Daniel Esparza - publicado el 29/01/24
En el corazón de Extremadura (España) hay un santuario que desde hace mucho tiempo ocupa un lugar especial en los corazones y las almas de los peregrinos: el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Y sí, aunque la Virgen de Guadalupe es conocida en México como patrona del país y Emperatriz de las Américas, la Guadalupe española tiene una historia que precede en siglos a su homóloga mexicana.
Los orígenes de la Guadalupe española se remontan a finales del siglo XIII, cuando un pastor llamado Gil Cordero hizo un descubrimiento extraordinario mientras cuidaba su rebaño a orillas del río Guadalupe (también conocido como Guadalupejo), de ahí el nombre de la imagen de la Virgen. Entre la densa vegetación, se topó con una estatua de la Virgen María, tallada en madera oscura y que irradiaba un aura de santidad que captó inmediatamente su atención. El pastor creyó que la estatua había sido escondida durante la conquista árabe de la Península Ibérica y compartió su hallazgo con la comunidad local.
La noticia corrió como la pólvora y los peregrinos no tardaron en acudir al lugar en busca de la intercesión y las bendiciones de la Virgen. Su fervor alcanzó un nuevo nivel en 1340, cuando el rey Alfonso XI, victorioso en la batalla del Río Salado (también conocida como batalla de Tarifa) contra los moros, atribuyó su triunfo al patrocinio de la Virgen. En agradecimiento, encargó la construcción de un gran monasterio jerónimo para albergar la venerada estatua y servir de centro de peregrinación y crecimiento espiritual.
Terminado en 1389, el monasterio floreció durante el siglo siguiente, convirtiéndose en un faro de fe y aprendizaje que atrajo a eruditos y teólogos de toda España. La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, conocida cariñosamente como La Negrita por su tez oscura, se convirtió en símbolo de la identidad española y fuente de inspiración para generaciones de creyentes.
El nombre de «Guadalupe» y la leyenda de la imagen
La etimología del nombre «Guadalupe» sigue siendo objeto de debate. Algunos creen que procede de la palabra árabe «wadi» y del latín «lupus», que significan «río» y «lobo», respectivamente – como en «el río de los lobos». Independientemente de su origen, el nombre de Guadalupe ha quedado indisolublemente ligado a la devoción mariana en España, especialmente en la región de Extremadura.
La historia de la estatua es literalmente legendaria. Una antigua leyenda afirma que la imagen habría sido creada por san Lucas Evangelista en un taller de escultura palestino del siglo I. A lo largo de los siglos, fue venerada en Acaya y en distintas iglesias bizantinas. Más tarde, el Papa Gregorio Magno regaló la escultura a san Leandro, arzobispo de la Sevilla visigoda. Leandro consagró la imagen en una ermita a las afueras de la ciudad, pero durante la invasión musulmana del año 711, los cristianos de Sevilla escondieron la imagen en una caja cerca del río Guadalupe, enclavado en las montañas de las Villuercas, al pie de la sierra de Altamira.
La leyenda cuenta que la Virgen se apareció tres veces al pastor Gil Cordero y le ordenó que reuniera al obispo local y construyera una iglesia en el lugar donde la habían encontrado. El obispo, escéptico al principio, se convenció finalmente de la autenticidad de la aparición por varios sucesos milagrosos, y fue con Gil Cordero a buscar la imagen de la Virgen.