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Por Domingo Aguilera Pascual. Diciembre 2025.

 La Redención del género humano fue querida y diseñada por Dios Padre. Nada más pecar Adán y Eva, Yahvé les promete que la serpiente será vencida por una Mujer que le pisará la cabeza.

Esta Mujer debería ser una mujer, que, al contrario de Eva, recuperara la beatitud perdida por los primeros padres de la humanidad. Esta forma sería la más acorde con la naturaleza humana. Cabrían otras más espectaculares, como una aparición en toda la tierra y que con grandes fenómenos toda la humanidad reconociese su pecado, pero en ese caso el demonio podría reclamar que es una sobreabundancia de fuerza contra él y engañar otra vez a los hombres. No fue así, sino que, si una mujer fue vencida por Belcebú, otra Mujer fue el medio por el cual la humanidad fue redimida. 

Para los teólogos seguidores de Tomás de Aquino lo primero es crear y después asumir, por lo que estos afirmaban que María primero fue creada y después asumida por Dios para ser Madre del Hijo. Aplican el modelo de Juan Bautista, que fue redimido en el seno de su madre Isabel. Por lo tanto, para esos teólogos, María nació en pecado, como todos los hombres, y fue redimida posteriormente por Dios.

Fue un filósofo franciscano, el escocés Juan Duns Scoto, quién con gran sutileza supo condensar en una frase redonda el pensamiento de muchos fieles católicos de esa época. Siendo un filósofo muy afamado en esos años, propuso que María fue Inmaculada porque “convenía”. “Convenía, Dios podía, Dios lo hizo”.

Hay otra forma de ver la Inmaculada Concepción de María. Se trata de considerar que hay otro acto ontológico superior al de CREAR que es el de ASUMIR. Esta idea la propone Leonardo Polo considerando que el acto de la Redención fue único y realizado por el Hijo y que consistía en asumir los pecados de la humanidad. Esto lo descubre al considerar que la humanidad de Jesucristo no pudo ser creada sino asumida, porque en la Intimidad Divina, en el Creador, no puede haber nada creado, luego la humanidad de Cristo no fue creada sino asumida de María.        

Concluye este autor que María fue asumida por el Hijo, porque al Hijo se le atribuye el Asumir, como al Padre el Crear. El Hijo nos redimió al encarnarse en María y asumir los pecados de toda la Humanidad.

Crear es poner algo donde antes no lo había y Asumir es quitar algo donde antes lo había. Así la naturaleza de María volvía a ser la naturaleza de Eva antes del pecado.

Puede parecer, a primera vista, que entonces María no fue verdadera mujer humana, sino una mujer divina, pero no es así. María nació de Joaquín y Ana, es decir estos fueron los padres que le dieron la naturaleza. Naturaleza que ya estaba asumida por el Hijo antes de que, al añadir el acto de ser personal, este se hiciera cargo de esa naturaleza pasando a criatura humana. Rememorando al acto que el Padre hizo con la naturaleza de Eva que provenía de la de Adán, que a su vez provenía del barro de la tierra, el Hijo asumió la naturaleza de María sin pecado.

El Salvador no podía estar en contacto con el pecado, ni con el pecado original. Su naturaleza humana no podía tener mancha de pecado y la naturaleza que recibe de María no tuvo mancha de pecado ni antes ni después de nacer María. Por lo tanto, María fue concebida sin pecado original en el seno de Ana. Es en el momento de la vida añadida que se une a la vida recibida cuando esta vida recibida es asumida por el Hijo. Donde antes había pecado ya no lo hay y María, cuando es creada, recibe una naturaleza como la de Eva, que le permite conocer a Dios directamente.

Así María, transcurridos los años, pudo recibir en su seno al Hijo de Dios. Nunca tuvo contacto con pecado alguno y el Hijo pudo asumir su naturaleza humana de María. Verdadera naturaleza humana, pero no naturaleza caída, que fue después asumida sin pecado. Naturaleza humana perfecta, capaz de ser asumida por Dios Hijo. El mismo Jesucristo, único Dios, con dos naturalezas: la divina que le corresponde y la humana que asume para redimir a todos los hombres.

No hay amor más grande del Hijo al Padre, que el de asumir una naturaleza que no le corresponde por dignidad, para que la criatura que ofendió a su Creador, vuelva a poder dar gloria a Dios y permanecer en su gloria. Así pudo sufrir en su naturaleza humana lo que no podía sufrir como Dios.

María con su aceptación y su fidelidad al Hijo, uniéndose a su Persona a través de su humanidad, hizo posible la Redención. Una sola objeción de María a los planes divinos habría hecho imposible esta Redención, para la cual era necesaria la plena libertad de María, que fue total al decir: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

La concepción Inmaculada de María es el comienzo de la Redención. Allá en Galilea en el seno de Ana, la mujer del sacerdote Joaquín, está una persona que recibirá al nacer el nombre de María y que es la Llena de Gracia. Ha comenzado la silenciosa Redención del género humano que será plena cuando esa niña tenga 12 años y la visite un Arcángel, que la llamará por su nombre: Llena de Gracia y Ella diga SÍ.