Estas tres devociones -originarias de Jalisco- a tres imágenes de la Virgen María llevan ya siglos de piedad y fervor entre los mexicanos y estadounidenses. Piedad que nace con las primeras conquistas españolas, el trabajo de evangelización de los frailes franciscanos y del amor de Nuestra Madre María por el pueblo indígena.
El primer milagro atestado de la Virgen de san Juan de los Lagos data en el mes de diciembre, del año 1623. Cuando una familia de cirqueros iba camino hacia Guadalajara, tomó un descanso en el pueblo entonces llamado San Juan Bautista Mezquititán.
Entre descansos, la familia ensayaba sus actos, su hija menor era trapecista y, en un momento de ejercitación, falló y cayó sobre una cama de dagas afiliadas que servían justamente para su peligroso acto, la pobrecilla murió en el acto.
Una mujer anciana llamada Ana lucía, esposa de Pedro Andrés, nobles y piadosos indígenas que cuidaban de una pequeña ermita erigida en el lugar, viendo a los padres de la niña desconsolados, decidió llevarles una imagen de la Virgen Inmaculada.
Imagen que fue donada a la comunidad en 1545 por el fraile franciscano Miguel de Bolonia, y que con el paso del tiempo fue olvidada en la sacristía de la ermita, sufriendo los estragos del tiempo.
Ana Lucía convencida del amor de María por todos sus hijos, colocó la imagen en el pecho de la niña que estaba amortajada y preparada para su funeral. mientras los presentes se acogían en oración, con gran asombro, pudieron constatar que la niña comenzaba lentamente a moverse hasta recuperarse completamente.
Los padres de la niña, para agradecer por la gracia recibida, mandaron a restaurar la imagen que estaba notablemente deteriorada y, cuando quisieron pagar a los artesanos que hicieron un trabajo ejemplar, ya no estaban más, habían desaparecido.
Desde aquel entonces la imagen a la que llamaron Nuestra Señora de los Lagos o “La Cihualpilli” (La Gran Señora) no ha dejado de conceder incesantes favores a aquellos que se acercan con fe.
Su santuario es el segundo más visitado en México, después de la Basílica de Guadalupe, en Ciudad de México.
En Talpa (Tlalpan, que en la lengua indígena de los “nahuatl” significa tierra alta), sobre las imponentes montañas del noroeste del estado de Jalisco, se encuentra el santuario y la basílica dedicada a Nuestra Señora del Rosario, que a lo largo del año es destino de copiosos peregrinajes y de grandes romerías.
El origen de esta imagen también muy milagrosa, se remonta al siglo XVI, era una pequeña imagen creada en pasta de maíz por indios tarascos traída por el sacerdote Manuel de san Martín en su paso evangelizador.
Instalado el padre san Martín hizo construir una pequeña y humilde capilla para proteger la imagen que en ese entonces gozaba de angelical belleza, pero que poco a poco, con el pasar de los años, se deterioró notablemente.
Así, reemplazada y cayendo en el olvido, fue custodiada por un largo periodo por el indio Diego Felipe. En agosto de 1644, el sacerdote Pedro Rubio Félix encontró esa y otras imágenes prácticamente destruidas y encomendó que fueran envueltas en lienzos y sepultadas, con todo respeto, en una excavación que harían en la sacristía de la iglesia.
Conforme a las disposiciones del sacerdote, el indio Francisco Miguel y su hija María Tenache procedieron a la inhumación y sepultura de las imágenes, acompañados de otros fieles. Era la mañana del 19 de septiembre.
María Tenache tomó unos lienzos para envolver las esculturas y extendiendo los brazos para tomar la Virgen, una luz vivísima y de un resplandor intenso cubrió la imagen y la mujer cayó desmayada. Los demás indígenas sorprendidos le preguntaron que le pasaba, María respondió: “La Virgen despedazada estaba echando resplandores”.
Inmediatamente se corrió la voz y llegaron a comprobar el milagro, ofreciendo oraciones, cantos, expresiones de admiración. El altar se llenó de flores y las campanas anunciaron el milagro repicando solas sin cesar.
