiéndole al Señor con el salmo 24 “Señor, enséñame tus caminos”.

El encuentro con José en la sinagoga de Nazaret, cuando él está comentando el libro de Isaías que anuncia la venida del Emmanuel, tiene tal eco en su intimidad, que seguro que le pidió a José que le leyese esos versículos varias veces. Así se estableció un diálogo entre ellos tan alto, tan alto, que le dieron a la caza alcance. Ambos vieron que su vida sólo tenía sentido como servidores de Dios y desde entonces vivieron el uno para el otro.

José aprendió de María el papel tan extraordinario que tiene la virtud de la santa pureza en el hombre caído y que esa virtud era la clave del nuevo matrimonio, que ellos estaban inaugurando en esos momentos. José aceptó esa condición como parte integral de su vida y fue casto durante toda su vida, para amar a su mujer con el amor más sublime que criatura humana jamás haya alcanzado. Y le dio a la caza alcance.

María ha dado su primer paso en el camino de la Redención: su vocación al matrimonio. Así ama con todas las fuerzas de su corazón, al que considera su “réplica” en la tierra: aquél que la acepta como Ella es. Con él podrá crecer continuamente en su intimidad personal, él será aquél que en el momento de duda o de vacilación o de peligro le marcará el camino a seguir, la enseñará lo que dicen las Escrituras y los profetas. Y le dio a la caza alcance.

María le cambió la vida a José. Este ya no tendrá los días tranquilos de aquella aldea, ni del trabajo en Séforis, por cierto muy bien remunerado. Su vida entera será, a partir de ahora, crecimiento en y con Ella, y él será su servidor, su protector y su guía.

Pero a José muy pronto se le hunde el alma, cuando María le comunica que ha concebido a Jesús. Qué alegría tan grande tendría José al saber que el Mesías ya estaba en la tierra y que dolor tan profundo cuando entendió que tendría que separarse de su amadísima esposa porque Ella estaba en cinta del Espíritu Santo y ¿Qué pintaba él allí? Si Moisés no podía mirar a la zarza ¿Cómo iba él a mirar a la Esposa del Espíritu Santo? Él no tuvo “vela en esa boda”. ¿O sí?

La aventura de José no la conocemos a fondo, porque desaparece cuando regresan a Nazaret después del viaje a Egipto. Sabemos que murió joven porque cuando Jesús comienza su vida pública, él ya no está. Tendría menos de cincuenta años cuando se durmió junto a María y Jesús. La única persona que, en la tierra, tuvo la grandísima dicha de despedirse de este mundo, con su amadísima esposa María y con su amado hijo Jesús, para ir a estar con el Padre. Su hijo le libró del dolor de verle morir, y José le dio a la caza alcance.