Harissa: polo de la cristiandad oriental
De Belén surgió Cristo, de Lourdes los milagros emanaron, y sobre la colina de Harissa la reina de los cielos se alzó; como el cedro del Líbano.
El nombre de Nuestra Señora del Líbano; fue conocido en todos los países de Oriente y el mundo entero. Donde quiera que fuera un libanés, también iba el Líbano y Nuestra Señora del Líbano. En 1954 con ocasión del 50 aniversario de la construcción del santuario, el cardenal Angelo Roncalli, más tarde el papa Juan XXIII, hizo una peregrinación al lugar representando al papa Pío XII. En agosto de 1970 el patriarca Boulos al Moouchi colocó la piedra angular de la Basílica de Nuestra Señora del Líbano y en 1990 las celebraciones comenzaron en la nueva Basílica con una capacidad de 4.000 personas.
En 1997 el papa Juan Pablo II visitó el santuario de Harissa y desde ese momento invitó a los jóvenes a orar a la Virgen María, Nuestra Señora del Líbano, para que protegiera al Líbano y a su gente. Al día de hoy sólo algunos pueblos en el Líbano no tienen iglesias con el nombre de la Virgen. Honrar a la Virgen María está enraizado en los corazones de los libaneses que le hacen homenaje con las palabras del himno:
“Virgen de las montañas y los océanos, Reina y Símbolo de nuestro Líbano, su pureza es como la nieve del Líbano, su perfume como sus flores y se ensalza como el Cedro”.
Juan Pablo II se dirigió a los jóvenes en la Basílica de Nuestra Señora en Harissa en 1997:
“Pidan a la Virgen María, Nuestra Señora del Líbano, cuidar de vuestro país y sus habitantes, que os asista con cuidado materno, para ser herederos merecedores de los santos de su tierra y que florezcan en el Líbano, un país que es parte de los santos lugares que Dios ama, porque Ella vino para hacer su casa aquí y recordamos que debemos construir la ciudad terrenal con los ojos puestos en los valores del Reino de los Cielos”.