El templo actual data de 1782 con mezcla de varios estilos arquitectónicos.
El papa Pío XII lo declaró basílica menor durante su pontificado, aún sin reunir todos los requisitos canónicos, en razón a la devoción ardiente y amor de los fieles.
Los talpeños le celebran en distintas fechas: el 12 de mayo, el aniversario de su coronación en 1923. El 10 de septiembre, fiesta del baño y cambio de vestido de la imagen y una procesión por las calles adornadas con una larga alfombra de flores. El 19 de septiembre, fiesta del milagro de la renovación. Y el 7 de octubre, día de Nuestra Señora del Rosario.
Zapopan o Tzapopantl, significa "lugar entre zapotes o lugar de zapotes" y es aquí que el 8 de diciembre de 1541, el padre Fray Antonio de Segovia dona a los indios de este pueblo una pequeña imagen de Nuestra señora de la Concepción que lo había acompañado a lo largo de 10 años en sus peripecias por los pueblos de Jalisco, cargándola algunas veces en la manga de su sayal, otras en un pequeño tabernáculo de madera o colgada del pecho.
El primer milagro de la Virgen que se encuentra en las crónicas de aquel siglo, fue la intercesión en la guerra del Miztón, donde intervino como pacificadora delante los indios rebeldes. Cuando los indios la vieron colgada al cuello de Fray Antonio inmediatamente se arrodillaron ante ella y conmovidos -por las palabras del padre y la imagen de la Virgen- se rindieron a sus pies.
Tras la milagrosa intervención de la imagen mariana, hasta entonces solo conocida como la Inmaculada Concepción, se le concedió también, el título de “La Pacificadora”.
Después de lo sucedido, los indios, junto a los frailes, le construyeron una pequeña iglesia, con muros de adobe y techo de paja, donde la Virgen María continuó a conceder favores y milagros a los pobladores que tanto la amaban.
En 1609 esta capilla se derrumbó y, al escuchar el estruendo, los indios corrieron al lugar creyendo encontrar la imagen destruida, sin embargo la hallaron intacta debajo de los escombros.
La imagen realizó innumerables milagros a través de los siglos, curando a los enfermos, intercediendo para el cese de pestes y epidemias. Varios de esos milagros fueron certificados y documentados, mucho referían la curación de enfermos mediante el solo contacto físico con la imagen.
Este poder de curación en el caso de La Zapopana se obtiene porque “la imagen adquiere propiedades taumatúrgicas debido a que comparte la gracia con el original que representa, o sea, la Virgen María”.
(Roberto Aceves Ávila. Que es bueno y útil invocarles. Continuidad y cambio en las prácticas y devociones religiosas en Guadalajara, 1771-1900. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2018)
En una de las visitas de la Virgen a la ciudad de Guadalajara, precisamente en el año 1721, un rayo mató al campanero de la iglesia de San Juan de Dios y el religioso Fray Bernardo, que acudió poco después a ponerle los santos óleos, también perdió la vida al caerle otro rayo.
Este caso conmovió al clero y a los pobladores y pidieron jurar a la Virgen de Zapopan como "Patrona de Guadalajara", contra tempestades, rayos y epidemias.
Desde entonces, la Virgen de Zapopan deja su santuario y visita los barrios de la ciudad entre el 13 de junio y el 12 de octubre, cuando regresa a su casa con una gran Romería.
Algunos de los títulos que se la han dado a la Virgen de Zapopan son:
Taumaturga (1654);
Protectora de rayos, tempestades y epidemias de esta nobilísima ciudad y sus moradores (1734);
Patrona y Generala de la Arma de la Nueva Galicia (1821);
Generala y Protectora Universal del Estado Libre y Soberano de Jalisco (1823);
Patrona de la Provincia Franciscana de los Santos Francisco y Santiago (1946);
Verdadera Estrella de la Evangelización (1979);
Patrona de la Arquidiócesis de Guadalajara (1989).