Los documentos que se custodian en la basílica del Pilar de Zaragoza atestiguan que ya en 1299 acudían peregrinos de distintos lugares del mundo para pedir y agradecer milagros a la Virgen aragonesa
No fue una aparición. El origen de la devoción a la Virgen del Pilar, cuya fiesta se celebra este jueves, es según la tradición su «venida en carne mortal» —aún en vida— a la entonces ciudad romana de Caesaraugusta. Allí animó al apóstol Santiago en la primera evangelización de Hispania. Dejó como hito una columna de jaspe, «que según la tradición no se ha movido hasta hoy», y la promesa de «portentos admirables», explica Ester Casorrán, del Archivo Capitular de Zaragoza. Los documentos con los que trabaja poco aportan sobre los primeros siglos, en los que el relato se transmitió oralmente. Pero añaden mucha información de interés sobre esta devoción.
«La primera mención a una iglesia en honor de la Virgen en Zaragoza es del siglo IX», aún bajo ocupación musulmana. «Sabemos que es esta», y que «tenía que haber existido antes de la invasión porque si no no se hubiera construido». Pero el mayor espaldarazo histórico viene del documento de los Jurados, firmado el 27 de mayo de 1299 por las autoridades civiles de Zaragoza. En él ya se lee que «non solamente en el Regno de Aragon, mas ante por toda Espaynna et en muytas otras partidas del mundo» se producen milagros que Dios «feytos a et cada dia fazer non cessa» entre quienes tienen devoción a «Sancta Maria del Pilar, en la iglesia de Sancta Maria la Mayor».
El texto continúa, añade Casorrán, con una disposición para «proteger jurídicamente a los peregrinos que llegaban de todas partes para solicitar o agradecer su intercesión», de forma que «no tuvieran que pagar peajes ni les incautaran sus bienes». Es de «una importancia capital, porque no solo es el más antiguo en el que se menciona a la Virgen del Pilar por este nombre», dos siglos antes de que se incluyera en el del templo. Además, demuestra que la devoción estaba «tan consolidada y era tan universal» que atraía a gentes de otros lugares.
La veneración a la Virgen aragonesa, por tanto, es anterior a la primera copia que se conserva del relato de su venida: un pergamino «escrito en gótica bibliaria, copiado de uno anterior posiblemente en el siglo XV». Hace cinco años localizaron la referencia a un pago a un escriba por una copia de este texto, aunque no tienen certeza de si es la misma. Otra distinta «estuvo colgada en las inmediaciones de la capilla» para que la gente la leyera. «Tenemos anotada la compra de clavos para fijarla». Esto hace pensar a Casorrán que el pergamino que aún existe podía ser un modelo para sacar copias si las de la pared se estropeaban. De hecho, «para preservarlo» se guardaba en el que posiblemente era el mayor tesoro del archivo: un códice de finales del siglo XII o principios del XIII de los Moralia in Job, de san Gregorio Magno; «un ejemplar de una belleza extraordinaria que durante un tiempo se creyó que era el original».
La pierna recuperada
Un nuevo impulso al amor a la Virgen del Pilar lo dio, en 1640, el milagro de Calanda. Miguel Pellicer, cuya pierna había sido amputada en 1637, la recuperó mientras dormía en casa de sus padres y soñaba que estaba en la iglesia de Zaragoza ungiéndose el muñón con aceite de la lámpara de la Virgen, como había hecho tantas veces a pesar de que «el cirujano le decía que no era bueno», relata Casorrán. Al correrse la voz, el Ayuntamiento pidió al arzobispo que iniciara el proceso para reconocer el milagro. El Archivo Capitular del Pilar custodia toda la documentación del caso. «Se interrogó a Miguel Pellicer y a 24 testigos más», incluidos el cirujano y sus ayudantes, quienes enterraron la pierna, y a los que vieron al tullido mendigando en la iglesia sin pierna y luego de nuevo con ambas. «Todos certificaron que era el mismo».
El arzobispo, Pedro Apaolaza, reconoció el milagro el 27 de abril de 1641. «Se organizó una fiesta y las noticias llegaron a la Corte, y desde allí a toda Europa». Se generó una nueva oleada de milagros obtenidos por quienes habían pedido la intercesión de María al conocer esta historia. Esto confirma la opinión de la experta de que «el motor de la devoción a la Virgen del Pilar, más que la venida en carne mortal, ha sido la realización de milagros». Estos relatos se encuentran «en la correspondencia, en las actas capitulares o en los libros de cuentas si en agradecimiento hacían una donación». Pero «en el Cabildo estaban tan habituados que se tomaba nota pero no se hacía nada extraordinario».
En 1642 la Virgen del Pilar fue declarada patrona de Zaragoza, en 1678 de Aragón y en 1681 se emprendió la construcción de la actual basílica, más grande que el templo anterior. «Está documentado que al edificarla se giró el pilar para dejar a la vista una parte nueva de la superficie». La que se podía venerar hasta entonces ya estaba «muy desgastada de los besos de la gente. Igual que ahora».