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Philip Kosloski - publicado el 10/08/23

Santa María fue amada y valorada por los apóstoles, quienes veían en ella a la madre del Señor, pero también a su madre, a quien podían acudir siempre

La Santísima Virgen María, siendo la madre del Mesías, Jesucristo, jugó un papel decisivo en los acontecimientos que cambiarían el mundo. Ella lo dio a luz, lo crió y estuvo con Él al pie de la cruz. Sin embargo, después de la muerte y resurrección de Jesús, el Nuevo Testamento registra poco de las actividades de María. ¿Cómo participó ella en los primeros días de la Iglesia? ¿Cómo fue parte de la misión encomendada por Jesús a los apóstoles para evangelizar el mundo?

1. PISTAS DEL NUEVO TESTAMENTO

En primer lugar, Jesús confió su madre al apóstol Juan, el discípulo amado. Prevalece el consenso de que, en el momento de la Pasión, San José ya había muerto, quedando Jesús como principal responsable del cuidado de María. A su vez, cuando estaba a punto de morir crucificado, Jesús le encargó a Juan que la cuidara:

Cuando Jesús vio a su madre y al discípulo a quien amaba de pie junto a ella, dijo a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Entonces dijo al discípulo: “Aquí está tu madre”. Y desde aquella hora en adelante el discípulo la recibió como a su madre (Juan 19, 26-27).

Se considera que Juan inicialmente cuidó de María en Jerusalén, como se menciona en el libro de los Hechos de los Apóstoles: Volvieron, pues, a Jerusalén desde el monte que se llama de los Olivos, que está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo. Habiendo entrado en el aposento alto, subieron al aposento alto, donde solían quedarse. Eran: Pedro y Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Guardián y Judas, hermano de Santiago. Todos perseveraban unánimes en la oración, junto con las mujeres, incluso María, la madre de Jesús, y sus hermanos (Hechos 1,12-14).

2. SAN LUCAS: UNIDOS EN LA ORACIÓN

Se siente que María estaba claramente presente entre los apóstoles en los primeros tiempos de la Iglesia, unida a ellos en la oración. Su presencia muy serena probablemente ayudó a animar a los apóstoles en su misión.

San Lucas narra que, cuando había terminado el tiempo de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar, cuando de repente vino del cielo un ruido como de un viento fuerte, que llenó toda la casa donde estaban. Entonces se les aparecieron lenguas como de fuego, que se separaron y se posaron sobre cada uno de ellos (cf. Hch 2,1-3). Aunque no se menciona explícitamente, se cree que María estuvo entre los apóstoles el día de Pentecostés, presenciando la venida del Espíritu Santo sobre todos los presentes.

Después de esto, no se mencionan más actividades de María en el Nuevo Testamento, por lo que no se sabe exactamente qué sucedió después.

3. SAN JUAN Y ÉFESO

Una tradición sitúa a San Juan Evangelista en la ciudad de Éfeso, donde muchos creen que se fue a vivir junto con Nuestra Señora -también se cree que fue allí donde tuvo lugar la asunción de María al cielo-. Es posible, por tanto, que la Santísima Virgen haya pasado el resto de su vida terrena en oración silenciosa y contemplativa.

Otra tradición dice que San Lucas entrevistó a María para escribir su Evangelio. Él mismo, de hecho, afirma que entrevistó a personas para componer su relato, pero no menciona a María por su nombre (cf. Lc 1, 1-3). Sin embargo, una indicación de que esto pudo haber sucedido es que el Evangelio de Lucas se caracteriza especialmente por las muchas referencias a María, incluidas historias que solo ella conocería.

Al final, sabemos poco sobre el papel de María entre los apóstoles, pero tenemos la certeza de que ella estuvo allí y, como madre del Mesías, es muy probable que tuviera un lugar privilegiado. No es sin mérito, después de todo, que la Iglesia invoque a María como Reina de los Apóstoles.