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A 7 kilómetros al oeste de Jerusalén la tradición cuenta que vivían Zacarías y santa Isabel. Aquí tendría lugar la visita de la Virgen, quien pronunció el Magníficat

Ein Karem (pronunciado Ain Karim) es un punto crucial de Tierra Santa (Israel). Según la tradición, allí vivían Zacarías y Santa Isabel, que serían los padres de Juan Bautista. La Virgen María, después de recibir el anuncio del ángel y saber que iba a ser la Madre del Redentor, fue hasta allí. Se produjo entonces el misterio de la Visitación de María a su prima santa Isabel, las dos mujeres embarazadas. María acababa de concebir y, según le comunicó el arcángel san Gabriel, su prima estaba ya de seis meses.

Zacarías era, según testimonia el evangelio, sacerdote de la clase sacerdotal de Abías. Iba con frecuencia al Templo de Jerusalén, que quedaba a unos 7 kilómetros de distancia.

De estéril a madre de Juan Bautista

En el evangelio de san Lucas, aparecen las palabras del ángel Gabriel en el momento de anunciar a Zacarías que su mujer, pese a ser estéril y de edad avanzada, milagrosamente iba a dar a luz al Bautista:

Pero el Angel le dijo: «No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan.

Él será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, 

porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre,

y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios.

Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto».

(Lc 1, 13-17)

Isabel era ya mayor, «de edad avanzada». El embarazo iba a suponerle una fatiga adicional.

Por su parte, san Lucas nos relata que María fue rápidamente en ayuda de su prima:

También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,

porque no hay nada imposible para Dios».

María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho». Y el Angel se alejó.

En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.

La Virgen María, en cuanto supo que su prima estaba embarazada, se puso en camino. Y no era fácil: desde Nazareth hasta Ein Karem hay 140 kilómetros de distancia. Para un recorrido a pie, Google Maps señala que son necesarias 30 horas de andar sin parar. Para la Virgen supondría varios días de viaje, de norte a sur y por zonas con desnivel. Ein Karem es un punto elevado entre vegetación.

Culto desde época bizantina

En Ein Karem se encuentra hoy la iglesia de la Visitación, custodiada por los franciscanos, que compraron el terreno -situado en un alto- en el siglo XVII. En 1885 pudieron construir la actual iglesia de la Visitación y a esta se superpuso una edificación posterior en 1938-1940, que fue llevada a cabo por el arquitecto italiano Antonio Barluzzi.

Así como la iglesia de la Visitación queda al sur del pueblo, en las afueras, en el núcleo de Ein Karem se encuentra la iglesia de san Juan Bautista, donde se dice que está el lugar donde nació este.

A la iglesia de la Visitación se accede por una subida con escalones de piedra. El recinto tiene un muro y una puerta de verja, que ya permite ver tanto la fachada de la iglesia como una escultura contemporánea: esta representa la Visitación de la Virgen a santa Isabel, en metal que parece casi un dibujo de línea clara, muy sintético.

El lugar del Magníficat

Allí se produjo, según la tradición, el canto del Magníficat:

María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador,

porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,

porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».

(Lc 1, 46-55)

En la fachada de la iglesia hay un gran mosaico que representa el viaje de María hacia Ein Karem, montada en un burro y rodeada de ángeles. Y frente a ella, un muro del jardín está lleno de cerámicas que recogen el «Magnificat» en muchísimos idiomas.

Gracias a las excavaciones arqueológicas sabemos que allí hay culto desde la época bizantina, aproximadamente en el siglo V. El visitante encuentra una cripta más bien pequeña, en la que hay un pozo y una piedra. El pozo cuenta con agua que procede de una fuente. Hay frescos de la Matanza de los Inocentes, la Visitación, etc.

Una curiosa piedra

Curiosamente, parece que en este lugar, hasta la época de los cruzados se recordaba con fuerza lo que aparece narrado en el Protoevangelio de Santiago, un escrito apócrifo del siglo II. Este señala que en esa piedra se refugió santa Isabel y protegió a su hijo Juan Bautista de morir en la Matanza de los Inocentes ordenada por Herodes. La piedra queda a la vista en la pared derecha.

La cripta quedó destruida y los cruzados volvieron a levantarla en el siglo XII. Luego el imperio otomano volvería a derribarla y de nuevo se volvería a construir el conjunto bajo custodia franciscana.

En el interior de la iglesia nueva, situada sobre la cripta, pueden verse pinturas dedicadas a la Virgen: la intercesión de María en las Bodas de Caná, María como Señora de la Misericordia que ampara a todos, la proclamación de la Maternidad divina de la Virgen en el concilio de Éfeso, la defensa de la Inmaculada Concepción a cargo de Duns Scoto en la universidad de París; y la intercesión de santa María en favor de los cristianos en la batalla de Lepanto.

El arquitecto Baluzzi quiso que hubiera decoración vegetal acorde con la zona y así pueden verse en las vidrieras y en el mármol formas de palmeras datileras, que a su vez son signo de la fertilidad de la gracia y evocan al fruto de los vientres de santa María y santa Isabel.

Aquí es donde se pronunció una de las mayores alabanzas a la Virgen, de labios de su prima:

«Bienaventurada tú, que has creído».

Lc 1,45