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El 24 de septiembre muchos pueblos celebran la fiesta de la Virgen de la Merced, una advocación impulsada por la orden de los mercedarios con 800 años de historia, y que desde Cataluña se ha extendido por todo el mundo. Es la Madre de los cautivos y la Reina de la Misericordia.

En 1218 San Pedro Nolasco fundó la Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos, más conocida como la Orden de la Merced. Desde el principio fue una institución característicamente mariana que difundió la devoción a la Virgen de la Misericordia desde Cataluña al resto del mundo.

El protagonismo de los mercedarios en la evangelización del nuevo continente hizo que esta advocación mariana arraigara en numerosos países de América. En concreto, la Virgen de la Merced es patrona de muchas ciudades, localidades, municipios y departamentos en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, México, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Paraguay, Puerto Rico, Venezuela, Uruguay… Y el cariño de los fieles a la Merced también fue cuajando en Francia, Portugal, o Filipinas, donde también hay rincones encomendados a la Madre de los cautivos.

Algunas estampas de la devoción a la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona.

Patrona y estrella

En España, además de ser Patrona de la Ciudad de Barcelona y, por extensión popular, de toda la Diócesis, la Virgen de la Merced es también patrona de 19 localidades o barrios de ocho comunidades autónomas diferentes, y es, además, copatrona de Cádiz.

En varios países, como España, la Virgen de la Misericordia es la Patrona de las instituciones penitenciarias, y san Juan Pablo II le nombró el 4 de febrero de 1985, en Piura (Perú), Estrella de la Evangelización.

En los registros del Instituto Nacional de Estadística sobre los nombres de mujeres más comunes en España queda constancia de que Mercedes está entre los 30 más habituales.

Los mercedarios

La difusión de esta advocación de la Virgen es reflejo del amor a la Virgen de los mercedarios, religiosos especialmente centrados, desde sus orígenes, en la preservación de la fe, “aunque su vida peligre por ello”.

Desde la restauración de la orden liderada por san Pedro Armengol en 1880, los mercedarios se dedican de manera más particular a la enseñanza y a las misiones. En estos momentos, realizan una esmerada labor de acogida de personas refugiadas procedentes de países en guerra.

Las mercedes a san Josemaría

El 20 se septiembre de 2004, por iniciativa de la Hermandad de Nuestra Señora de la Merced, se colocó en la Basílica de la patrona de Barcelona una imagen de san Josemaría rezando ante la Virgen titular. Era una manera de dejar constancia de su cariño y su particular relación con la Virgen de la Misericordia.

En la historia personal de ese trato con Nuestra Señora de la Merced hay un momento singular: el 21 de junio de 1946. Ese día, el fundador del Opus Dei visitó la basílica antes de emprender el viaje a Roma del que volvería con la primera aprobación pontificia para la Obra, presente en el mundo desde el 2 de octubre de 1928.

EN LA HISTORIA PERSONAL DE ESE TRATO CON NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED HAY UN MOMENTO SINGULAR: EL 21 DE JUNIO DE 1946

Antes de 1946, san Josemaría ya había estado frente a la Virgen de la Merced. Y hay constancia de que, al menos, fue a saludarle también en 1962, 1966 y 1972. Como destaca Josep Masabeu en su libro Escrivá de Balaguer en Cataluña, 1913-1974. Huellas de San Josemaría, la Merced marcó la vida del fundador del Opus Dei.

En 1966, san Josemaría dijo en Barcelona: “Cuando, pasado el tiempo, se escriba la historia del Opus Dei, habrá que resaltar -¡cuántos acontecimientos vienen a mi memoria!- los hechos que vieron la luz en esta ciudad condal, entre vosotros y bajo la mirada de la Virgen María de la Merced”.

El 21 de junio de 1946 san Josemaría estuvo en Barcelona camino a Roma. El objetivo del viaje era impulsar el camino jurídico del Opus Dei y su expansión por todo el mundo. Pero debido a la guerra sólo se podía llegar a Roma en barco y el fundador padecía una fuerte diabetes, que hacía desaconsejable ese trayecto.

Opus Dei